lunes, 29 de abril del 2024
 
Por Bezale Berger
Columna: Puntos de vista
Monumento a la inmigración judia
2013-11-14 | 10:23:14
Primera parte
Por el más elemental asomo de gratitud, debo iniciar esta colaboración con las palabras del Ingeniero Francisco J. Ávila Camberos, alcalde de Veracruz en el año 2001 y autor intelectual y material de esa bellísima obra denominada “Veracruz puerto de entrada”:
“… Muchos libros se han escrito sobre Veracruz, su historia, sus tradiciones y su gente. Muy pocos sobre aquellos hombres y mujeres que cargados de ilusiones, sueños y el deseo de labrarse un mejor porvenir, se montaron en un barco con rumbo a un mundo para ellos desconocidos, cruzaron el océano, llegaron a Veracruz y echaron raíces en México, encontrando en nuestro país una nueva patria, contribuyendo con su trabajo, con sus ideas y con su espíritu emprendedor a forjar lo que hoy es nuestra nación.
Ellos entraron por Veracruz y llegaron para quedarse en México. Vinieron a fundar una familia, a materializar sus sueños y a fundirse con la generosa tierra mexicana, la cual regaron abundantemente con el sudor de su esfuerzo y con sus lágrimas de nostalgia.
Nuestro homenaje sincero a aquellos inmigrantes, entre ellos los judíos que escogieron a México como su segunda patria y frecuentemente a Veracruz como su casa. Uno no escoge el lugar donde nace, pero sí donde decide echar raíces y dar fruto abundante.
Asimismo nuestro reconocimiento a quienes en México encontraron un nuevo cielo y una tierra nueva, prospera, generosa y acogedora que los recibió como hijos propios, y guarda ya a muchos de ellos en su seno…””.
Sara Sefcovich al prologar la obra literaria recién citada dice: “... la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX es el tiempo de los inmigrantes, de los vapores cargados de seres que huyen de sus casas y vienen a hacer la América. “...Libaneses y judíos, italianos y españoles, alemanes y cubanos y hasta Chinos que se van de su lugar de origen por que los persiguen, por que los empujan, por que los atosiguen, por que no tienen para comer. (…) Uno por uno, enredados entre si, desembarcan en el muelle con sus baúles y bultos y atados, cuidando que no se pierdan los iconos, las fotos amarillentas, la llave de la casa, los candelabros, el misal”.
“Mi abuela llego a Veracruz al comenzar los años 30, venia con su marido y una niña de tres años. Se bajó del barco y no entendió cuando le preguntaron su apellido materno, no sabía lo que quería decir eso, en su país se era hijo por línea del padre. No entendió que los indios anduvieran descalzos y con las cabezas cubiertas, en su casa era al revés, lo primera que se cubrían eran los pies. Y se asustó al ver a la huestes del gobernador sacar las imágenes de la iglesias y prenderles fuego; en su casa no era así, lo que más se respetaba era lo que tenía que ver con los curas”… y se enojó por que le robaron lo poco que trajo consigo, el edredón de plumas y los cubiertos. Pero luego se olvidó de todo, cuando probó un mango, escuchó el arpa, le ofrecieron nieve preparada con agua de lluvia y sintió la generosidad de la gente. Entonces se quedó. Y amo a este país como solo pueden hacerlo los que lo eligieron…”
ALICIA GOJMAN DE BACKAL dice: El puerto de Veracruz es uno de los lugares más Importantes en el recuerdo y en la memoria de los inmigrantes judíos. Ese puerto heroico y hospitalario, ha sido a lo largo de su historia refugio para miles de inmigrantes. Muchos de ellos recuerdan al puerto, y siempre vuelven a su memoria los recuerdos gratos y amables de las primeras impresiones, de los encuentros y experiencias en un país extraño.
Estudiar a los inmigrantes judíos que llegaron y se avecindaron en Veracruz, es como estudiar al “otro”, al extranjero que llegó de tierras lejanas. Con costumbres y lenguas diferentes. Es conocer también a diversos grupos que fueron adoptando al país como su nuevo lugar de residencia a pesar de provenir de sitios tan distintos y disímbolos.
Veracruz ha sido siempre puerta de entrada a nuestro país. Miscelánea de objetos, razas y creencias han ingresado a nuestro suelo cursando las aguas que lo bañan. Aquí llegó Hernán Cortés con un puñado de aventureros, que trajeron desde su cultura hasta enfermedades, desde idioma hasta religión. Por aquí abandonaron el país los últimos españoles que mantenían un reducto del imperio de Fernando VII. Por esta puerta entró el espurio y transitorio imperio de Maximiliano y Carlota.
En sus aguas se anclaron los navíos de guerra estadounidenses para bombardear impunemente nuestra indefensa ciudad. Aquí se recibieron los cientos de refugiados españoles que huían de un país en que se les había negado la libertad de pensar. Aquí recibimos con flores a Gabriela Mistral, la poetisa y educadora chilena primer Premio Nobel de literatura y, de igual manera, arribaron cientos de inmigrantes en busca de un país que les brindara mejores condiciones de vida.
Españoles, Turcos, Libaneses, Alemanes, Italianos, Chinos y Judíos de Europa y el cercano Oriente, usaron esta puerta de entrada para no marcharse jamás. México los recibió a todos con ese carácter hospitalario y jocoso del Veracruzano que como dijera Agustín Lara sabe sufrir y cantar.
Muchos de ellos se aventuraron hacia el interior del país. Otros se quedaron en esta tierra que, con razón, alguien bautizó como “un manicomio con vista al mar”.
Hoy y en honor de quienes llegaron y de quienes amorosamente los recibieron, en la esquina de Escobedo y el bulevar Ávila Camacho, se edificó un monumento en memoria de aquella generación de judíos que dejaron atrás familia, costumbres, idioma, clima, etc. en la búsqueda del sueño eterno de la humanidad. Paz, trabajo, respeto y un ambiente de libertad de pensamiento que desde luego incluye la religión.
Seguramente y a la manera de Raúl Godínez en su obra Tu Nombre Recordaba la Primavera, aquellas inmigrantes que nunca volverían a ver a su familia viajaron con la bendición de sus madres que en distintos idiomas les dijeron...” hacia donde brille tu estrella, brillará nuestra calma, hacia donde decidas te acompañaremos. Tú no estás decidiendo tu suerte ni tu fortuna, si no la sendera entera de tu estirpe. Cada paso tuyo es un camino fijado para nosotros. No dudes hijo mío, sigue los sueños de tu esperanza, que hacia donde camines, caminaremos y caminara nuestro amor”
Visita el viernes y sábado la página web www.imagendeveracruz.com.mx en la sección de columnas para leer la segunda y tercer parte.


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