viernes, 26 de abril del 2024
 
Por Adela Navarro Bello
Columna: La cruzada presidencial contra el populismo
La cruzada presidencial contra el populismo
2015-10-03 | 09:08:04
¿Qué es lo que el Presidente Enrique Peña Nieto
entiende por populismo? es un misterio. Ya en varias
ocasiones en las últimas semanas, ha incluido el
tema en sus discursos –la más reciente en la Organización
de las Naciones Unidas, y haciendo un
llamado a las sociedades para evitar –supongo-
(Gobiernos) populistas al considerarlos un mal del
pasado con miras a regresar.
En la ONU llamó a las sociedades (del mundo
supongo, otra vez) a “estar alertas frente a quienes
se aprovechan de sus miedos y preocupaciones, ante
los que siembran odio y rencor, con el único fin de
cumplir agendas políticas y satisfacer ambiciones
personales”.
Enfatizó: “Nuevos populismos de izquierda y de
derecha, pero todos riesgos por igual, el siglo 20
ya vivió y padeció las consecuencias de individuos
que carentes de entendimiento, responsabilidad y
sentido ético optaron por dividir a sus poblaciones”.
Peña Nieto no proporcionó nombres ni de Naciones
ni de personas que promuevan el populismo que
dice puede afectar el crecimiento de las sociedades,
simplemente llamó a estar alertas.
El día de su III Informe de Gobierno, el Presidente
Peña discursó en Palacio Nacional: “En este
ambiente de incertidumbre, el riesgo es que en su
afán de encontrar salidas rápidas, las sociedades
opten por salidas falsas. Me refiero a creer que
la intolerancia, la demagogia o el populismo son
verdaderas soluciones. Esto no es nuevo…”
“Es una amenaza recurrente que ha acechado a
las naciones en el pasado. Hay ejemplos en la historia
en donde los sentimientos de inconformidad tras
crisis económicas globales facilitaron el surgimiento
de doctrinas contrarias a la tolerancia y los derechos
humanos…”
“De manera abierta o velada, la demagogia y el
populismo erosionan la confianza de la población,
alientan su insatisfacción, y fomentan el odio en
contra de instituciones y comunidades enteras.
Donde se impone la intolerancia, la demagogia
o el populismo, las naciones, lejos de alcanzar el
cambio anhelado, encuentran división o retroceso”.
Algo ha de saber el Presidente que no sabemos el
resto de los mexicanos, como para encabezar lo que
parece ser su propia cruzada contra el populismo,
tanto en México como en el mundo.
El populismo no ha sido clasificado en el estudio
de la política, la sociedad y el ejercicio de gobierno
como un régimen político, ni siquiera llega a
considerarse un modelo o sistema de gobierno;
el populismo deviene eminentemente de un líder
carismático con una premisa fundamental: la supremacía
de la voluntad del pueblo.
La gravedad, dicen los estudiosos, es cuando
el carismático líder decide lo que el pueblo quiere.
Y de la percepción de una conducta populista, el
pueblo transita a un régimen –ahora sí, régimendictatorial,
socialista, o autoritario.
En México las instituciones se han desarrollado
en un régimen presidencialista donde el Poder
Ejecutivo influye en el Poder Legislativo y en el
Poder Judicial. Donde lo que el pueblo necesita es
lo que el Ejecutivo dictamina y en consecuencia
acciona. No hay figuras de participación ciudadana
para que el pueblo tuviese una mayor participación
en la aprobación de políticas públicas, es lo que el
Gobierno ha estudiado y considera importante y
urgente, lo que se realiza de manera institucional.
En México el populismo se ha utilizado más en
términos político electorales, que como un modo
de gobierno.
Sí ha habido en México liderazgos considerados
populistas, quizá el más llamativo haya sido el cariz
que imprimió a su sexenio Luis Echeverría Álvarez,
o el que por su cuenta llevó a cabo José López Portillo,
quienes tomaron medidas para beneficiar a
la masas, para tener contento al pueblo por encima
del desarrollo integral de la sociedad mexicana.
Al final, hicieron ricos a unos cuantos y pobres
a millones de mexicanos que vieron su situación
aún más difícil cuando la dádiva del populismo
les fue retirada.
De los sexenios tanto de Echeverría como de
López Portillo, los mexicanos acabaron pagando el
costo de esas políticas populistas cuando se encontraron
con una mayor inflación, más deuda pública
y devaluaciones del peso mexicano.
El populismo en un sentido peyorativo se entiende
en México como las medidas que benefician
temporalmente a los más necesitados en la cadena
de los estratos sociales, pero que no marcan políticas
de desarrollo y crecimiento para la sociedad en
general.
El propio Peña ha tomado acciones populistas
incluso desde antes de ser Presidente de México,
cuando fue candidato, su campaña se basó en la
estrategia populista de dar dinero, enceres, comida,
mandado, a los electores de bajos recursos, para
quitarles el hambre o la necesidad unos días a cambio
del voto, que, en efecto, lo llevó a la Presidencia
de la República (Ejemplos: Caso Monex, Soriana,
etcétera).
Una vez en el Gobierno, el Presidente apostó su
resto a las reformas estructurales, particularmente
a la fiscal: incremento en las tasas impositivas,
gravámenes al consumo, más impuestos, una reestructuración
fiscal, que en teoría –y en la práctica
si creemos los números que presenta el Secretario
de Hacienda, Luis Videgaray Caso- benefician a las
arcas gubernamentales con una mayor captación
de recursos, que a su vez se utilizan en programas
de corte populista –aparte del elevadísimo gasto
corriente y la sospecho inversión- como la Cruzada
contra el Hambre.
A este Gobierno que alerta del populismo, la
política populista le va bien. A las madres de familia
de escasos recursos en el país, les da 600 pesos,
900, mil; también le da arroz y lenteja, frijoles y
harinas, huevos y maíz. A los jóvenes pírricas becas
de 200, 300, 400 o hasta 700 pesos al mes para ir
a la escuela.
De obra poco se sabe, especialmente de la que no
está bajo sospecha de tráfico de influencias. En mi
región por ejemplo, en mi Estado, de cinco compromisos
de Enrique Peña Nieto ya como Presidente
de la República, no ha llevado a cabo ninguno.
El Presidente Peña alerta a las sociedades, en su
cruzada contra el populismo, a no dejarse engañar.
A no creer en líderes carismáticos, y en el discurso
acepta las pobres condiciones en las que vive México.
En la ONU refirió como el que puede ser el origen
del populismo: “Con las crecientes desigualdades,
con una crisis económica mundial que no cede
y con una frustración social que esto provoca, el
mundo de hoy está expuesto a la amenaza de los
nuevos populismos”.
Ciertamente México, el México gobernado por
Enrique Peña Nieto, cuenta con esos elementos.
Hay más pobreza, el peso se devalúa frente al dólar
cada semana (28 por ciento en el último año), la
inseguridad en nuestro país va a la alza, el crecimiento
del narcotráfico tiene municipios en calidad
de zonas de guerra, la incapacidad del Estado para
solucionar los casos de violencia despierta la frustración,
la pérdida del poder adquisitivo del sueldo
de los mexicanos emite al hartazgo; la ausencia de
justicia para las víctimas, y la impunidad para los
criminales, llevan a un estado de frustración.
Si los mexicanos se decantan por un líder populista,
será porque en este sexenio, en el de Enrique
Peña Nieto y por lo menos a la mitad de su gobierno,
están dados todos los elementos para que así sea.
Entonces la cruzada de Peña contra el populismo,
será solo un pretexto para el México que nos legará,
mientras pasivamente lo permitamos.


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México