viernes, 03 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De politica y cosas peores
Tesoro en peligro
2014-07-30 | 09:56:38
Llegó Pepito de la escuela. Su mamá estaba en
la cocina preparando la comida. Le preguntó:
“¿Qué estás haciendo?”. Contestó la señora:
“Rajas”. Prometió Pepito: “No rajo. Dime qué
estás haciendo”...
Un sombrío sujeto llamó a la puerta de don
Chinguetas. “Soy su nuevo vecino -le dijo-,
y tengo la habilidad de adivinar el porvenir.
Su perro estuvo ladrando ayer toda la noche.
Ése es anuncio de muerte, y vengo a decirle
quien morirá”.
“¿Quién? -se sobresaltó don Chinguetas.
Contestó el tipo, amenazante: “Su perro, si
otra vez vuelve a ladrar”...
Un granjero llevó a su hijo a la feria de
ganado. El niño vio cómo su padre palpaba
las ubres de las vacas que le ofrecían en venta.
“¿Por qué haces eso?” -le preguntó, intrigado.
Explicó el granjero: “Es lo que hace un
buen comprador”. Al oír eso el pequeño se
angustió: “¿Entonces el vecino va a comprar
a mi mamá?”...
Cuatrociénegas, en mi natal Coahuila, es
un lugar único en el planeta. Sus pozas, cuyas
aguas son de un verde azul indescriptible -o
de un azul verde inefable-, albergan especies
que maravillan a los naturalistas.
Pues bien: ese sitio prodigioso está amenazado
por la ambición de un reducido número
de negociantes que con tal de llevarse al bolsillo
unos pesos más, no dudan en poner en
riesgo una reserva natural perteneciente a
toda la humanidad.
El agua que alimenta esas pozas es desviada
para regar sembradíos de alfalfa que
benefician a una empresa al tiempo que
dañan un patrimonio universal.
Las autoridades, tanto federales como
locales, encargadas del manejo del agua y
de la protección del medio ambiente deben
intervenir urgentemente a efecto de que no se
ponga en peligro esa zona de Cuatrociénegas,
tesoro de Coahuila, de México y del mundo...
Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón,
maduras señoritas solteras, hicieron una
visita a la galería de arte. En la sección de
esculturas vieron una bella colección de estatuas
griegas de jóvenes atletas desnudos
cuya pudenda parte se cubría con una hoja
de árbol. En voz baja le sugirió Himenia a su
amiguita Celiberia: “Regresemos en otoño”...
Toninita, muchacha bastante entrada en
carnes -por todas partes se le salían-, pidió
un helado en la cafetería. “Lo quiero triple
-le dijo al encargado-, de fresa, vainilla y
chocolate”.
Le preguntó el empleado: “¿Le pongo a su
helado crema o mermelada?”. “Póngale unas
rebanadas de pepino -respondió Toninita-.
Estoy a dieta”...
Un diseñador de bikinis está teniendo
problemas: en su nuevo modelo no cabe la
etiqueta con la marca...
Babalucas les sugirió a los estableros:
“Crucen vacas con caballos. Así tendrán leche
que se entregue sola”...
El paciente le preguntó a la enfermera,
que veía el termómetro: “¿Tengo fiebre?”.
“Y muy alta -respondió ella, preocupada -.
Estoy leyendo aquí: ‘Continúa en el próximo
termómetro’”...
La linda chica le reclamó en el bar a Libidiano:
“Me está usted desvistiendo con la
mirada”. Contestó el salaz individuo: “Por
algo se empieza”...
Uglilia era más fea que un coche por
abajo. Cierta noche sorprendió a un ladrón
en el interior de su casa. Le apuntó con una
pistola y le dijo que si no le hacía el amor
llamaría a la policía.
El caco miró a Uglilia: tenía cabellos
crespos, un lobanillo en la nariz, los dientes
negros, y en el cachete un gran lunar piloso.
Suspiró el ratero y le dijo a Uglilia: “Dígame
cuál es el número. Yo mismo llamaré a la
policía”...
Un tipo le contó a otro: “Por fin anoche mi
novia me dio el sí”. “¡Felicidades! -se alegró
el amigo-. ¿Cuándo es la boda?”. Dijo el tipo:
“¿Quién está hablando de matrimonio?”...
Comentaba un playboy: “Jamás hago el
amor si tengo algo mejor que hacer. El problema
es que no hay nada mejor que hacer”...
Una víbora acudió a la consulta del doctor
Lucío, oftalmólogo de fama, y le pidió que la
examinara, pues no veía bien. Después del
correspondiente examen el facultativo le
prescribió lentes al ofidio.
Días después la víbora regresó al consultorio.
Se le veía triste, deprimida. Le preguntó
el doctor Lucío: “¿Tiene problema con los
anteojos?”. “No, doctor -contestó el reptil-.
Pero cuando me los puse me di cuenta de que
durante dos años le he estado haciendo el
amor a una manguera”... FIN.


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