lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Minicasas de interés social
2014-09-18 | 09:38:48
Don Languido, senescente caballero, llegó a
su casa llevando un trombón que acababa de
comprar. Sin decir palabra, y ante el asombro
y estupefacción de su mujer, procedió
a tocar varias escalas en el sonoro instrumento,
y luego -con ciertas dificultades, y
algo desafinado- interpretó la Meditación
de “Thaïs”, obra del gran compositor francés
Jules Massenet (1842-1912).
Al terminar la demostración le dijo don
Languidio a su esposa en tono al mismo
tiempo ufano y retador: “¿Qué tal, mujer?
¡Y tú que decías que ya no soplo!”...
Las damas de la Sociedad Protectora de
Animales hacían campaña en las escuelas.
Una de ellas le preguntó a Pepito: “Dime,
buen niño: tu mamá ¿tiene un abrigo de
piel?”. “Sí -contestó él-. Es un abrigo de piel
de zorro”. Le dijo la mujer, ceñuda: “¿Y no te
has puesto a pensar en lo que tuvo que sufrir
el infeliz animal de donde salió esa piel?”.
“Claro que he pensado en eso -respondió
Pepito con tono de conmiseración-. ¡Pobre
de mi papi!”...
Don Martiriano, el abnegado esposo
de doña Jodoncia, se topó con un amigo al
que no veía desde los tiempos de la juventud.
“Supe que te casaste -le dijo el amigo
a don Martiriano-. ¿Cómo te ha ido en tu
matrimonio?”. Respondió él: “No me puedo
quejar”. “¿Te va bien?” -volvió a preguntar el
amigo-. “No -confesó tristemente el lacerado-.
No me puedo quejar, porque si me quejo
me mata mi mujer”...
Astatrasio Garrajara y Empédocles Etílez,
ebrios consuetudinarios, dieron cima
por fin a su farra de varios días. Empédocles
tenía miedo de llegar a su casa: lo asustaba
la iracundia de su cónyuge, brava hembra
que no se recataba para gritarle pesias y maldiciones
que se oían en todo el vecindario.
En cambio Astatrasio se veía tranquilo.
“Te apuesto -le dijo a su contlapache- que al
llegar a mi casa las primeras palabras que
me dirá mi mujer serán: ‘Hola, amorcito’”.
Llegaron los dos, en efecto, a la casa de Astatrasio.
Su mujer, obvio es decirlo, estaba
hecha un obelisco. (Nota de la redacción:
Seguramente nuestro amable colaborador
quiso decir “hecha un basilisco”).
“Hola, amorcito” -la saludó tímidamente
Garrajara. “¡Hola amorcito madres!
-prorrumpió la mujer hecha una furia-.
¿Dónde andabas, cabrísimo grandón?”. Y
así diciendo arremetió contra él... ¡Sí, pero
sus primeras palabras fueron las que predijo
el temulento!...
Bucolio, labriego campesino, le dijo con
cierta envidia a su compadre Eglogio: “Veo,
compadre, que trae usted otro sombrero, otra
camisa, otro pantalón y otros huaraches”.
“Son un regalo sorpresa de mi vieja” -dijo
orgulloso Eglogio. “¿De veras?” -preguntó
Bucolio con admiración. “Sí -confirmó Eglogio-.
Anoche regresé del pueblo cuando mi
mujer no me esperaba, y ahí estaba todo eso,
en una silla al lado de la cama”...
Un tipo le dijo a otro: “Soy de las familias
más apretadas de la ciudad”. “¿Ah, sí? -se
interesó el otro-. ¿Eres aristócrata?”. “No
-respondió el tipo-. Vivo en una casa de
interés social”...
La construcción de vivienda popular es
importante. Sucede, sin embargo, que esas
viviendas son a veces de tamaño tan reducido
que parecen departamentos de lujo. Para
que sus moradores entren tiene que salirse
el sol. No cabe en ellas ni una duda. Toda
persona tiene derecho a vivir en una casa
digna, no en un chiribitil.
No es bueno que de la promiscuidad de un
cuarto de vecindad se pase a la promiscuidad
de una casucha de reducidísima dimensión
por la cual el trabajador debe entregar una
buena parte de su salario. La construcción
de esas viviendas ha de tomar en cuenta,
ciertamente, la legítima ganancia que el
constructor tiene derecho a obtener, pero
debe considerarse siempre un factor ético
que mire al bienestar de las familias, a la
dignidad de su vida.
La novia resultó más apasionada de lo que
el novio suponía, y en la noche de bodas lo
hizo objeto de repetidas demandas amorosas.
Una demanda amorosa. Dos demandas
amorosas. Tres demandas amorosas.
El exhausto desposado obsequió, ya con
notorio esfuerzo, la cuarta demanda amorosa,
y al terminar de hacerlo dejó escapar
un silbido al mismo tiempo de asombro y
agotamiento: “¡Fiu!”. “¡Feblicio! -se enojó
la noviecita-. ¿Viniste a hacer el amor o a
chif lar?”. (¡Todavía quería más la ávida
fémina!). FIN.


MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Cuando el hijo mayor de don Abundio
cumplió 5 años de edad declaró su
intención de ser él quien les diera el
maíz a las gallinas y llevara a la vaca
a comer hierba. Su padre le preguntó
por qué.
-Porque quiero trabajar -dijo el
chiquillo.
Don Abundio lo tomó de la mano
y lo llevó a donde estaba el árbol seco.
-Si quieres trabajar riega todos los
días este árbol.
Desde entonces lo primero que hacía
el niño en la mañana era llenar un
botecito de agua y echarla al pie del
tronco muerto.
-¿Por qué le pediste eso? -se molestó
la esposa de don Abundio-. Ese palo
está seco; nunca va a retoñar.
-El que quiero que retoñe es él -contestó
el padre.
-Y creo que retoñé -me cuenta Abundio
hijo-. A los pocos días me dijo mi
papá: “Ya demostraste que sabes obedecer.
Ahora puedes mandarte tú solo.
Escoge el trabajo que quieras hacer”.
No sé si los educadores aprobarán el
método de don Abundio. Yo lo apruebo.
Hizo de su hijo un hombre libre.
Entiendo que en eso consiste la obra
de educar.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Siguen divididos los perredistas”.
De política no sé,
pero haré una predicción:
seguirá la división
mientras haya PRD.


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México


NOSOTROS

Periódico digital en tiempo real con información preferentemente del Estado de Veracruz México