jueves, 28 de marzo del 2024
 
Por Alfredo Tress Jiménez
Columna: ¿Usted qué opina?
Y al que espía… ¿quién lo expía?
2015-05-27 | 20:29:55
¿Usted qué opina?
Por: Alfredo Tress Jiménez
Y al que espía… ¿quién lo expía?
No cabe duda que el ruido, el azoro, el morbo y hasta la revelación, acompañan a todo hecho dispersado muchas veces, su contenido real, en los medios de comunicación a 8 columnas.

Pero, siendo el tema tan extenso y profuso en sus ángulos y dimensiones, lo abordaré a partir de sus mitos y espejismos, según yo los juzgo, para tratar de quedarme al final, a partir de un ejercicio de sentido común, con la premisa en la que creo buscando un bien mayor; el derecho elemental de cualquier ser humano a la privacidad de su vida personal, íntima o secreta.

Así que, antes de comenzar, necesito advertir que en esta columna no verteré comentario alguno sobre las declaraciones del Consejero Presidente del INE, ni de otros infortunados servidores públicos, funcionarios o gobernantes, sea cual sea lo agraviante de lo que hayan dicho, dentro o fuera de contexto, y me referiré sistemáticamente a dilucidar este acto, aparentemente libertador, pero con réditos muy altos para una vida democrática.

Vivimos en un estado de transición permanente, mejorando nuestros procesos y llegando incluso a aparentes excesos a la hora de aplicar la ley, permítame citar casos donde a delincuentes confesos, se les pone en libertad cuando el proceso de aprensión no cumple con las mínimas normas legales o estas se violenta.

Eso quiere decir que cuando las pruebas o los presuntos culpables son exhibidos, aprehendidos o capturados en flagrancia, pero los medios no son los humanamente permitidos, la ley falla a favor de ellos. Entonces, pregunto, ¿acaso ante estas situaciones, “el fin sí justifica los medios”?

Porque pareciera ser que una vez echada a andar la campaña de difusión, aunque la información obtenida fuese indebida, se vuelve cosa menor y accesoria el hecho de averiguar su origen. Como si solo fuera, casi una falta administrativa.

Imagínese apreciable lector que alguien derriba la puerta de su casa, hurga en sus cajones y obtiene un foto comprometedora de su persona o un recado, o un recibo, en fin…y de pronto a nadie le interesa saber quién entró, quien violó la intimidad de su hogar, ya que es tan fuerte el ruido, que parece un sinsentido hablar de ese crimen.

Claro que para que se dé esta condición, se dice que debe existir toda una red de difusores del agravio; radio, televisión, prensa escrita, etc., los cuales, la mayoría de veces si existen de por medio recursos económicos o influyentísimo, se curan en salud diciendo que la difamación es producto de un espionaje, pero en ningún momento asumen la corresponsabilidad de difundirla, algo así como cuando en la cola de las tortillas, oímos a una comadre decir…”No me creas, y no es chisme, yo solo te lo digo como me lo dijeron”

Desde mi punto de vista, si una llamada o una noticia proviene de un ámbito ilegal y lo que venden los medios es información, vender una nota que viene del mercado negro, se vuele tan grave como vender robado, es más, es lo que termina potenciando esta actividad. Pues el que no dice la verdad, delinque tanto como el que la omite y en este caso, desde mi punto de vista tanto peca el que mata la vaca como el que transmite la nota.

Permítanme ser un poco más radical, me parece que aun estando de por medio una causa que pudiera ser justa o una verdad fundamental, negociar, dar espacio y presencia a prácticas como estas, es una equivocación, con los terroristas no se negocia, ni se les dan planas, ni espacios en la televisión, ¡bueno eso creo!.

Por otra parte también quiero llamar su atención en un punto recurrente en nuestra historia, la creación de mitos, la elaboración de caudillos y de villanos. Pareciera que partimos de la suposición de que un funcionario, gobernante o servidor, no tiene o no debe tener un solo doblez en su vida, ya no pública, sino personal, intima o secreta. Que todos ellos deben someterse a un juicio impecable y al claustro interior de sus emociones. Sin embargo, mi opinión es que a partir de esta mitología se construyen figuras tiesas de los héroes y monstros o caricaturas de los tiranos.

Los servidores, funcionarios, gobernantes, inclusos nuestros propios jefes de familia, más allá de la veneración o el señalamiento flamígero, son seres humanos, con espacios para la reflexión, el ocio, la exageración, la empatía y la antipatía, y lo que hace grande, en mi opinión, a un político o líder, es estar más allá de la epidermis de su ánimo, lo cual no significa que carezca de afectos o de prejuicios, incluso de animadversiones, las cuales mientras no impidan su justo desempeño, seguirán formando parte de su vida privada.

Pues así las cosas con las llamadas telefónicas y el espionaje, que tanto rating da a los medios y que tan buen negocio se ha convertido, seguramente para los que trafican con ellas, ¿o será que se la pasan entrando en un panorama de ficción, que igual que con el fenómeno de las drogas? Algunos opinen que la mejor manera de acabar con ellas sea legalizarlas…de esa forma tarde o temprano, tendríamos todos los días fragmentos altisonantes, pasajes decepcionantes y expresiones abruptas, hasta que un día ya no causaran ningún azoro a la población… Más o menos lo que pasa hoy, pero sin el negocio de la exclusiva.

Es fundamental rescatar y mantener resguardado el espacio y la línea divisoria entre lo público y lo privado, lo cual resulta muy complicado a partir de un modelo de comunicación que ha hecho de los programas de chismes, de la pseudo prensa y del espionaje, prácticas donde, con el mayor descaro, se asumen rutinas de terror en aras de la verdad.

Algo así como el Santo Oficio, a la voz de quémenlos y luego averiguamos. Finalmente quiero terminar, quiero reiterar, que en ningún momento ha sido mi interés hablar sobre los contenidos de estas llamadas, ya que, insisto, el hecho de que el fin sea tan importante como los medios, es lo único que garantiza un estado de derecho y legalidad, de dignidad humana.

No nos quedemos en el escándalo ni nos distraigamos con las llamadas, como dice el comercial, si nos distraemos demasiado con el celular, podemos accidentarnos. No nos distraigamos y dejemos de ver lo fundamental, lo necesario de participar en procesos críticos y políticos como las votaciones que se avecinan.

Tenemos la edad y el criterio para defendernos de la propaganda, para poner las cosas en perspectiva y en contexto, y para saber que a los villanos no los hace una llamada o una imprudencia, los construyen sus acciones, los resultados de su gestión, y las grandes obras o las grandes omisiones de las que hoy somos beneficiarios o víctimas. ¿Usted qué Opina?
alfredotress@hotmail.com

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