martes, 23 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De politica y cosas peores
Que robe, pero que hagan
2014-07-31 | 09:51:29
La maestra reprendió a Pepito: “¿Por qué le
diste a Juanito una patada en el estómago?”.
“Fue un error, maestra -reconoció el chiquillo-.
La verdad es que apunté más abajo”...
Un feroz criminal fue ejecutado en la silla
eléctrica. Llegó al infierno y Satanás le
dijo: “Voy a buscar tu expediente. Mientras
tanto puedes sentarte”. “Gracias -declinó el
individuo-. Vengo de estar sentado”...
El herrero Gago era tartamudo. Tomó un
gran mazo y le ordenó a su nuevo ayudante:
“Po-pon en el yu-yunque la pipí”. “¡Óigame
no!” -se alarmó el mocetón. El forjador
estalló: “¡La pi-pi-eza de me-metal, penpen-
dejo!”...
Un viejecito llegó a la consulta del doctor
Ken Hosanna. Traía un pie hinchado. “¿Qué
le sucedió?” -preguntó el facultativo. “Déjeme
contarle, doctor -dijo el anciano-. Hace
50 años me perdí en un bosque. Después de
mucho andar llegué a una casa. Le pedí a su
dueño que me dejaran pasar ahí la noche”.
El doctor Hosanna lo interrumpió, impaciente:
“ ¿Qué tiene que ver eso con su pie?”.
“Aguarde un poco -respondió el viejito-.
Cuando ya todos dormían entró en mi cuarto
la hermosa hija del señor y me preguntó si
quería algo. Le dije que no.
Media hora después regresó cubierta solo
con un vaporoso negligé y volvió a preguntarme
si quería yo algo. Respondí que no,
y se fue.
Una hora después se presentó de nuevo,
ahora sin nada de ropa encima, y me preguntó
una vez más si no quería yo nada. Repetí
que no. Ella se fue y ya no regresó”.
Irritado por aquel largo relato el doctor
Hosanna le dijo: “Vuelvo a preguntarle:
¿qué tiene qué ver todo eso con su pie?”.
Respondió el ancianito: Hoy se me prendió
el foco de repente y entendí lo que quería la
muchacha. Me dio tanta rabia no haberlo
entendido aquella noche que de coraje le di
una patada a la pared”...
Murió un mexicano y fue a dar a los infiernos.
Digo “a los infiernos”, y no “al infierno”,
porque había varios infiernos de diferentes
nacionalidades: un infierno inglés, uno alemán,
otro italiano; un infierno francés, uno
norteamericano, etcétera. Había también,
claro, un infierno mexicano.
A nuestro paisano le llamó la atención ver
que mientras todos los infierno se veían vacíos
y desolados el infierno de México estaba
lleno a su máxima capacidad, y una clientela
ansiosa se aglomeraba ante su puerta pidiendo
con desesperación entrar.
El mexicano preguntó a qué se debía eso.
Le explicó alguien: “Es que el infierno mexicano
nunca está prendido. O no tienen leña,
o se les acabó el carbón. Las calderas están
siempre descompuestas. Los diablos rara vez
trabajan, pues se la pasan en huelgas, paros,
bloqueos y manifestaciones.
“De vez en cuando, por casualidad, consiguen
leña, hay carbón, arreglan las calderas,
van los diablos a trabajar y por fin encienden
el infierno. Entonces le das 100 pesos a cualquier
diablo y te lo apaga”.
Ese cuentecillo es tachado de apócrifo por
algunos críticos, pero yo lo creo verdadero.
Ilustra con meridiana claridad un vicio que
parece consustancial a nuestra vida pública:
la corrupción.
“No le pido a Dios que me dé; nomás que
me ponga donde hay”. La conocida frase parece
ser el lema, divisa o mote de muchos que
dicen servir y que en verdad se sirven. Los
que están afuera dicen con resignación que
roza el cinismo: “Que roben, pero que hagan”.
Los de adentro proponen con realismo
práctico: “Que se bañen, pero que salpiquen”.
Y entre el conformismo de los de afuera y
la complicidad de los de adentro el país se
pudre en miasmas deletéreos. (Permítanme
un momentito, por favor. Voy a anotar eso de
“mismas deletéreos” por si alguna vez se me
ofrece insultar a alguien: “Eres un miasma
deletéreo”).
Lo dicho: México no será un estado de
derecho mientras siga viviendo en estado de
corrupción. (Eso no lo voy a anotar). La noche
de bodas la desposada le pidió a su flamante
marido que la esperara un momentito.
Procedió entonces a ponerse en la cara
una crema; en los brazos otra; más crema
en los hombros; en el busto una crema más;
en la cintura un aceite; en los muslos otra
crema y en las piernas otra crema. “Ahora sí,
mi cielo -autorizó la muchacha tendiéndose
en el lecho con actitud voluptuosa-. Ven a
mí”. Él preguntó, inquieto: “¿No me iré a
resbalar?”... FIN.


MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Jean Cusset, ateo con excepción de las veces
que se siente solo, dio un nuevo sorbo a su
martini -con dos aceitunas, como siempre- y
continuó:
-Tengo en mi biblioteca los más extraños
libros. El otro día tomé uno al azar, y también
al azar abrí sus páginas. Leí esto: “... Para el
bautismo debe emplearse agua natural. Hay
duda acerca de si puede bautizarse con café,
té, cerveza o lejía. De plano no se puede bautizar
con saliva, leche, sangre o lágrimas...’’.
-El libro -siguió diciendo Jean Cusset- se
llama “Moral Médica en los Sacramentos de
la Iglesia’’. Lo escribió el doctor Luis Alonso
Muñoyerro, español. El autor se ocupa
también de lo que llama “el bautismo de los
monstruos’’, es decir, de los hermanos siameses
o seres similares. “Si son dos cabezas
y dos pechos habrá que bautizar cada cabeza.
Si son dos cabezas y un pecho, se bautizará
una cabeza absolutamente, y la otra diciendo
estas palabras: ‘Si eres otro hombre, etc. Si
son una cabeza y dos pechos, se debe bautizar
la cabeza incondicionalmente, y luego
cada uno de los pechos diciendo: ‘Si no estás
bautizado...’’.
-¡Qué absurdas nos parecen esas sutilezas
ritualistas! -dijo Jean Cusset-. Hay un
hermoso rito, sin embargo, que es muy sencillo:
hacer el bien; amar a nuestro prójimo y
demostrarle con actos buenos nuestro amor.
He ahí el mejor bautismo que podemos dar,
y el mejor que podemos recibir.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Desciende el consumo de cigarrillos...”.
Según evidencias fuertes
que en todas partes se ven,
va descendiendo también
la estadística de muertes.


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