sábado, 27 de abril del 2024
 
Por Leo Zuckermann
Columna: Juegos de Poder
¿Deben los políticos experimentar la pobreza?
2014-07-21 | 22:33:26
Hace poco leí un magnífico artículo en la revista The Atlantic precisamente sobre ese tema. Está enfocado a la política estadounidense pero sus reflexiones pueden trasladarse a México sin problema.
Resulta que la clase política en Estados Unidos, por los ingresos que ganan, son parte de la élite económica al pertenecer al diez por ciento más rico. Y son ellos, en esa comodidad, los que deciden las políticas públicas del resto de la población incluyendo aquellos que viven en la pobreza. De ahí que existan iniciativas sociales para hacer que los políticos estadounidenses vivan unos días con el mismo ingreso de los que recibe un pobre de ese país. Que experimenten, en carne propia, lo duro de esa existencia. ¿Se imagina usted hacer lo mismo en México? ¿Enviar a los miembros del gabinete presidencial, a los diputados federales y senadores, a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a los consejeros de los órganos autónomos del Estado y a los gobernadores a vivir un par de semanitas como viven los pobres de nuestro país? ¿Qué efectos tendría esta experiencia en sus subsecuentes decisiones?
En el artículo titulado “¿Por qué es importante que los políticos no tengan experiencia en la pobreza?”, Stephen Lurie menciona un dato impresionante sobre lo que está ocurriendo en Estados Unidos: “Por primera vez en la historia, más de la mitad de los miembros del Congreso son millonarios. Casi 200 son multimillonarios. Cien tienen una riqueza de más de cinco millones de dólares; los 10% más ricos están en cifras de nueve dígitos. El sueldo anual del Congreso (174 mil dólares al año) califica a cada miembro dentro del 6% más alto de los asalariados del país. Ninguno de ellos está cerca de experimentar los programas de reducción de la pobreza –vivienda asequible, asistencia alimentaria y seguro médico– que ellos ayudan a controlar”.
“La probabilidad de representantes pobres o recientemente pobres en la democracia es muy bajo”, dice Lurie. Los miembros del Congreso “viven en enclaves prósperos, utilizan servicios médicos caros y mandan a sus hijos a escuelas privadas”. Además, debido a que los políticos estadounidenses pasan mucho tiempo recaudando fondos para sus campañas, cada vez conviven menos con las comunidades pobres donde no hay mucho dinero que recolectar.
Salvo el tema de la recaudación de fondos, lo mismo podemos decir de los políticos mexicanos. Todos los funcionarios arriba mencionados, lo que podríamos denominar como la élite política mexicana, están en el 10% más rico del país tan sólo por el sueldo que ganan. Incluso me atrevería a decir que andan arañando al famoso uno por ciento más próspero del que tanto se habla estos días. Al igual que los políticos estadounidenses, los mexicanos viven en colonias prósperas, tienen seguros médicos privados, se tratan con los mejores doctores, se operan en hospitales de élite y mandan a sus hijos a las escuelas más caras de sus comunidades.
De acuerdo a Lurie, el hecho que los políticos sean ricos ha generado que la pobreza se ignore en su país. Hay muy pocos congresistas que se especializan en este tema. En algunas ocasiones se ha intentado que los legisladores experimenten la pobreza en carne propia. Ha habido intentos para que durante una semana coman con el presupuesto de los vales alimenticios que otorga el Estado (food stamps), duerman en hogares para indigentes o de plano en las aceras a menos 20 grados de temperatura. Aunque estas experiencias son temporales, y de ninguna forma constituyen el drama real de la pobreza, sí dejan una huella educativa en los políticos sobre este terrible problema. Ciertamente los políticos saben que algún día regresarán a la comodidad de sus camas, pero, a estas alturas, el autor argumenta que estas “inmersiones” son lo único que queda.
Retomo esta idea para los políticos mexicanos. Que por un par de semanas dejen a un lado su cómoda existencia y obligatoriamente se alimenten en los comedores de la Cruzada Nacional Contra el Hambre, gastando sólo el dinero que recibe una familia del Programa de Oportunidades, tratando sus problemas de salud con el Seguro Popular y mandando a sus hijos a una escuela pública. Y también, desde luego, que vean cómo los “operadores políticos” de los partidos los amenazan de que si no votan por Fulanito o Zutanito les quitarán las ayudas gubernamentales; que en carne propia sientan cómo se intenta manipular políticamente a los pobres del país. ¿A poco no sería un experimento interesante?

Twitter: @leozuckermann
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