jueves, 02 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
De política y cosas peores
2014-07-11 | 10:12:30
Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera,
se quejó con la policía de haber recibido una
llamada telefónica obscena. Declaró con indignación:
“¡Durante una hora y media tuve
que estar oyendo las cosas más indecentes
que puedan ustedes imaginar!”...
Don Chinguetas le preguntó a doña
Macalota: “¿Dónde están mis lentes?”. Le
dijo ella: “Los traes en la nariz”. Replicó don
Chinguetas: “¿No puedes ser más específica?”...
Optimista es un hombre que quiere casarse.
Pesimista es el optimista que se casó...
Minucio, muchacho sumamente bajito,
salió una noche al bosque con Alabarda,
joven mujer de elevada estatura. En las
sombras le pidió un beso, y ella accedió. Para
poder besarla Minucio se subió al tronco de
un árbol. Caminaron luego por una hora.
“¿Puedo darte otro beso?” -preguntó él, esperanzado.
Ella guardó silencio. “Dime sí o
no -le pidió Minucio-. Ya me cansé de venir
cargando el tronco”...
La ley debe aplicarse sin hacer distinción
de personas. Ahí donde eso no sucede se instaura
una peligrosa inseguridad jurídica. En
México la ley se aplica según el capricho de
los poderosos, que se valen de jueces y magistrados
obsecuentes para hacer del derecho
un instrumento de opresión o de venganza.
Todos podemos ser víctimas de esa viciosa
situación. No priva aquí el estado de derecho,
y estamos siempre expuestos en nuestras
personas y en nuestras propiedades a cualquier
abuso por parte de los detentadores del
poder. ¿Llegará México algún día a ser un
estado de derecho? Respondo a esa pregunta
evocando a un personaje cuyo nombre sirve
para expresar escepticismo o duda: Estaca
Brown.
El cuento que ahora sigue está prohibido
por la moral de todos los países. Lo leyó
doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam
interina de la Pía Sociedad de Sociedades
Pías, y sufrió un insulto de pitiriasis rubra
exfoliativa que su médico de cabecera hubo
de tratarle con sinapismos de gallocresta.
Las personas que no deseen exponerse a
tan penoso accidente harán bien en omitir
la lectura de ese execrable chascarrillo, más
propio de goliardos que de gente con sindéresis
y racionalidad.
Un hombre consiguió trabajo en un remoto
campamento de leñadores. Tan alejado
estaba ese lugar que el pueblo más cercano
quedaba a 100 kilómetros, centímetros más,
centímetros menos. A las pocas semanas de
encontrarse ahí el recién llegado sintió el
urente llamado de la carne.
Le preguntó a uno de sus compañeros.
“¿Qué hacen ustedes para desfogar los impulsos
naturales?”. “Los desfogamos en el
cocinero -respondió el otro-. Es lo único que
tenemos a la mano”. “¡Qué barbaridad! -se
escandalizó el sujeto-. ¡Prefiero recurrir a
la ídem antes que caer en una práctica que
riñe con mis convicciones!”.
“Allá tú -le dijo el amigo-. Pero debo decirte
que otros mostraron al principio la misma
reticencia que ahora muestras tú, pero no
pasó mucho tiempo sin que claudicaran en
sus convicciones”. “Yo no lo haré -repuso con
energía el individuo-. Y déjame decirte lo
mismo que el poeta dijo: ‘No intentes convencerme
de torpeza con los delirios de tu
mente loca. Mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca’”.
El amigo, interesado, le preguntó: “¿Te
sabes ‘El brindis del bohemio’?”. El novato
respondió que no, y el otro se fue dejándolo
a solas con sus pensamientos. Tenía razón
su compañero. Al paso de los días el cuerpo
empezó a reclamar con intensidad creciente
el censo que impone la naturaleza.
Llegaron a tanto sus urgencias que un
día llamó a su camarada y le pidió que lo
llevara con el cocinero. “Te dije que tarde o
temprano renunciarías a tus convicciones -le
dijo el amigo-. ‘Semen retentum venenum
est’, decían los estudiantes en latín macarrónico
para justificar sus excursiones a las
mancebías. Vayamos con el cocinero. Así
sedarás tu concupiscencia”.
“Una cosa te pido -le suplicó el otro-.
Nadie debe enterarse de lo que voy a hacer”.
“Imposible -respondió, terminante, el compañero-.
Siete personas tienen por fuerza
que enterarse”. “¿Siete? -se espantó el otro-.
¿Quiénes son esos siete?”. Respondió el amigo:
“Tú, yo, el cocinero, y los cuatro hombres
que se necesitan para tener agarrado al cocinero.
Él también tiene sus convicciones y
no ha renunciado a ellas”. FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Historias del señor equis
y de su trágica lucha contra
La Burocracia.
El Funcionario del Estado
hizo llamar al señor equis
y le preguntó:
-¿Cuál es tu animal favorito?
Respondió, temeroso,
el señor equis:
-El perro.
Le informó el Funcionario:
-Deberás pagar un Impuesto
por cada perro que haya en la
ciudad.
A consecuencia de ese gravamen
el señor equis quedó en la
ruina.
Pasó el tiempo, y un día el
Funcionario del Estado hizo
llamar otra vez al señor equis.
Le preguntó de nuevo:
-¿Cuál es tu animal favorito?
Respondió el señor equis:
-El ornitorrinco.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Carlos Slim venderá
la mitad de sus activos”.
Lo digo con mucha pena,
pero no puedo comprarlos.
Entiéndame usted,
don Carlos:
ya me gasté la quincena.


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