lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Magda Zayas Muñoz
Columna: Momentos
Ayotzinapa no pude observarse con normalidad
2014-10-07 | 21:27:40
Que en pleno siglo XXI los hechos acontecidos en Ayotzinapa, Guerrero, se tomen con naturalidad es realmente escalofriante; una masacre a la vista no solo del pueblo mexicano, sino de todo el mundo, percibiéndose poca indignación y un compromiso frío de las autoridades por acercar la justicia a los familiares de los jóvenes universitarios asesinados y desaparecidos.
Fue el pasado 26 de septiembre, cuando se dio a conocer que elementos policiacos de la ciudad de Iguala, Guerrero, asesinaron a siete jóvenes, lo que hizo suponer a familiares y autoridades, que elementos de ese mismo cuerpo eran los responsables de que estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa desaparecieran tras una fuerte agresión cuando se trasladaban a la ciudad de México para participar en las protestas del 02 de octubre.
La Escuela Normal Rural, Raúl Isidro Burgos, mejor conocida como Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, es una institución educativa de nivel superior que se encuentra en el municipio de Tixtla, Guerrero. Forma parte del sistema de escuelas normales rurales concebidas como parte de un ambicioso plan educativo implementado por el estado mexicano a partir de la década de 1920.
El proyecto de las normales rurales tuvo un fuerte componente de transformación social, por lo que han sido semillero de movimientos sociales. En ese sentido, la Normal de Ayotzinapa cobra importancia por haber sido el sitio donde se formaron personajes como Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, que encabezaron dos importantes movimientos guerrilleros en México durante el siglo XX.
La escuela Ayotzinapa se ha distinguido siempre por ser formadora de luchadores sociales y “guerrilleros”, situaciones que han incomodado casi permanentemente a los diferentes autoridades del país, de ahí que la masacre ocurrida se torne política. Desde aquel 26 de septiembre en el que jóvenes universitarios desaparecieron hubo un silencio total por parte de autoridades locales, estatales y federales.
Los testimonio dan cuenta de aquella masacre, jóvenes que sobrevivieron a la violenta agresión, “faltan además 43 compañeros de esta escuela y no pararemos hasta que los entreguen”, explica Juan, un alumno que la noche del 26 de septiembre se libró, dice, de estar en una de las seis fosas que conmocionan a México.
“Éramos unos 80 alumnos, salimos en tres autobuses como habíamos hecho otras veces. Solemos ‘tomarlos prestados’ un par de días para ir a las manifestaciones, en esta ocasión a la del 2 de octubre en la Ciudad de México que rememora la matanza de Tlatelolco, y luego los devolvemos”.
Recuerda cómo una patrulla se puso delante “y nos cortó el paso”, y de pronto relata, escucharon, unos balazos, “miré y me di cuenta que uno de mis compañeros estaba en el suelo y su cabeza echaba sangre sin parar.
“De repente aparecieron muchos más policías que disparaban sin parar. Ráfagas que venían de todos los sitios hasta que otra bala me alcanzó a mí en la rodilla. Como pude corrí al autobús y durante veinte minutos rodearon el vehículo y abrieron fuego a mansalva, sin parar. Los cristales, las ruedas, la chapa... todos estaba destrozado y lleno de agujeros mientas aguantábamos tirados en el piso del bus, bajo los coches, escondidos”
Luego prosigue “en la segunda refriega aparecieron más policías que disparaban al resto de estudiantes que bajaron de los otros autobuses. Juan ya herido vio entonces como a otro ‘compa’ le daban en la boca y le dejaban en carne viva todo lo que va desde la frente al mentón. Nos estaban masacrando los policías en la calle Gálvez.
“Luego llegó otro vehículo con más gente armada que siguió abriendo fuego. Todos corrimos del lugar intentando escapar, pero nos agarraron por la fuerza y metieron a los compañeros en la patrulla. Estaban muy bien coordinados y yo escapé de milagro. En un primer momento pensé que irían a comisaría, pero cuando volví al lugar, unas horas después encontré a ‘El chilango’, tirado en el piso. Le habían arrancado la piel de la cara y le habían vaciado las cuencas de los ojos. Parecía una calavera. Ahí supe que esto era distinto”.
Los relatos son escalofriantes y es difícil concebir que esto siga ocurriendo en el siglo XXI con aparentes aires de normalidad. Hoy familiares y amigos exigen justicia y el regreso con vida de los aún jóvenes desaparecidos. El presidente de la República, Enrique Peña Nieto ha fijado su postura, pero ello no significa que exista tranquilidad para quienes viven en carne propia la tragedia; hay quienes han exigido al titular del poder ejecutivo la caída de las autoridades municipales y estatales de Guerrero, mientras tanto estudiantes que integran la Asamblea General Politécnica califican la postura de la Secretaría de Gobernación como imprecisa y mediática.
¡Así las cosas en nuestro país!.

@magzamu
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