2014-04-24 | 08:58:33

La cuarta y, hasta este momento última, hache de “heroica” que se le ha concedido a nuestra ciudad de Veracruz, se refiere a la defensa que hicieron el pueblo, soldados y marinos mexicanos, ante el desembarco de las tropas norteamericanas el día 21 de abril de 1914. Y es precisamente por el hecho de ser la más reciente, es que de ella se cuenta con mayores testimonios que dan fé de los acontecimientos de esos días, en los que se luchó en forma por demás desigual ante las poderosas armas invasoras.
Con el correr de los años, las celebraciones se han concretado a recordar lo sucedido solamente el día 21, dejando ya en el olvido de la Historia a los hechos heroicos del día 22. Otra circunstancia que también se ha venido produciendo es el proceso por demás injusto de olvido de los héroes civiles y de los soldados que defendieron con enorme valor el suelo patrio y en ello perdieron muchos la vida. Hoy tal parece que los únicos héroes, fueron solamente el Teniente José Azueta Abad y el cadete Virgilio Uribe Robles.
Esta semana he venido realizando una encuesta informal en varias partes de la ciudad, formulando solamente una simple pregunta....¿Sabe usted quién fue Andrés Montes?. Al día de hoy, solamente he tenido una sola respuesta positiva. Los demás sencillamente me dicen que no saben y tal parece que les estoy hablando “en chino”.
Con este artículo empezaremos a comentar con ustedes, estimado amigos lectores, la vida y hazaña heroica de don Andrés Montes Cruz y también la vida ejemplar de su esposa, doña Cecilia Palacios Martínez. Platicaremos con ustedes de lo que fue de sus seis hijos y del calvario sufrido por esta abnegada mujer veracruzana que luchó contra todas las adversidades para sacarlos adelante y hacerlos lo que fueron, hombres y mujeres de bien para su familia y para México, con el ejemplo del sacrificio de su esposo y padre.
El 21 de abril de 1914 nace un héroe que cae en defensa de la soberanía nacional y nace una heroína, que sufre la pena de perder al hombre con el que ha formado una familia y que tiene a partir de ese día, el deber de velar por sus seis pequeños hijos, sin contar con los recursos económicos suficientes. Las balas invasoras les abrieron las puertas de la Historia y hoy son claros ejemplos de lo que deben ser los más elevados valores de una familia mexicana, en una nación que lamentablemente hoy se encuentra por demás confrontada.
Guardada toda proporción histórica, la vida de doña Pilar Palacios de Montes es muy similar a la de doña Margarita Maza de Juárez, y es por eso que estamos tan interesados en que nuestros lectores conozcan de ella y sea los vehículos de transmisión de su vida ante otras personas, para que no descuidemos lo que ellas hicieron.
Pero la vida moderna los ha olvidado, como a muchos otros que combatieron el 21 y el 22 de abril de 1914 en las calles y casas de nuestra ciudad. Hoy, gracias a este espacio que se nos brinda, podemos recordarlos con admiración y dejar nuevos testimonios para que no se pierdan estas epopeyas que nos han dado la oportunidad de presumir de nuestras “haches” ante propios y extraños.
Quiero dejar constancia de mi agradecimiento a dos personas. A la licenciada Elia Melchi Reyes, reportera del periódico “Notiver”, ya que fue a través de ella y de su valiosa entrevista a doña Pilar Montes Palacios, en abril de 2005; que pude iniciar estas tareas de investigación histórica acerca de nuestros personajes. Y a la señora doña Cecilia Catala Montes, nieta del héroe, que actualmente reside en la ciudad de México, y quien me ha brindado la oportunidad de conocer más de esta historia y de su familia, y de tener en mis manos objetos valiosísimos que más adelante comentaremos.
Recuerdo como si fuera ayer, que el año pasado, en una mañana del mes de mayo, acudimos al domicilio de doña Pilar Montes, que se encontraba en el callejón de Santos Degollado, entre las calles de Aquiles Serdán y Mario Molina, con el objeto de visitarla y entrevistarla para la revista “Boletín Naval”. Además de Elia Melchi, me acompañaban estimados amigos y compañeros de la Brigada Veracruz de la Asociación de la Heroica Escuela Naval Militar, A.C, que también tenían deseos de conocer a doña Pilar. Entre ellos estaban el señor almirante don José María González Sánchez, el señor almirante Miguel Carlos Carranza Castillo, cronista de la Secretaría de Marina-Armada de México, el señor capitán de navío Germán Alvarez Lobato, en aquel entonces director de la Escuela de Ingenieros de la Armada y mi amigo y mentor, don José Pérez de León y Cruces, cronista de la ciudad de Veracruz. No tuvimos suerte, ya que doña Pilar no se encontraba en esas horas en su domicilio. Pocos meses después fallecería doña Pilar y con ella la última hija del héroe. Estábamos promoviendo un homenaje a su padre en la Heroica Escuela Naval Militar, que lamentamos ya no se haya podido efectuar por tan triste deceso.
Otro justo reconocimiento debe ser el del finado Profesor don Guillermo Castañeda Islas, gran apasionado de la historia de México y en lo particular de Veracruz y la intervención norteamericana de 1914. Don Guillermo, quien me honró con su amistad y al que tuve la fortuna de conocer en las épocas en que se desempeñaba atinadamente como director de mi escuela, la primaria “Francisco Javier Clavijero”, conocida por todos como “La Cantonal”, ya que siempre se preocupó porque la hazaña de Andrés Montes no cayese en la desmemoria histórica. Año con año organizaba homenajes al héroe y promovió desde 1965, la edición de un modesto folleto con una síntesis biográfica de don Andrés, y que utilizaremos en estas crónicas periodísticas.
Nos narra don Guillermo...”Veracruzano de abolengo, vio la primera luz en el patio de “El Gallo”, situado en la calle de Esteban Morales, entre Nacozari y Cinco de Mayo; sus progenitores fueron el señor Andrés Montes y la señora Encarnación Cruz de Montes. El pequeño Andrés asistió a su tiempo, a la Escuela Primaria de su barrio, la antigua y renombrada “Bomberos”, actual “José Miguel Macías”, donde inició sus amistades más firmes y sinceras entre compañeros de estudio.
Desde muy joven adoptó por oficio el de la carpintería, llegando a adquirir notable maestría de modo tal que sus clientes no sólo eran de la localidad sino de otras partes del Estado y aún del país. Logró reputación de magnífico ebanista, serio, honrado, cumplido y dedicado a su trabajo, cualidades éstas que le valieron la estimación de múltiples personas que todavía ahora conservan de él el mejor de sus recuerdos.
El hogar y el taller del futuro héroe se encontraba en la calle de Lerdo número 57 y medio –el profesor Castañeda lo anota como el número 37, pero una factura de don Andrés claramente señala el 57 y medio-, habiendo contraído nupcias muy joven con la que llegara a ser ejemplar compañera y madre abnegada, la señora doña Cecilia Palacios de Montes, quien le dio seis hijos: Aurora, Guillermo, Encarnación, Andrés –el héroe lo llamó Roque Jacinto, pero su madre lo registró como Andrés-, Pilar y Carolina.
La vivacidad de la mirada, la firmeza de su expresión, la amplia y despejada frente, la nariz recta y delicada, la boca firme y bien dibujada, el semblante más bien blanco y de aire tranquilo, todo ello aunado a un carácter alegre, franco, leal y decidido pudieran servir para trazar los rasgos generales de la imagen ideal de Andrés Montes. Así lo recuerdan sus hijos y sus amigos en sus magníficos 35 años de plena madurez viril al momento de su heroico sacrificio...”
Por hoy aquí dejaremos nuestro relato. La semana próxima D.M. narraremos el acto heroico y lo más seguro es que tengamos que ir a una tercera parte para tratar la historia de doña Cecilia y sus hijos. Esperamos mantener en ustedes el interés en nuestras historias. Un saludo afectuoso a mi amigo el estupendo fotógrafo Carlos Cano, quién con gran entusiasmo y solidaridad ha iniciado el proceso de restauración de dos retratos de don Andrés y de su esposa.

Comentarios a victor@gardoqui.com