2014-07-11 | 10:04:53

Es una pregunta
que continuamente
por diversos
medios hacen
los lectores de
periódicos. ¿De
verdad creen que
es periodismo el
que hacen cuando
escriben columnas
políticas?
¿Tienen idea de
a cuántas personas
que compramos
un medio impreso nos interesa la política?
Sobre todo porque siempre se tratan de simples
chismes, rumores no confirmados y absurdas
especulaciones. Lo más aburrido es que son los
mismos protagonistas. Entendemos que la clase
política para existir y sobrevivir tienen que
aparecer en este tipo de género periodístico, el
más ordinario del ejercicio informativo. El que
escriban bien o mal de un funcionario de alto
nivel no les importa, lo único que les interesa es
que escriban sobre ellos.
Era una norma de ética periodística que se
dejara de escribir sobre los exgobernadores, especialmente
porque éstos ya no pueden defenderse y
que a la sociedad ya no les interesa sobre el pasado
de ese ejecutivo estatal.
Pero hay sus excepciones, como el caso de Fidel
Herrera Beltrán, que no ha sabido retirarse como
lo han hecho sus colegas de otros sexenios, tanto
del estado como de otras entidades.
El problema del Tío Fidel es que su pasada
administración aún sigue teniendo graves consecuencias
en el estado que gobernó. El poder
es la droga más adictiva y requiere un especial
tratamiento que nadie quiere sufrir.
Tener la humildad de saber jubilarse en una
actividad que por el tiempo transcurrido desde
que inició en la época de candidato presidencial
de Luis Echeverría, el popular Tío debería estar
pensionado y
dedicado de lleno
a escribir sus especiales
memorias.
Es el Fidel Velázquez
de la política
mexicana.
Dentro de la escala
de ascenso de
un reportero figura
primero la guardia,
después las diversas
fuentes como
son: la de policía,
religiosas, dependencias
federales,
sindicatos, finanzas,
iniciativa privada,
comunicaciones, congreso y la más peleada,
la del gobierno. Sin contar las especialidades que
entraña este oficio. Para todas ellas se requieren
conocimientos, experiencia, entrega y hasta pasión
para ejercerlas. Indiscutiblemente entre las
más fáciles es la del columnista político, con tener
buenas e interesadas fuentes y una gran imaginación
para poder criticar y encontrar defectos.
Las infidelidades son para ellos la nota exclusiva
de ocho columnas. Son aquellos reporteros que
prefieren el uso de la ironía al del ataque directo.
Ni al pueblo, ni a la sociedad culta y a los intelectuales
les interesa la política.
Son columnas aburridas y tediosas donde
todos los que las escriben abordan los mismos
temas. Es el periodismo que ellos ejercen, un
oficio fácil, cuestión de escribir lo que dicen los
demás.
Como decía Carlos Monsiváis es “el tecleo prestidigitador,
la lírica fallida donde la información
desaparece porque el lector qué importa, el único
lector en la única silla, lo conoce de antemano del
modo completo e irrefutable”.
Son los columnistas que todos conocen que
reciben la línea y que repiten el boletín de manera
textual. Son los periodistas que se equivocaron
de carrera.
Son periódicos que siempre constan del mismo
número de palabras, haya noticias o no las haya.