jueves, 25 de abril del 2024
 
Por Uriel Flores Aguayo
Columna: El piojo, la pioja y la paja
El piojo, la pioja y la paja
2015-07-31 | 09:22:07
Guste o no, se sepa o no y se simpatice o no con el
futbol, es prácticamente imposible abstraerse
de los desfiguros del “Piojo Herrera”; es obvio
que el futbol, pero sobre todo lo relacionado
con la selección nacional, en México ocupa un
lugar central de la atención e inquietudes de la
población; supongo que no es muy diferente
en la mayoría de los países, al tratarse de un
deporte de conjunto que suele resultar creativo
y apasionante; al tener su propia Copa Mundial,
más torneos regionales de todo tipo entre equipos
y selecciones, logra audiencias globales que
tienen impacto mediático, económico y social.
A mí, en lo particular, me gusta mucho el futbol.
Los manejos del futbol profesional en México
es cuestión aparte; está controlado y se usa
políticamente por el duopolio televisivo, con
preeminencia de Televisa; el peso de los factores
económicos suele despertar sospechas y distorsiona
de alguna manera la esencia del futbol,
sin embargo es una realidad la importancia que
tiene para mucha gente, millones: tan solo la
final de la Copa de Oro fue vista en televisión
por más de diez millones de mexicanos.
Es confuso y limitado, a mi juicio, decir
que se trata de un deporte enajenante. Veo
otros rasgos en verdad negativos, como la
excesiva comercialización, las imposiciones
de horarios de las televisoras y un esquema de
sueldos desproporcionado, artificial y fuera
del mercado. Por supuesto, como lo vemos en
nuestro equipo Tiburones Rojos, se intentan
manipulaciones de corte político para uso
de personajes y partidos, en especial el PRI;
recordemos la reciente ocurrencia electorera
de vestir de verde a los Tiburones Rojos.
La designación del Piojo Herrera, como
entrenador nacional tenía la clara huella de
Televisa, pero fue aceptada por los dueños
de los equipos de futbol; en realidad no tenía
mayores méritos, sin embargo llegaba en una
situación crítica para la selección y mostraba
arrojo. Siempre lo vi como un motivador, cuate
de sus convocados y un entrenador de medio
pelo, de hecho había estado al frente de los
Tiburones con resultados desastrosos. Pero así
como él, los demás entrenadores son colocados
independientemente de sus resultados por
promotores y representantes.
El futbol profesional de México es un sistema
total, no muy diferente al sistema político
y económico que nos rige; es un gran negocio
particular con líneas confusas de entrelazamiento
con sectores públicos.
Ese sistema cuenta con el sustento formidable
del duopolio televisivo que siempre pondrá
por delante su afán de lucro; se dice que si la
selección no hubiera ganado la Copa de Oro, al
estar impedida - en ese caso - para competir por
la Copa Confederaciones, el duopolio perdería
cincuenta millones de dólares en publicidad.
En ese mar de dinero es muy difícil mantener
la transparencia y la honestidad a la hora de
tomar decisiones claves: como designar sedes
de campeonatos, nombrar árbitros de juegos
definitivos, regular la multipropiedad, respetar
la dignidad de los jugadores, etc.
Debiera ser motivo de atención la política
salarial en el futbol de primera división, cuando
se habla de cantidades tan exageradas se entra
a los terrenos de la irrealidad; no hay correspondencia
en el nivel de nuestra economía con
los salarios que devengan muchos jugadores
y entrenadores.
Alguna razón debe haber para aparentar
bonanza en el futbol mientras la economía
nacional da de tumbos; no existe coherencia
entre el nivel de nuestra economía y los contratos
del futbol.
De entrada, es una fantasía que jala hacia
arriba los precios de las entradas, la publicidad
y los derechos televisivos; somos los ciudadanos,
estemos o no en los estadios, quienes
terminamos pagando estas excentricidades
para que algunos personajes dominen la escena
pública y proyecten buena imagen.
El Piojo Herrera es una muestra de lo que no
se debe hacer: mercantilismo desproporcionado,
uso partidista, protagonismo verborreico,
pérdida de control y estrategias limitadas.
Su arrojo le abrió caminos, mientras que
su inmadurez y mal carácter se los cerraron.
Saber lo que ganó el Piojo en dos años, entre
publicidad y la selección, que son 130 millones
de pesos, debe llevar a preguntarnos sobre
los manejos de la selección. Esos pagos están
muy por arriba de ingresos de altos ejecutivos.
Finalmente, el comportamiento porril del Piojo
no creo sea muy distinto a los de capas sociales
privilegiadas.
Con el auxilio de las redes sociales, los
ciudadanos futboleros deben tener más protagonismo,
participando en foros, exigiendo
transparencia en todo e impulsando la democratización
de las estructuras directivas
del futbol. Ese es el verdadero debate, mucho
más allá de las circunstancias que motivaron
la salida del Piojo, quien siempre fue perfectamente
prescindible. Nuestro futbol está
urgido de cambios, ya no debe seguir siendo
el aparador legítimamente del duopolio, su
desarrollo debe estar muy lejos de cualquier
interés particular; es y debe seguir siendo una
plataforma para la convivencia familiar y el
ejemplo a niños y jóvenes.
Recadito: Los troncos, los mini broncos y
los listos deben decirnos cuál es su proyecto;
para rollos ya estuvo bien.
ufa.1959@gmail.com


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