jueves, 28 de marzo del 2024
 
Por Raymundo Jiménez
Columna: Al pie de la letra
Duarte: color político
2014-07-24 | 09:49:46
Aunque en Veracruz ya andan circulando
desde hace rato listas de
probables candidatos priistas a la
diputación federal –nominaciones
que se definirán seguramente hasta
principios de marzo de 2015–, lo cierto
es que en esas supuestas ternas no han
sido incluidos aún algunos aspirantes
veracruzanos cobijados por la Federación
y que, según ha trascendido, podrían
sorprender con su postulación a
la militancia local del partido tricolor.
Uno de estos casos podría ser el del
reconocido cirujano plástico, doctor
Román Garzón Loyo, descendiente
del exalcalde porteño Román Garzón
Arcos (Q.E.P.D.), el cual es muy allegado
a la familia del presidente Enrique
Peña Nieto.
Es tal la cercanía de este médico
jarocho con la familia del jefe del Ejecutivo
federal que uno de sus hijos, el
“Chino” Garzón, fue de los pocos invitados
a la residencia presidencial para
disfrutar el juego de futbol entre los
seleccionados de México y Brasil junto
con el Presidente de la República, su
esposa Angélica Rivera de Peña y de
sus hijas Nicole y Paulina Peña, y Sofía
y Fernanda Castro Rivera.
Otro aspirante más que tampoco
ha sido considerado en las listas de
precandidatos que andan circulando
es Salvador Mikel Rivera, ex secretario
de Gobierno, ex procurador general de
Justicia del estado, notario público y
actual director jurídico del Instituto
de Seguridad y Servicios Sociales de
los Trabajadores del Estado (ISSSTE),
quien ya fue diputado federal por el
puerto de Veracruz (1994-1997).
Bueno, entre las sorpresas que
podrían darse hay quienes se atreven
a encartar hasta al exdirigente de la
CNOP estatal, Silvio Lagos Galindo,
actual director del Programa de
Rescate de Espacios Públicos de la
Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial
y Urbano (SEDATU). Lagos
ya fue diputado federal por el octavo
distrito, Xalapa-Rural.
Habrá quienes cuestionen el
arraigo y los niveles de conocimiento
y aceptación popular de estos aspirantes
comparándolos con otros prospectos
mejor posicionados actualmente
en las preferencias ciudadanas, pero
sí de las altas esferas del poder central
deciden postularlos ya corresponderá
al gobernador Javier Duarte y a sus
operadores del priismo estatal hacer
todo lo que sea necesario para sacarlos
victoriosos de la elección.
Y es que ahora, con el retorno del
PRI a Los Pinos, estaría por revalidarse
aquella vieja regla no escrita que
prevaleció durante las siete décadas
de hegemonía priista: los candidatos
a gubernaturas y al Congreso de la
Unión los pone el Presidente de la
República, y los alcaldes y diputados
locales le corresponden a los mandatarios
estatales.
En el caso de Veracruz es posible
que esta costumbre priista de antaño
pudiera hacerse efectiva otra vez, ya
que de acuerdo al documento “Informe
Prospectivo 2014-2015” sobre la
situación política rumbo a los comicios
del año próximo y que incluye un
perfil de los actuales gobernadores de
los 31 estados y del jefe de gobierno del
Distrito Federal –el cual fue publicado
por el diario Reforma en su edición
de ayer–, al mandatario veracruzano
Javier Duarte se le considera “con calificación
baja en la percepción, pero
con control político del estado”.
De hecho, equiparado con la mayoría
de los gobernantes del tricolor y
hasta de la oposición, Duarte de Ochoa
es de los mejor evaluados entre los
operadores priistas, junto con el de
Coahuila, Rubén Moreira, al cual le
reconocen como su principal apoyo
que los “programas de gobierno (están)
completamente vinculados con
el partido”.
Y es que, por ejemplo, a Eruviel Ávila,
del Estado de México, le imputan
“un desgaste mayor al esperado, se
percibe un alejamiento respecto a su
antecesor (Peña Nieto) y al gobierno
federal, por diferencias con algunos
funcionarios”; a Rodrigo Medina, de
Nuevo León, le achacan que “su padre
inf luye en forma importante y poco
sana en las decisiones de gobierno y de
política”; en Jalisco, donde gobierna
Aristóteles Sandoval, ven “muy sólido
el PAN, y a Movimiento Ciudadano,
cuyo líder, Enrique Alfaro, está bien
posicionado”; el gobernador de San
Luis Potosí, Fernando Toranzo, sale
“muy mal evaluado en la capital” y lo
ven “distanciado con la clase política
y empresarial”, sin “vinculación de
gestión partido-gobierno”; en Aguascalientes,
Carlos Lozano resulta “mal
evaluado” producto de sus “diferencias
con el sector empresarial” y la “injerencia
riesgosa de su hijo en decisiones
del gobierno”; en Tamaulipas, Egidio
Torre Cantú también es mal valorado
por ser “excluyente con la clase política
y empresarial” y sin “vinculación
partido-gobierno”; y Mariano González
Zarur, de Tlaxcala, es cuestionado
por la “operación nula a favor del PRI”
y porque su “hijo tiene una actividad
de riesgo para el gobierno y el partido”.
De confirmarse en el proceso electoral
federal de 2015 el aterrizaje de
estos y otros candidatos desarraigados
de la entidad pero arropados por
la Federación, en Veracruz muchos de
la élite priista y de la clase gobernante
local tendrán que seguir el sabio consejo
del ex gobernador y expresidente
de la República, Adolfo Ruiz Cortines,
quien decía que en política muchas veces
“hay que aprender a tragar sapos
sin hacer gestos”.
Ni modo, ese es el costo de haber
recuperado el poder presidencial.


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