domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La tlapalería
2014-08-17 | 09:31:41

Un tipo le dijo a su vecino: “Habrás notado que mi esposa se viste muy bien”. “Es cierto -concedió el otro-. Pero muy despacio”...

El oficial del Registro Civil le pidió al ansioso caballero: “Por favor ya no venga, don Martiriano. Mil veces le he dicho que su acta de matrimonio no tiene fecha de vencimiento”...

El doctor Duerf era analista especializado en tratar mujeres. Comentó una: “No me da buena espina ese psiquiatra. Tiene diván matrimonial”. (Nota: antes lo tenía king size, redondo y con colchón de agua, pero por ética profesional lo cambió)...

“¡No supe lo que hice!” -gimió la muchacha soltera al terminar el trance de amor con su galán. Replicó éste: “Me sorprende lo que dices, Susiflor. Lo hiciste bastante bien”...

Una muchacha fue a una tlapalería. (Para beneficio de mis lectores en el extranjero diré que en México una tlapalería es una tienda donde se venden principalmente pinturas, pero también materiales diversos para electricidad, carpintería, etcétera. La palabra proviene del náhuatl “tlapalli”, que significa color para pintar, y se usa principalmente en la Ciudad de México).

A la muchacha su novio le había regalado un perro collie escocés, pero ella descubrió que el animalito tenía pulgas. Fue, pues, a la tlapalería y pidió algo para combatirlas. El encargado le dijo que tenía unos polvos muy fuertes que de seguro acabaría con los insectos. “Simplemente rocíe los polvos en su cama -la instruyó-, y las pulgas desaparecerán”.

“No son para mi cama -se amoscó la muchacha-. Los quiero para mi collie”. “Ah caramba -se preocupó el tlapalero-. No sé si sean demasiado fuertes para que se los ponga ahí”...

Un individuo fue con el doctor Ken Hosanna y le dijo que tenía un problema en el oído: con frecuencia escuchaba un ruido extraño, como de cristal que se quiebra. Dictaminó el facultativo: “Han de ser los vasos sanguíneos”...

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le dijo a Dulcilí, hermosa chica: “Mis amigos son muy pesimistas en cuanto a las mujeres. Piensan que todas son ligeras, casquivanas, frívolas y fáciles. En cambio yo soy un optimista: espero que nada más tú lo seas”...

Don Poseidón entrevistó conjuntamente a un pequeño grupo de muchachas que solicitaban el empleo de secretaria. Deseoso de conocer los antecedentes laborales de una de ellas le preguntó: “Dígame, señorita Rosibel: ¿cuál fue su última posición?”. Ella se ruborizó: “¿Quiere que se lo diga aquí, delante de todas?”...

En un pequeño pueblo dos sujetos estaban conversando. Uno de ellos señalaba a las mujeres que pasaba y le decía al otro: “Yo poseí a esa mujer. También a esa otra. Lo mismo a aquella que va allá. Puedo decirte que he poseído a casi todas las mujeres de aquí”. “¡Caramba! -se admiró el otro-. ¡Entonces entre tu esposa y tú han poseído a casi todo el pueblo!”...

A don Crésido, hombre de la mejor sociedad, y adinerado, no le gustó la novia de su hijo, una chica linda y bien educada, pero cuya familia era de condición modesta. Le dijo el ricachón al muchacho: “Creo, hijo, que tu novia no es como nosotros”. “Ya lo sé, padre -replicó el hijo-. ¿No es eso maravilloso?”...

Un individuo fue con el gastroenterólogo. “Doctor -se quejó-. Desde hace una semana traigo el estómago lleno de gases. He recurrido a todos los remedios caseros, y no los puedo desalojar”. El médico le indicó: “Tómese ahora mismo estas dos píldoras. Le aseguro que con ellas arrojará los gases”.

Se tomó el medicamento el tipo, y salió. Unos minutos después sonó el teléfono del médico. Era el sujeto de los gases. “¡Doctor! -le dijo feliz-. ¡Esas píldoras que me administró resultaron fantásticas! ¡De un solo golpe acabo de arrojar todos los gases!”. “Magnífico -se alegró el galeno-. ¿De dónde me está usted llamando?”. Responde el individuo: “De un teléfono público, enfrente de donde estaba el edificio de la presidencia municipal”...

El juez de lo familiar le preguntó al marido: “¿Por qué quiere usted divorciarse?”. Respondió el tipo: “Siempre que llego a mi casa encuentro basura en el lecho conyugal”. “Ésa no es causal de divorcio” -opuso el juzgador. En seguida le preguntó a la esposa: “Y usted, señora ¿por qué se quiere divorciar?”. Contestó ella: “No me gusta la costumbre que tiene mi marido de llamar ‘basura’ a mis amigos”... FIN.


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