viernes, 19 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Se pone buena la contienda
2017-02-22 | 08:46:23
Don Apoteco, farmacéutico, fue al banco y dejó la farmacia a cargo de su hijo mayor, Apotequito. Le recomendó que atendiera solamente los pedidos acompañados de receta; los otros ya los vería él a su regreso. Mas sucedió que un hombre llegó poseído por gana irrefrenable de rendir un tributo mayor a la Naturaleza, y le pidió al jovenzuelo algo que lo ayudara a contener tal pujo.

El muchacho se resistía a darle algún medicamento, pero el señor insistió con deprecativo afán: si no le daba algún remedio, dijo, ahí mismo sucedería un desaguisado. Nervioso, el muchacho le dio unas pastillas. El apurado tipo las consumió en el acto, tras de lo cual se retiró.

Poco después llegó don Apoteco, y su hijo le contó lo sucedido. “¡Por Avicena, Banting, Bernard, Carrel, Esculapio, Fleming, Galeno, Hahnemann, Hipócrates, Jenner, Koch, Lister, Paracelso, Paré, Pasteur, Pauling, Salk y Wassermann! -juró el de la farmacia invocando el nombre de médicos famosos. Y añadió: “Perdón si omití a alguno”. Le recordó el muchacho: “Don Santiago Ramón y Cajal”. “Ah, sí -reconoció el farmacéutico-. Pido disculpas a los tres”.

Le preguntó en seguida a su hijo: “¿Qué le diste a ese hombre?”. “Pastillas de Passiflora” -respondió el mozo. “¡Imprudente! -clamó el apotecario-. ¡Eso no es para contener los amagos de diarrea, carrerilla o pringapiés! ¡Es un calmante! ¡Iré a buscar al cliente!”.

Salió, presuroso, y preguntó a los vecinos si lo habían visto. Le dijo uno: “Yo vi a un sujeto que iba en dirección del parque”. Allá fue el de la botica y, en efecto, vio al hombre sentado en una banca.

Se dirigió a él y le preguntó, cauteloso: “¿Cómo está usted, señor?”. “Muy bien, gracias -respondió el otro cortésmente-. Hecho de todo, pero muy tranquilo”...

Doña Macalota le comentó a su vecina: “A mi marido le digo ‘El oso’”. “¿Por lo fuerte?” -se admiró la vecina. “No, -precisa doña Macalota-. Le digo ‘El oso’ porque después de cumplir el acto de la reproducción tiene que invernar seis meses”...

Acertada fue la nominación que el PAN hizo de Josefina Vázquez Mota como su abanderada en el estado de México. Talentosa, batalladora, carismática, quien fuera candidata a la Presidencia -y que habría tenido mayores posibilidades de triunfo de no haber sido villanamente abandonada en los momentos cruciales por la cúpula de su partido, y por otra cúpula aún más alta- puede dar la batalla al candidato oficial.

La empresa, desde luego, no será sencilla. Para el PRI el estado mexiquense es la joya de la corona, y echará toda la carne al asador para ganarlo, pues los priistas saben bien que una derrota ahí los pondría en el camino de perder la elección presidencial en el 2018. Con la morenista Delfina Gómez, otra buena carta, en la contienda, la cosa promete estar muy interesante.

Doña Pacata, mujer célibe y beata, sentía inexplicable rabia al ver las cópulas caninas. Cuando un perro y una perra se ayuntaban cerca de su casa, y quedaban pegados, ella salía con una tina de agua hirviendo y arrojaba su ardiente contenido sobre los caniches, con lo cual cada uno salía a toda carrera por su lado lanzado aullidos que la cruel mujer creía de dolor, pero que eran en verdad terribles maldiciones lanzadas por los canes contra ella.

Cierto día el vecino estaba ayudando a su esposa a cerrar el zipper trasero de su falda. Tanto se le acercó que el cierre de su pantalón quedó trabado con el de su mujer.

En vano intentaron separarse: no pudieron. Dijo el hombre: “Necesito unas pinzas. En el taller de la esquina tienen; vamos a pedirlas”. Así pegados salieron a la calle, con la parte delantera de él pegada a la trasera parte de ella. Los vio pasar Pacata y le gritó a su criada: “¡Famulina! ¡El agua caliente, rápido!”... FIN.






mirador

armando fuentes aguirre


Malbéne acaba de publicar un artículo en la revista Iter, de Lovaina. En él expresa entre otras, estas ideas que de seguro serán tildadas de heterodoxia:

“...El martirio de los santos es algo trágico, lleno de dramatismo, pero en verdad no prueba nada. El catolicismo tiene mártires, pero también los tienen el calvinismo, el islamismo, el judaísmo y muchas otras religiones.

Hay igualmente mártires del nazismo, del comunismo, del fascismo. La Monarquía tiene mártires, igual que la República. Hay mártires de la ciencia sacrificados en aras de la religión. El martirio lo único que prueba es el apego del mártir a una convicción, pero no demuestra que esa convicción sea cierta...”.

Añade el controvertido teólogo:

“...Si nuestra fe es valiosa su mejor prueba será una vida valiosa, es decir, una vida de bien. La suprema argumentación en pro de cualquier fe es el amor...”.

Ciertamente estas palabras de Malbéne habrán de suscitar polémica.

¡Hasta mañana!...


manganitas

por afa


“...Abundan las encuestas sobre los aspirantes a la Presidencia...”.

Las hay de aquéllas y de éstas,

y otras se preparan ya.

(Me pregunto cuándo habrá

una encuesta a las encuestas).
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2017-02-15 | Cualquiera de los dos de política y cosas peores por catón Dulciflor, doncella núbil, estaba en vías de tomar estado. Quiero decir que se iba a casar. Importante institución es el matrimonio. Constituye el cimiento de la sociedad. Eso explica por qué actualmente la sociedad se mira tembleque y agrietada, como casa ruinosa con los cimientos quebrantados. Dice un antiguo dicho que el hombre se casa cuando quiere, y la mujer cuando puede. La historia de Dulciflor confirma ese apotegma. Inútilmente había buscado un hombre que aceptara el compromiso del casorio. Desesperaba ya de hallarlo cuando un buen día le salió un galán dispuesto a dejarse conducir al ara, si no del sacrificio sí del esponsalicio. Dulciflor, con la listeza propia de su sexo, le echó el lazo en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco. La verdad es que el hombre no seduce, es seducido; no conquista, es conquistado. El matrimonio es un combate en el cual las batallas se libran después de que uno de los combatientes ya ganó la guerra. El hombre se resigna al matrimonio con tal de tener sexo, en tanto que la mujer se resigna al sexo con tal de tener matrimonio. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Dulciflor, que contaba ya 25 años de edad, era virgen. Ni se lo alabo ni se lo reprocho: me limito a consignar el dato. Sabía, sin embargo, las cosas de la vida, tanto por sus lecturas como por sus conversaciones con amigas solteras y casadas -sobre todo solteras- de mayor experiencia que la suya. Además iba con frecuencia al cine, y las películas, que antes eran proyectadas en una sábana, suceden ahora casi todas entre sábanas. Por eso ya estaba preparada para la ocasión. Aun así le pidió consejo a su abuelita, señora que por haberse casado cuatro veces y enviudado otras tantas sabía mucho acerca de la condición matrimonial. Le dijo: “Abue: no sé qué ropa ponerme en mi noche de bodas. Tengo en mi trousseau un negligé tenue, vaporoso, que no deja nada a la imaginación; un brassiére mínimo que descubre en el realzado busto la insinuación de las areolas; un brevísimo pantie audazmente crotchless, de encaje transparente que no alcanza a velar la incitante sombra del llamado mons veneris; un liguero francés de seda negra, ymedias de igual color con raya, como aquéllas que se quitó Sophia Loren ante Marcello Mastroianni en la inmortal escena de striptease de la película “Ayer, hoy y mañana”. Pero tengo también un ajuar totalmente contrario a ése. Lo conforman una vieja bata de popelina beige que por arriba me tapa hasta las orejas y por abajo me cubre hasta las uñas de los pies; un anticuado corpiño de color salmón; unos calzones bombachos de los tiempos de Maricastaña capaces de abatirle el ánimo al más enhiesto amante, y unas medias de popotillo café de ésas a las que se les hace un nudo arriba para que no se bajen. Estoy en un dilema, abuela. No sé si ponerme aquella ropa sensual, provocativa, como diciéndole a mi novio: “Aquí me tienes, toda para ti. Que no quede comarca de mi cuerpo que no visites con tus manos, tus labios o tu lengua”, o vestir aquel atuendo púdico para decirle: “Soy casta. Soy honesta. Me son ajenas las cosas del amor”. ¿Cuál de los dos atavíos crees que debo ponerme en mi noche nupcial?”. “Mira, hija -le contestó al punto la abuela-. Ponte lo que te dé la gana. Al cabo de cualquier manera vas a marchar”. En la elección presidencial del próximo año el PAN postulará a Margarita Zavala o a Ricardo Anaya. El PRD, posiblemente, a Miguel Mancera. Y Morena, claro, a López Obrador. ¿A quién postulará el PRI? ¿A Videgaray? ¿A Osorio Chong? ¿A Nuño? ¿A Narro Robles? ¿A algún tapado? Que el PRI postule al que le dé la gana. Al cabo de cualquier modo va a marchar. FIN. mirador armando fuentes aguirre John Dee era respetado por su sabiduría, tanto que el rey le permitió negarse a participar en el debate a que convocó para dilucidar si el purgatorio era líquido, sólido o gaseoso. Cuando el filósofo iba por la calle los hombres se descubrían y las mujeres le hacían una profunda reverencia. Sin embargo apartaba la mano si un niño se la quería besar. Le decía: “Jamás beses otra mano que la de tu madre, que te dio la vida, o la de tu padre, que trabaja para darte el pan”. Aun así, objeto de la admiración de todos, John Dee tenía la sencillez de un campesino. Solía declarar: “Hay muchos que saben más que yo, y muy pocos que saben menos que yo”. Reconocía el saber de su esposa, pese a que era mujer de humilde condición, hija de un molinero y una lavandera. De ella decía: “Yo sé de los libros; ella sabe de la vida”. Quizá por eso John Dee era respetado. Tenía la suprema virtud de la humildad, que salva del supremo pecado, la soberbia. ¡Hasta mañana!... manganitas por afa “...Cachivache...”. Esa voz con doble hache tiene un sentido certero: es un pequeño agujero a punto de hacerse bache.







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