martes, 23 de abril del 2024
 
Por José Cueli
Columna: El 68, Ayotzinapa: inasimilable e irrepresentable
El 68, Ayotzinapa: inasimilable e irrepresentable
2015-10-03 | 09:10:20
Los hechos poseen una realidad tan
evidente que turba cuando no irrita.
Irritación que es defensa a una rabia
contenida a punto de estallar. El país envuelto
en un resplandor que se difracta
envuelto entre pequeña luz esperanzadora
y sombras, muchas sombras: entre
la vida y la muerte.
Con el frío “climático” de esta época,
los de la “pobreza extrema”, los campesinos
marginados, se andan alimentando
de tamales de viento en manteca requemada
y atole aguanieve de lágrimas
y chocolate para tener la cabeza más
despejada y aprovechar las salidas fugaces
de un sol exangüe y poder acostarse
en cama de polvo empedregado
aprovechando el viento al aspirar sin
agua el polvo y la basura chorreando,
dando muestras de solidaridad política
de altura, purgados con cocimientos de
hambre, flemas y desnutrición y cuidando
los genitales, única defensa ante los
ventarrones de la política del alza de
los costos de la vida, y la crueldad en el
umbral más alto: los 43 de Ayotzinapa
desaparecidos hace un año.
Se pretende explicar lo inexplicable,
hacernos tragar un anzuelo, sin nada
que masticar. Locución gruesa, blasfema
a su modo, despegar más allá del
menester tradicional. No queda de otra
a los familiares de los normalistas de
Ayotzinapa y a la sociedad que enamorarse
más y más de La Llorona vestida
con su chal negro bordado de colores
hierbabuena, mandarina y granada
en que resaltan unos ojos café madera
que se confunden con montañas de café
con leche endulzadas con piloncillo
salitroso, mientras devoran vendavales
invisibles en camas de arena de piedra,
en la cachonda promiscuidad que vuelve
a cada una de sus mujeres una “Llorona”.
Ante “Ayotzinapa” se insiste en las
políticas occidentales, mediterráneas,
basadas en el logofonocentrismo y la
unidad que rechaza cualquier oposición
y 164 110 5 40 considera secundarios los
efectos: las vivencias de los que se hallan
al margen (¿qué acaso sentirán?) y sus
opiniones confusas e incongruentes. Al
fin y al cabo las definiciones teóricas
son proporcionales al desprecio por los
que nada tienen, sólo sensaciones, que
incluyen la crueldad.
Hay sucesos como Ayotzinapa que
por el impacto que ejercen sobre nosotros
paralizan la capacidad reflexiva,
impresionan y lastiman al “yo”
desorganizándolo. Lo que conduce a
experimentar los afectos y sensaciones
más extremos: horror, terror, impotencia,
indefensión, confusión extrema y
sufrimiento en aumento, síntesis de lo
que llamamos “crueldad”. Al no existir
la posibilidad de recuperarse de la
intensidad del primer impacto y los
sucesivos, resulta imposible instaurar
la capacidad reflexiva, el juicio crítico,
la racionalidad.
En relación con el tema que nos ocupa,
llama la atención el pensamiento
de Jacques Derrida, filósofo francés
que alerta sobre el hecho de que en el
tono de la crueldad hacemos como si
nos pusiéramos de acuerdo sobre lo que
el concepto quiere decir. Grausamkeit
sería la palabra empleada por Freud,
que no se asocia con el derramamiento
de sangre, sino más bien alude –Ayotzinapa–
“al deseo de hacer sufrir o hacerse
sufrir por sufrir”.
Derrida parte de la hipótesis siguiente:
“si hay algo irreductible en la vida
del ser vivo que llamamos hombre, es
la psyche… y si eso irreductible en la
vida del ser animado es la posibilidad de
crueldad, entonces ningún otro discurso
teológico, metafísico, genético, fiscalista,
cognitivista, jurídico, etcétera, sabría
abrirse a esta hipótesis. De acuerdo
con esto, el único discurso que podría
hoy reivindicar el tema de la crueldad
síquica como propio sería: “el nombre
de eso que, sin coartada teológica ni
de otra clase, podría volcarse hacia lo
que la crueldad síquica tendría de más
propio”. ¿El sicoanálisis?


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México