lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Mi raza es así
Mi raza es así
2014-10-03 | 09:28:45
Si vieras que a veces pienso que de verdad ha
llegado mi última oportunidad… Si vieras
como me indigna y me enfurece saber que no
obstante mis reclamaciones permanentes,
los decesos irremediables de mis iguales, la
disentería incurable de nuestros hijos… Ni
siquiera eso, decía, parece atraer un poco
de tu atención, un poco de tu compromiso,
un poco de tu arrepentimiento.
Es verdaderamente grosero observar
como nos utilizas como moneda de cambio
para obtener un número de votos mayor,
para darte unos buenos y sabrosos baños
de pureza ante los medios electrónicos expresando
tu consternación, revelando tu
sensibilidad por las causas más nobles.
Grosero, eso es. El calificativo es quizá
inapropiado, tímido, timorato, pero tú comprenderás
que a nosotros no nos enseñan a
ofender para crecer, no nos enseñan a atacar
para colmarnos de bienestar material
desangrando al patrimonio nacional. No.
A nosotros, nos enseñan las tradiciones de
nuestros ancestros que se basan en solidaridad,
paz y fraternidad. A nosotros nos
enseñan que la felicidad está en cualquier
sitio, menos en un auto del año, menos en
una cuenta bancaria.
¡Escucha! Mi raza es así, camarada, no
lo olvides. Lo siento, somos ladinos, verás.
Creemos en chamanes, en los milagros
de la naturaleza, y convocamos al sol, a la
luna…, veneramos todo lo que produce el
vientre de nuestra tierra. Así somos. Necios
por linaje, y nos resistimos a vivir dentro de
esa peregrina y estúpida parafernalia de la
modernidad a la que tú aspiras, de la que
tanto disfrutas, a la que tanto le debes en esa
aberrante carrera política a la que restaste
todos los escrúpulos que quizá, alguna vez,
en tus sueños de juventud, tuviste, poseíste
o acariciaste.
Quizá esta sí es mi última oportunidad.
Sabemos que alrededor de cincuenta millones
de mexicanos viven en la pobreza. La
gran mayoría de ellos son indígenas, como
yo. Descendientes de hombres y mujeres,
mexicanos, cabales, de los que heredamos
nuestra tierra, nuestras manos ajadas, nuestra
piel morena tan ajena para ti. Culturas
centenarias y milenarias que han estado
aquí, con sus dialectos y costumbres, sus
rebozos y listones, su tesón por sobrevivir,
su desesperación por no extinguirse.
Quizá sea la última oportunidad, te digo,
pues somos denostados. La política, en todas
sus facetas e ideologías, nos incluye en
sus discursos y nos confiere un lastimero
tratamiento de inválidos, de animales exóticos
en cautiverio. Los curas, los pastores
y las guías espirituales de cuanta religión
se inventa y se constituye día con día, nos
utilizan como carne de cañón para manejar
los volúmenes adecuados de seguidores,
para generar el múltiplo de fieles conveniente
que garantice la rentabilidad de sus
diversas negociaciones. Explotan nuestra
ingenuidad e ignorancia para obligarnos a
jalar el gatillo en contra de otro que, como
nosotros, no encuentra ya un espacio para
existir.
El resto, pues ya sabes, empeñados, cada
vez con mayor necedad y estupidez, en intentar
que seres de culturas distintas a la de
ellos se parezcan a su modelo, se asemejen
más al prototipo de los hombres blancos que
sin rigor, irremediable e insensiblemente,
se conforman con navegar en las aguas del
consumismo, el pragmatismo y la frivolidad.
Hombres blancos que se asoman por
acá, solamente cuando existen pruebas
fidedignas de riqueza en los subsuelos, de
abundancia de maderas preciosas o de la
seguridad de obtener una buena fotografía
junto a un ser curioso que viste multicolor.
Quizá sea la última oportunidad, y tú la
gastarás encabezando un acto televisado
del día de la raza –mi Raza-; y el restó nos
mirará con extrañeza cuando algunos noticiarios
le dediquen a tu evento un momento
entre corte y corte comercial; y unos cuantos
personajes danzarán alrededor del monumento
a Colón de la Ciudad de México, de la
antigua gran Tenochtitlán, y le colmarán de
protestas de graffiti, -como si Colón tuviera
la culpa- y le escupirán, y dejarán, al final del
evento, su basura y desperdicios a un lado,
como símbolo de su afrenta.
Y nosotros, giraremos y daremos la espalda
para seguir ocupándonos de nuestras miserias,
de nuestra desesperación, mientras
el hombre blanco se mantiene inmerso en la
frivolidad de los escándalos que soezmente
protagonizan aquellos designados para
defendernos; inmerso en los escándalos que
solamente sirven para seguir administrando
una encomienda post moderna.
Twitter: @avp_a
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