domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Eres tú, chaval
Eres tú, chaval
2014-07-18 | 10:09:26
Han pasado casi veinticinco
años desde la primera vez que
te vi. Desde que te conocí, en ese
instante improbable en el que tu
mirada se trabó con la mía dentro
de esas mismas latitudes en
las que, increíblemente, te volví a
ver hoy, aunque ya no en persona,
como antes, como fue.
Aquella vez era una tarde calurosa
en Tapachula. En el mismísimo
punto de partida de la porción
mexicana de tu trayecto infernal
-hoy no pude descifrar si estabas
en Chiapas, Oaxaca, Tabasco o
Veracruz-. Sí, el mismo trayecto,
decía, que sigues realizando, interminablemente,
hasta ahora,
hasta siempre.
Tus ojos delataban –antes y
ahora- el miedo que probablemente
se habrá convertido en
una constante de tu existencia,
al mismo tiempo que la dureza
de tu determinación por asumir
con abdomen rígido, y entereza
escalofriante, el destino probable
al que te había escupido la pobreza,
la violencia, la orfandad, la
injusticia, la marginación de esa
zona austral de Mesoamérica que
sigue teniendo esos elementos
como común denominador.
Es verdad. Me parece increíble
encontrarte después de
tantos años, a ti, al mismo niño
de siempre, y me avergüenza, te
he de confesar, encontrarte una
vez más en la misma y exacta
condición. Saber que sigues allí,
indefenso, asustado; abandonado
por quienes muy occidentalizados
y haciendo caso omiso a tu condición,
pudimos, pero no quisimos,
intervenir, comprometernos, trabajar
solidarios contigo…
Sí. Estoy seguro que eres la
misma persona. El mismito.
Nada cambió. Han pasado los
lustros pero puedo apreciar que
ni los rayos del sol inclemente de
las montañas del sur, ni la exposición
abrasiva al polvo del trajín y
al frío de la noche, parecen haber
alterado los rasgos infantiles de
tu rostro grueso, enjuto y moreno.
Eres igual, con esa misma carita
inocente de niño, cuyo hogar
original pudiera ser Tegucigalpa,
San Pedro Sula, Managua,
Comitán, Guatemala, en fin.
Igual que antes. En pleno
trayecto. ¡Al abordaje, carajo! y
¡Sálvese quien pueda! Encaramado
por encima de esos vagones
del averno que cómodamente se
han vuelto invisibles para quienes
tenemos techo, comida caliente y
algo más de posesiones que una
muda de ropa, un puñado de
dólares y un salvoconducto para
huir de un infierno a otro, aunque
enmascarado de esperanza.
Invisibles, para un gobierno que
ha preferido cortarte del discurso
oficial para evitar las preguntas
impertinentes, para no reconocerte
como una mala compañía,
para no tener que asumir la
farragosa tarea de rescatarte,
vigilar tu dignidad, segregar a
todos los grupos que lucran con
tu desgracia.
Montado, junto con cientos de
personas, rutinariamente, sobre
esos vagones insultantemente llamados
en colectivo como la Bestia,
que en su vientre transportan,
de ida y vuelta, nuestra vergüenza,
nuestra macabra afrenta imperdonable
de mantener tu desgracia
por siempre, desde siempre, con
un desdén procaz hacia tu propia
existencia y un cinismo aberrante
a la hora de convertirte en una
moneda políticamente rentable,
en una moda de baños de pureza
vertidos en sociedad, en una asignación
audaz de las culpas.
Como decía, esta vez no te vi en
persona. Miré de nueva cuenta la
imagen en el ordenador que más
bien parecía una toma aérea,
quizá solamente desde un punto
más alto de tu posición, aunque
la gráfica, en la que se podía ver
con perspectiva de profundidad
la longitud del tren que jala la
máquina del terror, multiplicaba
la misma mirada, la tuya, en
pares de ojos desorbitados que
reflejaban el apremio de la incertidumbre.
Si, eres tú, chaval.
Todos son tú.
Encaramado, decía, encima
del vehículo que pone tu vida a
merced de autoridades corruptas,
pandillas transnacionales
con reclutas en México y Centro
América, pero cuyos vínculos se
extienden hasta el Este de Los
Ángeles, California, el sur de Arizona;
de gavillas de mercaderes
de inmigrantes que te venden
y revenden como mercancía,
ya sea a los polleros infames de
siempre, ya sea a las bandas que
se acribillan en la distribución
de narcóticos ilegales, ya sea a
los negociantes de la explotación
sexual infantil.
Eres tú, chaval. El mismo,
el de siempre. Tu mirada era la
misma de todos y cada uno de los
días de estos veinticinco años que
han pasado desde que te conocí
por vez primera. Te vi, chaval,
una vez más, y sentí el arqueo del
diafragma. Sentí ese apremio que
confirma que tu vida devastada y
perdida, es la misma que la mía,
la nuestra, la de todos. Que tus
infiernos, todos, los de ayer, hoy
y mañana, de seguir así, serán,
inexorablemente los nuestros, y
viceversa…
Twitter: @avp_a
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