jueves, 02 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De politica y cosas peores
Mamá Rosa
2014-07-23 | 09:58:59
El bien que no se hace bien es causa de mucho
mal. Quizá esa frase no sea merecedora de
ser inscrita en bronce eterno o mármol duradero,
y ni siquiera en plastilina verde, pero
contiene una verdad, la misma que se expresa
en aquel viejo adagio según el cual el infierno
está empedrado de buenas intenciones.
Tal es el caso de la señora llamada Mamá
Rosa. Su obra, nacida de un impulso generoso,
terminó siendo el peor de los infiernos, un
sitio horrible de suciedad, promiscuidades,
miserias físicas y morales, de abusos espantosos
cometidos por quienes tenían poder
sobre los niños y niñas condenados por el
infortunio a estar ahí.
Es difícil pensar que la señora Verduzco
no conociera esa viciosa situación, que venía
de mucho tiempo atrás. Si la ignoraba es que
ningún trato tenía con sus asilados, que no
cuidaba bien de los niños y adolescentes a
quienes debía proteger. Al final ni su obra
era ya una familia ni ella una mamá.
Su gestión devino en una red de apoyos
económicos, influencias políticas y religiosas
y relaciones poco claras que finalmente
corrompieron lo que al principio fue una
bella obra de caridad.
Desde luego la acción ordenada por Jesús
Murillo Karam contra esa persona fue una
torpe desmesura, pero ciertamente no exime
a la señora de responsabilidad moral por los
graves actos que sucedían cotidianamente
en la casa que fundó y que dirigía. En un
país de leyes y justicia habría sido sometida
a proceso, si no por sus acciones sí por su
culpabilísima omisión.
Es necesario ahora ver por los niños y niñas,
por los jóvenes y jovencitas que vivían
ahí en condiciones peores que las de una
cárcel o un campo de concentración.
A las instituciones civiles y eclesiásticas,
a todos aquellos que apoyaron la obra de la
señora Verduzco sin cuidarse de ver si su
ayuda estaba bien encaminada, toca responsabilidad
en el destino de esas criaturas que
aparentemente recibían amparo y que en
verdad estaban en el peor de los abandonos.
Lo dicho: ¡cuánto mal hace el bien que se
hace mal!...
Para aliviar la gravedumbre de la anterior
perorata narremos ahora la historia del Gran
Saltarello, extraordinario artista de circo. La
carpa llena de un público expectante, el director
de pista anunció con campanuda voz:
“¡Damas y caballeros, que de seguro los hay
entre esta numerosa concurrencia! ¡Nuestro
artista exclusivo, el Gran Saltarello, subirá
a un trampolín de 15 metros de altura, y se
lanzará de clavado a un barril con agua!”.
Por una escala de cuerda trepó el audaz
atleta. Se oyó redoble de tambores; arrojose
Saltarello; cayó en el barril y salió de él incólume
y sonriente. Una ovación atronadora
saludó su hazaña. “Ahora, señoras y señores
-siguió el magnílocuo director-, el Gran Saltarello
subirá a un trampolín a 30 metros de
altura, y se tirará de clavado ¡a una cubeta
con agua!”.
Se lanzó desde la altura Saltarello; cayó
en el centro mismo del balde y emergió de él
indemne y triunfador. El público lo vitoreó
con entusiasmo, y luego se puso en pie para
marcharse. ¿Qué más se podía ver después de
aquello? “¡Un momento! -clamó el director
de pista-. ¡Falta todavía lo mejor! Señoras y
señores: el Gran Saltarello subirá a un trampolín
de 50 metros de altura, y se lanzará de
clavado ¡a un trapeador húmedo!”.
La gente no daba crédito a lo que había
escuchado. Lanzarse a un barril con agua, y
hasta a una cubeta, era proeza grande, pero
¿a un trapeador, aunque estuviera mojado?
¡Eso era algo imposible! En profundo silencio
el público siguió el ascenso del atleta
hasta aquella vertiginosa altura.
Vino el ayudante con el trapeador, e
imprimiéndole un movimiento rotativo lo
extendió en el piso. Se escuchó nuevamente el
ominoso redoblar de los tambores. Saltarello
se lanzó al vacío. Tan larga fue su caída que
alcanzó a dar dos maromas en el aire, igual
que clavadista olímpico.
Salto de precisión fue el suyo: cayó limpiamente
sobre el trapeador. Pero. ¡qué horrible
batacazo se dio en esta ocasión! Quedó
tendido en el suelo, lacerado, con dos o tres
costillas rotas y echando sangre por nariz
y boca. A duras penas se pudo levantar, y
preguntó luego hecho una furia: “¿Quién fue
el hijo de la tiznada que exprimió el trapeador?”.
FIN.


mirador
››Armando
Fuentes Aguirre
“¿Qué hora es? No es ninguna hora. El
tiempo se ha detenido. Más aún: ya no
hay tiempo. El mundo quedó vacío de
relojes y calendarios. Los días y los años
han dejado de existir. Las horas están
muertas, y los minutos son mínimos
cadáveres. Las cosas ya no son, pues ya
no existen. Sólo en el tiempo se puede
vivir eso que se llamaba vida. Y como
ya no hay tiempo ya no hay vida”.
Con el último tiempo que le quedaba,
con la última vida que aún tenía,
un escritor desconocido escribió esas
palabras, testimonio final de lo que
pasó -de lo que no pasó- cuando ya no
pasó el tiempo. Hallé su escrito en un
papel que arrastró el viento y lo dejó a
mis pies. Lo levanté, lo leí, y de inmediato
me percaté de su importancia.
Quise registrar la hora exacta en que
ese texto había llegado a mí. Busqué
la hora en el reloj. En su carátula ya no
había horas. El tiempo se había detenido.
Fue entonces cuando escribí esto,
testimonio final de
¡Hasta mañana!...
(Nota: al final, después de la palabra
“de”, no hay punto, ni puntos suspensivos.
Queda tal como está en el original.
Gracias).
managnitas
››por afa
“...Fox se ofrece a intervenir en el caso
de La Gran Familia”.
Su actitud es cuestionable,
y parece sospechosa.
Al igual que Mamá Rosa
¿también es inimputable?


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