domingo, 05 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Delirio consumista
Delirio consumista
2014-09-12 | 09:38:28
En realidad, encarnan una especie
de legión del desparpajo, un
híbrido entre el descuido total de
las formas rigoristas de antaño y
la vanguardia del mundo práctico,
desechable, de dos minutos. En
una especie de ritual místico, se
arremolinan en torno de cualquier
centro de culto al consumismo, sin
hablar entre ellos, sin entablar un
vínculo social, simplemente para
recorrer hombro con hombro, las
interminables millas en las que los
aparadores ofrecen exactamente la
respuesta a todas sus necesidades.
Llegan desde temprano, con sus
ahorros en el bolsillo, bien dispuestos,
o los jirones de patrimonio que,
después de las reformas estructurales
que cobran más riqueza de la
que generarán, al menos en el futuro
inmediato, aún permanecen
intactos. El atuendo mucho habla
también de su empeño por invertir
cuantas horas sean necesarias para
satisfacer hasta la necesidad más
exigente.
Con furia incontenible, se desplazan
de un lado al otro del centro
comercial, de una tienda a otra, ocupados,
concentrados, con seriedad
inusitada, con la comodidad que
brindan los pants holgados para
un día de compras. Sí, en el puente
Patrio, abarrotando, según las posibilidades,
ubicaciones entrañables
para los mexicanos adictos al
shopping: San Antonio, Houston,
El Paso, Miami, San Diego…, en su
propio idioma y con promociones
especiales sin igual.
Reciben la sugerencia del entusiasta
experto en cosméticos y buen
vestir en la tienda de departamentos
que ofrece la fragancia adecuada
para la temporada; analizan con
rigor científico los contenidos textiles
de una chamarra de esquimal,
que nunca usarían, pero que está
marcada con el cincuenta por ciento
debajo de un precio que, ya de por
sí, era razonable.
Pasean por las tiendas que
ofrecen tecnología con una dedicación
solamente envidiable para
un visitante serio de un museo
cosmopolita, y hacen preguntas
cuya solemnidad e inteligencia es
un asunto –a juzgar por sus caras-,
definitivamente incuestionable.
Salen nuevamente a los pasillos
con verdadera determinación por
conseguir todo aquello que está en
barata, rebaja, en sale. Hacen una
parada breve en la zona generalizada
de comida, cuyo olor no puede
ser más que el propio signo de las
circunstancias, en las que se mezcla
practicalidad, harina prefabricada
y carne que no es carne pero se
puede preparar en un santiamén,
para evitar mayores dilaciones en
la carrera por comprar.
Gozan de una quesadilla
americanizante, un taco hecho
en tostada curva, un burrito cuyo
origen remoto en Ciudad Juárez les
es absolutamente ajeno a la hora de
saldar las cuentas de la tripa que
aprieta.
Se arrebatan las prendas en los
montones desordenados que se
ubican bajo un pequeño letrero
que dice liquidación, y los señores
compran pantaletas y leotardos,
para la gordita de su corazón, y
ellas, adquieren equipo deportivo
para una pareja que seguramente
no practicará nada, más allá de la
simple contemplación del lunes por
la noche o el juego de futbol de rigor.
Todos preparados para gastar
los últimos centavos antes de que
comience la recta final del año que
anticipa fiestas, diversión y aguinaldo.
En el inicio de una carrera,
digamos infernal, hacia el cierre
del período que les llevará a iniciar
un nuevo año, como debe ser, desesperados
por llegar a la primera
quincena para comenzar a pagar los
excesos de las fiestas nacionales que
traen algo más allá que gritos, loas
y marchas solemnes.
Twitter: @avp_a
columnasv@hotmail.com


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