domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Falta de rigor
Falta de rigor
2014-08-22 | 09:53:42
“Es nuclear, Jacobo. Es nucleaaaaar”.
Y los indefensos
y atónitos telespectadores
guardamos un silencio
sepulcral en ese momento
escalofriante mientras ella, la
singular Ericka Vextler, repetía
la frase con su timbre de voz
característico, en una especie
de berrido, chillido o bramido,
al tiempo que contemplábamos
en nuestros televisores –todavía
de cinescopio- la expresión
circunspecta del legendario
personaje que por décadas fue
el rostro de la comunicación
oficial en México.
Quizá solamente es una fijación
mía, propia de las manías
que de pronto se adquieren con
hábitos diversos, pero recuerdo
la escena del año 1991 perfectamente,
como si hubiese sido ayer.
No es que las imagines dieran
algo más allá de lo cotidiano –
especialmente comparadas con
las que ahora están disponibles
en línea-, pero el alarido anunciaba
implícitamente la llegada
a galope tendido de los cuatro
jinetes del apocalipsis.
Era el noticiero 24 horas que
conducía Jacobo Zabludovsky,
quien para mayores señas de las
generaciones del milenio, era
el anchorman por antonomasia
de una República que durante
años lo relacionaba con la única
forma de saber lo que sucedía
en el País y fuera de él -o lo que
algunos decidían debiéramos
saber-. Tan mediáticamente
influyente que llegó el punto que
hasta las devaluaciones dejaron
de anunciarse, primero por el
Presidente, luego por el Secretario
de Hacienda, hasta llegar
al anuncio lacónico y nasal de
Don Jacobo.
Y así, esa noche, sin fundamento
técnico ni científico, y
con una temeridad apabullante,
la colega Vextler despertaba el
pánico entre todos los colegas y
nos helaba la espina dorsal haciéndonos
imaginar –sin redes
sociales que nos ampararan- el
desenlace ominoso de la guerra
fría, solo imaginado por los autores
de guiones cinematográficos
y comics diversos.
Por algunos minutos, en lo
que Don Jacobo le pedía a Lupita
-su secretaria que también salía
a cuadro ocasionalmente- que
hiciera las llamadas pertinentes
para descartar el terrible anuncio
nuclear, los de estas tierras
aztecas nos preparábamos para
lo peor.
Esa era la escena, y si nos
detenemos unos minutos a
ref lexionar, veintitantos años
después, esencialmente la irresponsabilidad
al comunicar de
muchos sigue igual o peor. Personajes
que se hacen pasar por
líderes indiscutibles, individuos
que se auto proclaman censores
de la moralidad, de lo correcto
y el deber ser, todólogos que de
lo único que no son expertos es
de sus propias carencias, vicios
y negocios inconfesables.
Ellos se regocijan artera e
impunemente lanzando, ahora
al ciberespacio y a los cuatro
puntos cardinales, aseveraciones
temerarias, sin fundamento
a las que llegan por conjeturas,
por una mala pasada de su propia
ignorancia o por la malsana
intención de profundizar en la
incertidumbre, en el caos y la
división. Factores que cuando
no son una consecuencia fortuita
a su torpeza, son un terreno
deliberadamente propicio a la
consolidación de la encomienda
post moderna que siguen
ejerciendo muchos por estas
latitudes.
Sembrar el odio y descubrirse
populares en el apetito de los
espectadores por el éxtasis del
morbo. Sin utilidad práctica.
Mentir hasta que la repetición
haga del embustero un paladín
de la verdad popular. Destruir
reputaciones sin prueba, como
deporte nacional de revancha
ante el éxito ajeno, ante la incapacidad
propia de crear.
Regresando a las memorias
del noticiero 24 horas, así como
el anuncio nuclear, también
hubo alguna vez un enlace en
que daban un testigo de una
reunión o cumbre de intelectuales,
seguramente en el marco de
algún conflicto entre Palestina
e Israel, o cualquier otro. Una
corresponsal de Jacobo, no recuerdo
si era la propia Vextler o
probablemente Valentina Alazraki,
lograba abordar a Octavio
Paz precisamente a la salida de
una sesión maratónica.
Por estas tierras, las de acá,
se celebraba algún aniversario
de la primera edición del
Laberinto de la soledad. Ella
se acercó a Paz y le pregunto
con mucha autoridad y actitud
retadora: -Don Octavio, en dos
palabras ¿cual es el problema de
los mexicanos? Paz la miro brevemente
pero con profundidad y
respondió fulminante: “En tres,
falta de rigor”. Pues eso.
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