lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De políticas y cosas peores
Nuevo Aeropuerto
2014-09-08 | 10:15:09
Todas las noches Pepito rezaba devotamente
sus oraciones antes de acostarse. Las terminaba
siempre con la misma petición: “Y por favor,
Diosito, cuida a mi mamá, a mi papá, a mi abuelita
y a mi abuelito”. Cierta noche cambió el texto
de su ruego. Dijo esa vez: “Y por favor, Diosito,
cuida a mi mamá, a mi papá y a mi abuelita”.
“¿Te fijaste? -le comentó intrigada la mamá
de Pepito a su esposo-. Omitió en su oración al
abuelo”. Al día siguiente el abuelito amaneció
sin vida. Pasaron tres o cuatro semanas, y una
noche Pepito dijo en su oración: “Y por favor,
Diosito, cuida a mi mamá y a mi papá”. “¿Te
fijaste? -volvió a decirle la madre de Pepito a su
marido-. No mencionó en su oración a la abuela”.
En el transcurso de la noche la abuelita pasó
del efímero sueño de la vida al otro que no tiene
final. Transcurrió un mes. Y una noche dijo
Pepito al rezar: “Y por favor, Diosito, cuida a mi
mamá”. “¿Te fijaste? -le dijo con espanto el papá
de Pepito a su señora-. ¡Esta vez me omitió a mí!”.
¡Oh augurio sombrío! ¡Oh fatal premonición!
Toda la noche el desdichado señor estuvo sin
dormir; pensaba que en cualquier momento
llegaría la parca -Átropos, Láquesis o Cloto- a
cortarle el frágil hilo de la vida. Pero pasó la
noche y nada sucedió.
Amaneció el nuevo día. Un poco más tranquilo
el señor estaba a punto de conciliar el sueño
cuando el teléfono sonó. Contestó la señora, y
después de colgar le dijo a su esposo: “Una mala
noticia. El compadre Pitoncio murió anoche”...
El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México
es una obra cuya realización no puede postergarse
más. El actual está ya tan saturado como
el viaducto en horas pico (las horas pico son de
las cero a las 24 horas). A fin de llevar a cabo esa
obra tan necesaria deben ponerse en ejercicio
dos grandes cualidades que no menciono aquí
nominalmente por las limitaciones que la Ley
de Imprenta impone a quienes escribimos en
los papeles públicos.
Existe en derecho la institución llamada
expropiación por causa de utilidad pública, de
la cual se puede echar mano en este caso si algún
pequeño grupo de propietarios o detentadores
de los terrenos requeridos -decir “grupúsculo”
no se oye bien- se oponga a la realización del
aeropuerto. El interés de unos cuantos no puede
atentar contra el de millones de personas, y
menos cuando ese interés no está justificado.
Si en otro tiempo a los gobernantes les faltó lo
que al pastel para llevar adelante este proyecto,
si en nombre de la prudencia se permitió que
con amenazas y demostraciones violentas se
detuviera durante años la construcción de una
obra indispensable para el desarrollo del país,
esa lenidad ya no se puede permitir...
Dulcilí, doncella cándida, le dijo a Afrodisio:
“No iré contigo al cine. Sé que me invitas
solamente para hacerme objeto de tocamientos
y sobos de lascivia, lubricidad, lujuria y voluptuosidad,
aunque no sea necesariamente en
ese orden”. “¿Cómo puedes pensar tal cosa de
mí? -protestó él, ofendido-. Soy un caballero.
Además, si por ventura intentara eso, nos vería
la gente”. Sugirió tímidamente Dulcilí: “Podríamos
sentarnos en la fila de mero atrás”...
Le preguntó un amigo a Babalucas: “¿Cómo
te fue con la chica con quien saliste anoche?”.
“Muy mal -refunfuñó el tontiloco-. Me salió
dormilona”. “¿Cómo que te salió dormilona?”
-se extrañó el otro. “Sí -explica Babalucas-. Tan
pronto la empecé a besar y a acariciar me preguntó
ansiosamente que a qué horas nos íbamos
a acostar. Me enojé y la fui a dejar a su casa”...
El señor y la señora regresaron a su casa
después de haber ido al cine, y oyeron ruidos
raros en la recámara de su hija. Entraron y ¿qué
vieron? Me resisto a decirlo, pero me obliga la
proclamación de la verdad: vieron al novio de
la muchacha tendido en la cama de la chica, en
decúbito supino -vale decir de espaldas sobre el
lecho- y cubierto sólo por un poco de loción y un
arete que llevaba en la oreja izquierda.
La señora, que recientemente había hecho un
diplomado en Letras Españolas, exclamó con
desesperación: “¡Ay mísera de mí, ay infelice!
¿Dónde está mi hija, grosero, lanudo, brusco?”.
Respondió el mozalbete: “En seguida va a caer,
señora. Estaba arriba de mí -woman on top-, y
con el susto que me dieron ustedes al entrar la
aventé. De momento se encuentra estampada
en el techo”... FIN.

mirador
››armando
fuentes aguirre
Cortazar es una linda ciudad de Guanajuato.
Hace tiempo estuve ahí. Muy bello es el
paisaje que circunda a esa población. Le
ponen marco la Sierra de Codornices, con
su precioso Cerrito Colorado, el río de La
Laja y las barrancas de Paila y Salitrera,
en cuyo fondo crecen helechos con hojas
más altas que un hombre alto.
Cerca están las cuevas de Los Portales.
Situadas a uno y otro lado del profundo
barranco, esas grutas servían de sitio para
una bella tradición que tuvo su apogeo
en las primeras décadas del pasado siglo.
Cuando había luna llena se organizaban
lunadas a las que asistía la juventud del
pueblo.
Las cuevas de un lado de la barranca
eran ocupadas por las muchachas; las del
otro por sus jóvenes galanes. Ahí pasarían
la velada; ahí dormirían. Cada quien por
su lado, claro. A la llegada de la noche se
encendían fogatas. Esa era la señal para
que empezara un concierto que, estoy
seguro, sólo se ha conocido en Cortazar.
Con acompañamiento de guitarras
empezaban a cantar los muchachos desde
su lado del barranco. Desde el suyo les respondían
las muchachas con otra canción.
Toda la noche duraba ese diálogo de
canciones, entonadas a veces por solistas
-ella y él- que se cambiaban mensajes del
corazón en el lenguaje que sólo entienden
los enamorados.
¡Qué bellas deben haber sido aquellas
noches de cantos amorosos! La canción del
amor siempre es hermosa. Es la canción
de la vida.
¡Hasta mañana!...
manganitas
››por afa
“...Glosarán los diputados el informe
del Presidente...”.
Lo digo sin hacer mengua
a la política honrosa:
aquella palabra, “glosa”,
significa en griego “lengua”.


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