viernes, 29 de marzo del 2024
 
Por Silvana Rivera
Columna: Trump y perder el juego
Trump y perder el juego
2016-10-21 | 10:05:24
En la capital del juego, Las Vegas, Trump empezó el último debate presidencial jugando la carta del candidato estadista que está preparado para ser un presidente moderado, contenido, asertivo. Su temperamento volátil lo hace incompetente, presidencialmente hablando. Es su punto más débil, su lado más flaco. Al punto que la estrategia de comunicación del partido demócrata se ha dedicado a poner el dedo en la llaga, ¿Entiende Trump la diferencia entre un reality show y un trabajo serio de máxima responsabilidad? Y la impresión es que Trump llegó mucho mejor preparado que en los debates anteriores. Su voz inicial, ronca pero suave y casi de corderito, contrastó con el tema de la llamada Segunda Enmienda que protege el derecho de todo ciudadano a usar armas para su propia defensa. No le duró mucho el tono suave pero tuvo argumentos efectistas y bien dirigidos. Evidenció que la política migratoria de Obama y por tanto la de Hillary ha deportado millones de migrantes. La acusó de promover guerras fallidas y operaciones militares que, además de costar billones al estado americano, han desplazado trágicamente a multitudes de ciudadanos inermes y que han sido el germen de ISIS. Usó mensajes simples pero claros y potentes en temas como el TLC o la OTAN con argumentos proteccionistas. Y todo iba bastante mejor de lo que se esperaba de un Trump iracundo e incontrolable que, aunque más contenido, ya empezaba a mirar a su contrincante con
gestos de prepotencia y a lanzar frases racistas (bad hombres) y misóginas (such a nasty woman, que puede traducirse como “vaya mujer asquerosa” o repugnante o, más suavemente, desagradable) que difícilmente escondían su aire de superioridad, cuando finalmente dijo lo que en la cultura política americana puede catapultarlo para siempre. Y ahí empezó el final de su éxito. Ya había llamado a Hillary marioneta, mentirosa, criminal. Ya le había recordado lo que otros, colaboradores o contrincantes, piensan de ella. Ya había desacreditado a las nueve mujeres que aseguraron que las sometió a abusos sexuales y tocamientos muy parecidos a los que Trump presumió en una grabación que dio a conocer el New York Times. Sólo le faltaba decir lo que todos temían, propios y extraños, pero sobre todo su coordinador de campaña. Así que Chris Wallace le hizo la pregunta que podía haberlo salvado. ¿Aceptaría los resultados de la elección? Y lo dijo. Dijo que no dirá si aceptará el resultado en el caso de no ganar la elección. Lo que equivale a decir que a pesar de su esfuerzo por mostrarse presidencial sigue siendo el Trump exacerbado que sufre de delirio de persecución y ve enemigos múltiples que conspiran contra él y se confabulan para amañar la elección. Tiene sus motivos. Y lo explica siguiendo el hilo de la teoría de la conspiración. Duda de un juego limpio. Los medios están en su contra, los republicanos lo
abandonan, las mujeres lo difaman. Y para cuando termina el debate ya está tan enojado, seguramente consigo mismo porque ya se ha dado cuenta que cayó en el juego, que se aparta de su esposa Melania cuando ella se acerca y lo toma del brazo. Trump no le ganó a Hillary, perdió contra sí mismo. Lo descalabraron sus anacrónicos prejuicios contra bad hombres y nasty women, pero sobre todo su teoría de la conspiración. Para México, ni Trump ni Hillary son garantía de una política migratoria justa. Paradójicamente, muchos en México le tenemos tan poco afecto al TLC como el mismo Trump. El TLC logró la depauperación del campo mexicano y convirtió a muchísimos campesinos en mano de obra barata, casi esclava, del vecino país del norte. Si el próximo presidente del país más poderoso del planeta fuera el execrable Trump y lograra el sueño casi imposible de romper ese tratado, quizá nos haría un gran favor y podríamos aprovechar la oportunidad para ver que sólo seremos independientes cuando seamos autosuficientes, por lo menos alimentariamente. En cuanto al muro, aventuro que en medio del desastre que significaría a los dos lados de la frontera, los de Trump acabarían por aprobar una política de contratación temporal al estilo Canadá. Y en México podríamos trabajar para recuperar nuestro campo, nuestras semillas ancestrales, nuestra tierra. Aquí soñando.


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