lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: A cambio de un sueño
A cambio de un sueño
2014-09-26 | 09:55:41
De manera por demás casual, mi mirada se encontró
con tu expresión explosiva y elocuente.
Descendías mecánicamente las escalerillas del
microbús amarillo que se detuvo a bajar pasaje
exactamente frente al taxi en el que yo esperaba,
impaciente, la luz verde que me sacara de la locura
del tráfico matinal de la Ciudad de Santiago de
Chile.
Angosto camellón mediante, pude ver tu rostro
a tan solo unos cuantos metros, dos quizá. Tu mirada
firme profería inenarrables mensajes hacia
la inequívoca dirección de un esbelto y juvenil
cuerpo cuya propietaria intentaba, sin mucho
éxito, recuperar del suelo un puñado de monedas
que saltaron a la banqueta justo cuando dio un
brinco desde el último escalón.
Sin decir palabra al taxista, invoqué al azar
para que detuviera la marcha de los relojes y suspendiera,
acaso un instante más, la irremediable
extinción del rojo que, finalmente, indicaría al
conductor pisar fuerte el acelerador y seguir nuestro
camino. Sí, perdí por un momento la prisa y la
desesperación por llegar tarde a una reunión de
trabajo, asombrado por la avalancha interminable
de sentimientos y mensajes que comunicaba
una simple mirada, fija en el posterior de una
muchacha flaca, desaliñada y jovial.
Poco relevante me parecía, a esas alturas,
reparar en otros detalles que, unos segundos
después, ante la sorpresa del arranque inesperado
de mi vehículo, pude captar en instantánea, ya
alrededor de tus ojos, entre tu nariz y tu cuello,
en el discreto brillo del carmín de tus labios, en tu
sencillo pero provocativo escote en redondo que
revelaba, imagino yo, mucho más de lo apenas
recomendable en los apretujones propios de una
mañana común y rutinaria de transporte público
citadino.
Intenté girar aún más la cabeza para tomar
algún dato adicional, pero solamente pude captar
la reciprocidad de la mirada, con una intensidad
similar, que desde la orilla de la banqueta te obsequió
la muchacha de las monedas desparramadas.
Mientras el taxista aceleraba, intentando
inútilmente ocupar espacios de avance significativo,
comprendí que esas miradas que atestigüé,
simplemente representaban un alarido de amor
pasional, de sentimientos desbordados, de complicidad
y comprensión, probablemente, más allá
de mi muy precaria imaginación de hombre.
En un santiamén, vino a mi mente el entendimiento
abstracto de un simple y mundano cruce
de miradas que acababa de presenciar, en el que
fui testigo presencial de una forma diferente
de amar, a partir de tus muy exuberantes y femeninas
formas y con destinataria de lujo que
seguramente, mucho más que cualquier hombre
corriente, podría acariciar tu alma, de vez en vez,
en la oscuridad de la noche, precisamente donde
tu libertad y la de ella, de elegir una forma distinta
de querer, no sería censurada ni, probablemente
perseguida, por una sociedad cuya evolución es
simplemente divergente a tus sentimientos y
preferencias.
Y, desde luego, me quedó muy claro, que la
discusión continúa estúpidamente centrada en
una conquista aspiracional que más cara tiene
de lucha sindical, en movimientos radicales que,
durante manifestaciones públicas, apelan a lo
grotesco para vengarse de un establishment muy
distinto a la naturalidad con la que tú puedes
sentir, de forma diferente, felicidad en unos
brazos femeninos, por oposición a otra distinta
que, quizá en tu caso, nunca provino de brazos
masculinos.
No sé, y para el caso ya no importa, si acaso
tú decidiste, informada y responsablemente
respecto de tus preferencias, o fue la vida la
que te orilló a la circunstancia. Lo cierto es que,
después de haber visto esa mirada, me parece
apenas lógico pensar que sí eres diferente, que
sigue siendo tan absurdo discutir respecto de cómo
parejas homosexuales adoptarán las formas
de los heterosexuales –con derecho a hijos y tal-,
como absurdo resulta que aún queden feministas
dispersas en el mundo, luchando por ser iguales
a los hombres.
¡Coño! Qué no podremos, alguna maldita vez,
encontrar la esencia de la discusión y entender que
las diferencias existen, nos guste o no, y por ello
debemos tener sitio cada cual a su aire, con sus
gustos y disgustos, pero precisamente atendiendo
a que, en todo caso, las circunstancias nunca
podrán igualar, emparejar, pues son simplemente
distintas. El destino es diferente para todos, y
solamente resta elegir.
De cualquier modo me alejé poco a poco, hasta
el punto en el que desaparecieron del limitado
horizonte que ofrecía el congestionamiento vial.
Tú nunca me viste, ni sabrás de mí. Yo, probablemente
te olvidaré, pero era preciso hacer patente
que, de cualquier forma, bajo cualquier circunstancia,
la reconozca el tamiz de la censura social
o no, siempre es admirable una gran capacidad
de amar y de entregar, aún hasta la vergüenza y
la ignominia social, en esa ciudad entrañable y
austral, a cambio de un sueño.
Twitter: @avp_a
columnasv@hotmail.com


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