viernes, 29 de marzo del 2024
 
Por Roberto López Delfín
Columna: Vórtice
Fidel Castro y el México de hoy
2016-12-07 | 09:40:49
Figura controvertida, en diversos tiempos valiente héroe revolucionario y dictador envejecido, Fidel Castro Ruz está ya la historia como una de los personajes más influyentes y emblemáticas del siglo XX. La semana pasada murió el símbolo de la izquierda insurgente que retó al imperio más poderoso de su época; el gobernante que mayor tiempo detentó el poder en nuestros tiempos –45 años, 7 meses en el poder absoluto- y a mi juicio, uno de los políticos más hábiles, sagaces, manipuladores, carismáticos, célebres de los últimos 100 años. Fue amado y odiado por diversos sectores de su pueblo, al que llevó a la excelencia en algunos campos como la medicina y la educación y al déficit en materia de democracia y derechos humanos. Lo indiscutible es que este astuto personaje de izquierda supo asumir una posición de liderazgo global e hizo de una isla insignificante en términos geopolíticos, un influyente actor internacional como jamás lo ha podido ser nuestro País. Su éxito duradero, la extraordinaria longevidad de su liderazgo paleo marxista se debieron –como en el caso de su mejor amigo en México: el PRI- a la torcida lógica bipolar de la guerra fría, donde ambos, Fidel Castro y el PRI maniobraron oportuna y convenencieramente al grado de converger en el que históricamente es, sin duda, el evento diplomático mexicano más independiente, el más desafiante del dominante poder de EEUU en los últimos 56 años, al emitir en 1962 el único voto contra de la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, por considerarla “una amenaza continental marxista leninista”. ¡Qué tiempos aquellos de nuestra política exterior, hoy vergonzosamente subordinada y reactiva a las instrucciones norteamericanas! Sin duda podría decirse que, en el mundo de la política, los gigantes se han ido yendo, para dar paso a grises detentadores temporales del poder, “construidos” y “vendidos” como productos de consumo por los medios de comunicación con el patronazgo de los factores reales de poder. ¿Cómo comparar al insulso Mariano Rajoy con Felipe González? ¿A François Mitterrand con François Hollande? ¿A Donald Trump con Barack Obama? ¿A Enrique Peña Nieto con Lázaro Cárdenas del Río? Muchos interesantes análisis podríamos hacer acerca de las limitaciones que la partidocracia y la mercadotecnia han establecido para los estadistas. Pero estas notas no son un panegírico, ni quisieran discurrir por esa senda. Quisieran ser una reflexión mínima sobre el poder de los individuos, las ideologías, propuestas y los liderazgos personales en la historia de sus países y es que… hace tanto que no tenemos en México un líder que movilice a la Nación en torno a ideales sociales poderosos, populares, enriquecedores. El vacío de ideas, la carencia de imaginación, las pobrezas intelectuales de nuestros gobernantes han sido terribles para el país de caudillos que siempre ha sido México. Los decepcionantes liderazgos de nuestros últimos presidentes: Vicente Fox (PAN), Felipe Calderón (PAN) y EPN (PRI) han sido catastróficos y desmovilizaron el debate de las ideas y la participación popular en la política. Se impuso un pensamiento “único” de que un puñado de reformas “estructurales” cambiarían al País a pesar de la quiebra ética de sus gobiernos demagógicos. México requiere cambio de rumbo, un liderazgo de ideas, inspirado e inspirador, no otro producto mediático que lea en telepronter discursos que él
sería incapaz de hacer. Hay que refrescar el monótono establishment político e impulsar desde ahora un verdadero cambio de régimen, más allá de la alternancia de poder entre el PRI y el PAN. Es pertinente recordar que el poder desgasta hasta convertir a los líderes populares en la contradicción de su planteamiento original. El barbudo fumador que en 1959 conmovió al mundo por la inesperada y fulgurante victoria de una revolución social reivindicadora que derrocó a un dictador mantenido en poder por el apoyo de un imperio, terminó convertido en algo muy parecido a ello. Quizás si Fidel Castro hubiera gobernado sólo por el periodo en que prometió hacerlo “hasta convocar a elecciones democráticas” sería sin duda uno de los más bienhechores, admirados e impolutos líderes latinoamericanos del siglo XX. Lecciones para todos, de derecha o izquierda: cuando el poder absoluto se convierte en patrimonio personal al grado de conservarlo a sangre y fuego por décadas, heredándolo a su hermano menor, se traiciona democráticamente al pueblo. Porfirio Díaz y Fidel Castro son dos ejemplos de cómo el poder absoluto, ejercido voluntariosamente por más de 3 décadas, generaron justificadas razones y merecidos críticos para que se les regatee su legado y logros históricos. Los liderazgos más carismáticos y revolucionarios suelen suscitar las más encontradas opiniones, o se les ama o se les odia. Observemos la clara victoria de Donald Trump (inesperada e indeseada por tantos), pensando que nuestro País, como Estados Unidos, también está harto de los partidos y los políticos profesionales. En México, las más recientes encuestas para la Presidencia de la República (Periódico Reforma, 4 de diciembre) señalan como favorito de los mexicanos a Andrés Manuel López Obrador, que podría ganar la presidencia de la República –de acuerdo a los datos de esa encuesta- aún a pesar de una coalición entre el PAN y el PRD, con Margarita Zavala como candidata. Debemos pues someter al escrutinio comparativo las ideas, propuestas y significados de los candidatos que desde ahora se vislumbran como finalistas para la Presidencia de la República. Está claro que el PRI quedará en el 2018 como tercera fuerza política. Por ello hay que ir analizando las personas y propuestas viables para el tan esperado cambio de régimen, que las fracasada alternancias de poder nos ha quedado a deber. Debemos pues reflexionar sobre los nuevos referentes de la izquierda latinoamericana, hoy que la abrumadora mayoría de los mexicanos nacieron y han crecido muy lejos del contradictorio desarrollo de la experiencia de la revolución cubana y Cuba, de la que Fidel Castro afirmaba “tenía las prostitutas más hermosas y cultas del mundo”. Que no nos confundan los integristas que todo quisieran simplificar desde sus televisados púlpitos virtuales. Fidel Castro y su ideología no son un referente en el México de hoy. La izquierda mexicana tiene hoy paradigmas recientes y democráticos totalmente ajenos al autoritarismo verborreico y demagógico. Sin duda el ideario y liderazgo más admirado por el mundo como ejemplo de excelencia gubernamental es del limpio, austero, extraordinario, transparente, libertario e izquierdista José Alberto Mujica Cordano en Uruguay durante 5 años, sin que haya nunca nadie podido acusarle de enriquecimiento inexplicable, nepotismo, tentaciones autoritarias, hipocresía, culto a la personalidad, estupidez, manipulación, anacronismo ni soberbia.


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