Por Rafael Arias
Columna: Mutatis Mutandis
Prevaricadores de la pobreza
2014-06-18 |
10:00:26
Como México, el Veracruz de hoy es de innegable
presencia y prosperidad de pobres, paupérrimos,
indigentes, míseros, menesterosos, pordioseros,
mendigos, necesitados, desamparados, hambrientos,
sedientos y víctimas de inseguridad e
injusticia.
Su surgimiento y expansión, no solo son resultado
de la presencia y ventajosa actividad de
los ricos, su eterna contraparte. Ni como con
frecuencia se asegura que lo son, porque ellos no
hacen nada, o lo suficiente por sí mismos.
Sin pretender disminuir importancia alguna,
a aspectos económicos y sociales que, a creciente
desigualdad, acentúan explotación, acumulación
y empobrecimiento; ni tampoco, menospreciar
los vinculados a autoestima, motivación, perseverancia
en el esfuerzo, aprendizaje y permanente
capacitación y superación personal.
Permítaseme brevemente enfocar por ahora, de
entre varios más, la atención a otros tres aspectos
(gobierno, sociedad y medios) que usualmente
pasan desapercibidos o no se les da la importancia
que tienen, ya que también facilitan creación y
expansión de pobres, en grados por demás significativos.
Uno, el tipo de gobierno, bueno, regular, malo
o peor, relativo al sistema y funcionamiento del
aparato y sistema oficial (en todos sus ámbitos,
poderes y organismos autónomos).
Dos, la apatía, desinterés y pasividad ciudadana
y social, relacionados con responsabilidad e iniciativa
individual, como bases de la organización,
participación y movilización colectiva. Ciudadano
y sociedad imprescindibles para la legitimidad, el
seguimiento, control, fiscalización y evaluación
de todo acto de gobierno. Fundamentales para
consolidación y fortalecimiento de logros y avances;
y también, para corrección y eliminación de
errores, retrocesos y pérdidas.
Y tres, las formas y medios de comunicación
pública predominantes. Tanto de tipo oficial, institucional
y empresarial, como de grupo, colectivos
y sociales.
Identificándose sus principales características;
tradicionales, actualizados o tecnológicamente
modernizados; independientes o cooptados; y,
sobre todo, de medios y comunicadores con ética,
principios y valores; socialmente responsables y
respetuosos de derechos y libertades. Imprescindible,
comunicación oportuna, efectiva y confiable.
La sociedad y el ciudadano están cambiando;
hay un entorno global más interactivo, influyente y
presente en todas partes. En el mundo de hoy y del
futuro, habrá más comunicación y participación.
Por ahora, concentraré análisis y comentarios
al primer aspecto, sin pretender minimizar o marginar
los otros.
Ineficiencia gubernamental
Una vez establecido que la pobreza está vinculada
y determinada no solo por los ricos y los pobres
mismos, ya que también se deben considerar
otros aspectos del contexto o factores causantes,
como la forma y funcionamiento de gobierno; el
tipo de ciudadano y sociedad, así como sus tipos
de presencia y participación; y las importantes
formas de comunicación pública, de medios y
comunicadores.
La pregunta simple y sencilla es ¿Qué hace o no
debe hacer todo gobierno para evitar, eliminar o
reducir la pobreza y sus consecuencias?
De verdad y sin simular, en todo caso se debe
identificar lo poco o mucho que funcione bien, reconocerlo,
apoyarlo y fomentarlo. Cuesta mucho
lograr y encontrar lo bien hecho.
Así, hay que empezar por evaluar políticas y
programas de fomento económico y empleo; política
fiscal y la monetaria, para identificar efectos
positivos y negativos; y, desde luego, fortalecer
las de transparencia, eficiencia administrativa,
seguimiento y control, fiscalización, evaluación
y rendición de cuentas.
¿Gobiernos para abusar de los pobres?
Y también de inmediato, evitar y terminar con
las llamadas “minas de oro” de los programas,
acciones y pretextos asistenciales y de desarrollo
social oficiales. Reducir ineficiencia y combatir
delincuencia en el gobierno es la prioridad.
No solo por su carácter ilegal y antisocial que
profundiza la injusticia de quitar a los que no tienen
y abusar de ellos, sino además por sus conocidos
efectos político-electorales, de imponer y extender
disimulo, encubrimiento, complicidad e impunidad.
Obligado a desmantelar y abandonar, tanto al
desgastado y obsoleto discurso oficial de siempre,
como a las fallidas y repetidas actividades oficiales
complementarias, que representan una costosa
simulación de la cual sacan provecho quienes mal
administran, manipulan condicionan e introducen
el clientelismo político electoral.
En gobierno del Estado y Ayuntamientos,
hay quienes manejan importantes presupuestos
asistenciales, contra pobreza y hambre. Pero evitan
transparentar e informar. No hay padrones,
reglas de operación, indicadores y resultados. No
evalúan, ni rinden cuentas. Simulan y engañan.
Ineficientes, convenencieros y delincuentes
se desgarran las vestiduras por los abundantes
pobres y muertos de hambre. Políticos gobernantes
o en la oposición protagonizan conmovedoras
defensas hacia los miserables y terminan en lo
mismo, en nada.
Valioso tiempo y cuantiosos recursos públicos
se canalizan a publicitados mensajes y repetidos
discursos oficiales; patéticas fotos e imágenes; enternecedores,
costosos y faraónicos actos públicos;
y mucha publicidad más, de tan inútiles como caras
e intrascendentes, actividades gubernamentales.
¿A secretario de Desarrollo Social casi por año?
Políticas públicas, programas gubernamentales
y todo funcionario, deben ser permanentemente
evaluados, comprobar si como servidores
públicos sirven y son eficientes y honestos; consecuentemente,
en combate a la pobreza y delincuencia,
después de largo tiempo de intentarlo, los
gobiernos (excepciones aparte), en estos y otros
temas, han perdido credibilidad y confianza popular.
Repetida evidencia muestra que entre más
las combaten, más crecen y complican.
En pobreza, a más de tres décadas de combate
oficial, de canalización de cuantiosos recursos públicos,
de innumerables discursos “del vamos bien”;
y, de gastos gubernamentales innecesarios de autopromoción
y auto adulación, los problemas no
se resuelven y las necesidades sociales aumentan.
Al amparo de disimulo, encubrimiento y
complicidad, proliferan tanto ineficiencia como
conocidas prácticas delincuenciales, que incluyen
simulación en el seguimiento, control y fiscalización;
y también, en programas asistenciales y de
desarrollo social, se padecen el conocido condicionamiento,
la tradicional manipulación y el popular
clientelismo político, que en no pocos casos resultan
en candidaturas, triunfos electorales, control
social y acarreo; y, desde luego, hasta convierten a
algunos funcionarios y gobernantes, en escandalosamente
ricos de la noche a la mañana.
Conocida práctica gubernamental, de desviada
administración de recursos públicos y atribuciones
institucionales, así como aplicación voluntariosa y
convenenciera de las leyes. ¿Y la tan costosa como
inútil fiscalización, garantía de impunidad?
Usar y abusar. Aprovechar a los pobres… Y aún
hay más.