domingo, 28 de abril del 2024
 
Por Raymundo Riva Palacio
Columna: Estrictamente Personal
Terreno minado
2011-07-28 | 21:58:42
Distrito Federal– Humberto Moreira, líder nacional del PRI camina, como dirían los clásicos, al filo de la navaja. Tiene tres frentes que cuidar. Uno, el de su propio equipo, donde ya descubrió que hay iniciativas peligrosas que pueden provocar choques innecesarios con el presidente.
Dos, el de las figuras priistas que hay que cuidar, porque están muy sensibles e irascibles, y si no se construyen salidas dignas para quienes no obtengan candidaturas soñadas, el PRI puede quebrarse antes de 2012. Y tres, el del gobierno, que tiene en la cocina tres expedientes contra dos ex gobernadores.¿Cómo resolver los dilemas? La semana pasada Moreira caminó en las tres pistas.La primera: Después de semanas de ir construyendo las condiciones que allanaron la posibilidad del encuentro de Moreira con el presidente Felipe Calderón, que permitía cambiar la dinámica de confrontación entre el Ejecutivo y el partido, Milenio publicó un documento un mes aproximadamente viejo –no está claro si porque lo guardaron o porque se los entregaron en la víspera–, donde decía que el presidente estaba en un estado de “delirium tremens”. El documento fue elaborado en la Secretaría de Estrategia Electoral, y se entregó firmado por Manuel Cavazos, ex gobernador de Tamaulipas.Cuando el documento se leyó internamente semanas antes de ser publicado, los dirigentes priistas rieron cuando escucharon esa parte, pero no le dieron atención. Tampoco lo tomaron con la seriedad que debían, aunque como recuerdan ahora algunos priistas, menos aún se imaginaron que esa descripción, por superficial e insustancial, quedara escrita. Al publicarse, temen, lo construido un día antes con el presidente, se desmoronó. Moreira hizo un control de daños al día siguiente de su reunión y descalificó el documento, pero temen cercanos que haya sido en vano.La dos: Moreira no salía de administrar esa crisis desatada por la frivolidad en el partido de no haber atacado el informe de Cavazos, cuando tuvo que desarrollar un acción preventiva de conflicto, que varios dirigentes veían venir para el Consejo Político Nacional que se celebró el sábado. Ese conflicto en ciernes lo escenificaban el senador Manlio Fabio Beltrones y el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, luego de las críticas del sonorense a la cargada de búfalos priistas sobre quien consideran el candidato presidencial inevitable.Peña Nieto, que es miembro del Consejo, optó por no asistir, con lo que Beltrones se sintió más cómodo. El arreglo implícito impidió que ante la imposibilidad de frenar la cargada a favor del gobernador, se convirtiera en un problema que ahondara las diferencias entre ambos, que se vienen arrastrando desde los vetos de diputados mexiquenses a las iniciativas de Ley enviadas desde el Senado, según los beltronistas, y por las críticas en la prensa contra el gobernador alentadas por los beltronistas, según los peñistas.Y tres: Sin el problema entre las dos más grandes figuras del PRI en este momento, el Consejo Político Nacional pareció un evento de trámite que permitió un nuevo llamado a la unidad del partido, que será puesta a prueba próximamente cuando se repartan los puestos donde se tomarán las decisiones, cuando cada grupo intentará colocar a sus representantes. Pero el delicado equilibrio que eso supone, se alterará más por los amagos que está haciendo el gobierno federal.Cuando Moreira comenzó a estructurar el politburó del PRI y empezaron a surgir varios nombres para esos cargos de decisión estratégica, el proceso de detuvo súbitamente ante el temor –que decían fundado– que el gobierno iniciara una ofensiva contra ex gobernadores presuntamente vinculados con el narcotráfico. Inclusive, dos de ellos que iban a ser nombrados en breve, fueron enviados a la Siberia priista. Las sospechas de una embestida contra ex gobernadores en aquel entonces no se corroboraron, aunque sí se dio el arresto del ex alcalde de Tijuana y miembro de una familia de prosapia priista, Jorge Hank Rhon.Hoy en día los temores han vuelto a resurgir, pero la incertidumbre de hace meses es actualmente certidumbre. De acuerdo con funcionarios del PRI, el gobierno federal está velando armas y tiene, aseguran, un expediente en contra del ex gobernador del Estado de México, Arturo Montiel, por presunto enriquecimiento inexplicable, documentado principalmente en el sector de bienes raíces.Desde el principio de su administración se ha tratado de relacionar negativamente a Peña Nieto con Montiel, cuya administración terminó sin problemas administrativos y el Congreso local –con panistas y perredistas incluidos–, aprobaron sus cuentas públicas. El expediente sería una nueva vena en su contra, y no la única contra un ex gobernador, pues según los priistas, se abrieron dos averiguaciones previas en contra del veracruzano, Fidel Herrera, por presuntos peculado y posesión ilegal de armas de fuego.Los dos casos tendrían objetivos diferentes. En el de Montiel, la idea prevaleciente es que se busca afectar la imagen de Peña Nieto y relacionarlo con presuntos actos de corrupción.En el de Herrera, el golpe tendría una dirección distinta, al estar buscando el ex gobernador de Veracruz ser delegado especial del PRI en el Distrito Federal y aspirar por la capital a una senaduría. Dentro del equipo de Peña Nieto no hay inquietud por lo que pudiera salir de Montiel, pero en el PRI, la sola amenaza de que hagan efectivas las averiguaciones previas, obligan a Moreira a repensar la composición del equipo de primera línea en el partido.Moreira se encuentra en un camino minado. El frágil equilibrio interno, por la fuerza y resentimiento de las grandes figuras del partido y sus equipos, tiene que ser compensado con la distribución de cargos políticos dentro del aparato burocrático y estratégico del PRI, que a su vez está influenciado y determinado por las acciones que puede tomar el gobierno federal en contra de ex gobernadores. Moreira tiene que mantener la correlación de fuerzas, y seguir en la defensa de los priístas, hasta el punto donde el beneficio no se convierta en costo.Para esta ecuación no hay una fórmula matemática. Moreira tiene que tomar una decisión que debe fincarse mucho en su oído, mucho en su instinto, y sobretodo, mucho en su filigrana política, si quiere llegar al puerto deseado con un PRI que no se le deshaga en las manos durante la travesía.


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