domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Todo su aliento
Todo su aliento
2014-09-05 | 09:59:14
De regreso contigo. Sí. Una vez más. En este
peregrinar cronológico de todos nosotros cuya
naturaleza nos obliga, aparentemente, a deambular
en círculos por esos hitos caprichosos que
los humanos hemos erigido en conmemoraciones
específicas durante ese trayecto de la tierra alrededor
del sol.
Sí, esos trescientos sesenta y cinco días y seis
horas a los que alegóricamente colgamos títulos
barrocos, momentos definidos para regresar,
una y otra vez, exactamente a donde estuvimos
el periodo anterior, donde sembramos unas lágrimas,
o donde inmortalizamos una carcajada,
un abrazo entrañable, un pedacito de nuestro ser.
Ahora te toca a ti, nuevamente, levantarte
como un sol entre céfiros y trinos, y vivir, soportar,
sufrir o simplemente transitar tu época, tu
tiempo, tu homenaje y conmemoración anualizada,
cada noveno mes. Como cada año, como
cada década, con mucha alegoría, fanfarronería
y frivolidad.
Con una decadencia estrujante que acusamos
ostensiblemente en nuestra manera de vivir y
reconocernos como tu descendencia. Con luces
de colores, matracas, sombreros monumentales,
mentadas de madre y frases soeces. Excesos en
el tequila, el pozole, los tamales y una que otra
canción.
Te toca a ti otra vez, y no entiendo claramente
cómo es que tú lo vayas a tomar, cómo es que lo
asimilas año con año en que te utilizamos como
un pretexto para darnos algunos gustos licenciosos,
algunos días oficiales de descanso, algún
pretexto para excusarnos de cumplir un deber, un
término o una acción debida. En que te usamos
arteramente para olvidar un poco nuestra miseria,
nuestra imposibilidad de progreso, nuestra
realidad lacerante.
No lo entiendo claramente, y menos cuando
miramos a nuestro alrededor para reconocernos
como los portadores de un ADN tergiversado
mientras aprestamos el acero y el bridón para
ir en contra nuestros pares, nuestros hermanos
con quienes nos ensañamos en tanto mayor sea
su miseria o carencia; ese acero que utilizamos
para obtener dividendos políticos que después se
convierten en fortunas inconfesables.
Ese bridón que nos alimenta un ego grosero y
ambicioso de ser titular de una encomienda post
moderna sobre los hermanos descendientes de
nuestros pueblos originarios, sobre quienes han
sido expulsados de sus tierras por la intolerancia,
la violencia y la sinrazón, olvidando tu enseñanza
primigenia que sentenciaba, al ritmo que impuso
Nunó: “Ya no más de tus hijos la sangre/ se derrame
en contienda de hermanos…”.
No lo entiendo claramente cuando nuestra
tierra retiembla bajo pies descalzos en la huída de
familias enteras asustadas por el sonoro rugir de
un cañón dirigido hacia ellos por otros hermanos,
tan hijos tuyos como ellos, que afinan su puntería
hacia la depredación de un mexicano a manos de
otro, ya sea literalmente a pólvora y fuego, ya sea
comercialmente, en el centro escolar o de trabajo,
en la organización de una manzana suburbana,
en el engaño de la lucha gremial reivindicatoria
de derechos, que lo único que reivindica es el
patrimonio de sus líderes.
Lo que yo entiendo es que los hijos de pronto
tomamos un sendero diverso al planeado, al
esperado, y con frases políticamente correctas,
ignorando el vientre que nos hizo animados y
traicionándote en pequeñas, pero sucesivas dosis,
nos desgranamos en una soledad provocada
por nuestra intolerancia, nuestra falta de rigor,
educación y consideración a la tierra que nos vio
nacer, al pueblo que nos engendró.
Una actitud inexplicable que parece ser el
fetiche que provoca, quizá, que en estos tiempos
turbulentos, el arcángel divino evocado por Bocanegra,
haya emigrado acaso a otras latitudes,
olvidando ceñir tus sienes con la oliva de la paz.
Lo que yo entiendo de los testimonios que
he escuchado de madres como tú por aquí, por
allí, es que a pesar del dolor, en muchos casos
sufrimiento, marginación o tragedia asociada a
las causas, nada, pero nada de lo que sucede en la
plancha de parir, precluye, disminuye o amilana
ese amor y lealtad incondicional que, a flor de piel
o muy dentro de la cavidad que se forma en la cara
posterior del diafragma, y que late en la acción
concertada del sístole y la diástole, caracteriza
a una madre mexicana o de cualquier sitio, que
es igual.
Lo que yo entiendo es que aún permanece
la residual esperanza de laurearte una vez más
con guirnaldas de mirtos y rosas y recobrar esa
legitimidad para mirar de frente tus ojos morenos
mientras resuenen las voces de mil, de millones
de héroes de los que la patria aquí fue, ante los
ecos sonoros de paz, justicia y unión; las voces
de los héroes cotidianos y anónimos de los que la
patria será, jurando, una vez más, cuando estén
de regreso contigo, exhalar en tus aras…, todo
su aliento.
Twitter: @avp_a
columnasv@hotmail.com


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