domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Artista genial
2014-08-15 | 22:01:33
El novio de Susiflor se desanimó bastante cuando ella le dijo: “Mientras no me entre el anillo no me entrará ninguna otra cosa”.
La chica le preguntó a Babalucas: “¿De qué lado de la cama te acuestas?”. Respondió el badulaque: “Del de arriba”.
Otro del mismo personaje. Un tuerto asaltó la tienda de conveniencia donde Babalucas hacía sus compras. El tontiloco le preguntó al encargado: “¿Hay algún sospechoso?”. “Sí -respondió el de la tienda-. La policía está buscando a un hombre con un solo ojo”.
Babalucas meneó la cabeza y comentó: “Por eso no agarran nunca a los ladrones. Deberían buscarlo con los dos ojos”.
¿Por qué las pelotas de golf son pequeñas y blancas? Porque si fueran grandes y negras no serían pelotas de golf: serían de elefante.
El Padre Arsilio le preguntó al niñito: “¿Siempre dices tus oraciones de la noche?”. Contestó el pequeño: “Sí”. Volvió a preguntar el sacerdote: “Y tus oraciones de la mañana ¿las rezas también?”. Dijo el chiquillo: “No”. “¿Por qué no?” -se extrañó el Padre Arsilio.
Explicó el niño: “Porque en la mañana no tengo miedo”. (Decía un dicho ranchero: “Nomás cuando cae el rayo te acuerdas de Santa Bárbara”. Esta santita protege contra el riesgo de ser fulminado por una descarga eléctrica del cielo. “Santa Bárbara doncella, líbrame de una centella. Que no me caiga a mí, que le caiga a ella”).
Don Poseidón, labriego acomodado, tenía una hija. El novio de la muchacha se presentó ante el severo genitor. “Vengo -le dijo- a pedirle la mano de Dulcilí”. Respondió el vejancón frunciendo el entrecejo: “¿Y pa’ qué chingaos queres nomás la mano?”.
Hay caricaturistas extraordinarios. El más antiguo de todos -y el más cruel- es el tiempo. El mejor de México, y uno de los mejores del mundo, es sin lugar a dudas Paco Calderón.
En sus espléndidos cartones la realidad se vuelve más real. Nos hace ver lo que no vemos; al dibujar consigue que se saluden y se den la mano la verdad y la sonrisa.
Profundo sin ser pedante, ingenioso sin ser frívolo, lo suyo es la ironía fina, no el sarcasmo cruel. Artista genial, es hombre bueno. He tenido la fortuna de tratarlo y puedo dar testimonio de su generosidad, de su gran calidad humana.
Es amable y cordial; tiene la sencillez de los que valen. Me alegré mucho cuando supe que había ganado el Premio Maria Moors Cabot, uno de los más altos reconocimientos que un periodista puede recibir.
Desde aquí le envío -por riguroso orden alfabético- mi abrazo, mi admiración, mi afecto y mi agradecimiento. Le pido a la vida que me dé el regalo de poder decirle alguna vez a Paco Calderón, con la palabra hablada, esto que acabo de decirle con la palabra escrita.
La esposa de don Hamponio vio un hermoso collar en el escaparate de una joyería. Le dijo a su marido: “Me gusta ese collar”. Don Hamponio cogió un ladrillo, con él quebró el vidrio del aparador y le entregó el collar a su mujer.
Pasaron luego frente a una tienda de pieles. “Me gusta ese visón” -dijo la señora. Don Hamponio buscó otro ladrillo, quebró la vidriera y le dio el abrigo a su esposa.
Llegaron a una elegante zapatería, y dijo la mujer: “Me gustan esos zapatos”. “¡Carajo! -estalló don Hamponio-. ¿Acaso piensas que los ladrillos se dan en árboles?”.
La abuelita de Pepito tenía muy menguadas todas sus facultades, pero se sentía feliz porque su nieto le llevaba pasitas cada vez que la visitaba. Un día dejó de hacerlo.
Le preguntó la anciana: “Hijito: ¿Por qué ya no me traes pasitas?”. Explicó el pequeñín: “Es que mi conejito se escapó”. Don Algón conoció en el bar a una linda chica, y ésta lo invitó a pasar con ella un agradable rato.
El salaz ejecutivo se asombró. Vivía la muchacha en un departamento a todo lujo; tenía un coche deportivo del año; su clóset estaba lleno de finísimos vestidos.
Después de que gozó con ella los deliquios del prohibido amor, don Algón le preguntó a la hermosa joven a cuánto ascendía el monto de sus emolumentos, tarifa o arancel.
“Son 20 pesos” -le dijo ella. “¿20 pesos?” -exclamó con asombro don Algón. “Sí -reiteró la chica-. Eso es lo que cobro por hacer el sexo”. “No lo puedo creer -manifestó el visitante-. Si cobras 20 pesos ¿cómo puedes darte todos estos lujos?”. “Bueno -sonrió la muchacha al tiempo que hacía pasar al enorme tipo que había filmado todo aquello-. Es que también le hago un poco al chantajito”. FIN.



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