martes, 30 de abril del 2024
 
Por Sacbé
Columna: Glosa Semanal
2014-10-11 | 10:11:39
Ayotzinapa se ha convertido en el caso más difícil
de la administración de Enrique Peña Nieto, el
mismo que ha aparecido en la portada de la revista
TIME como ‘El Salvador de México’, el que ha sido
nombrado como el presidente estadista que logró
las reformas estructurales y ejemplo en materia
de economía.
Ayotzinapa empaña esos logros y no por el número
de víctimas, no por el hecho de ser estudiantes,
no por la saña de las ejecuciones... Lo es por algo
que tampoco es nuevo: El descarado vínculo entre
autoridades y delincuentes que eran denunciadas
y previsibles.
Ayotzinapa es el claro ejemplo de lo que ocurre a
diario en muchos municipios, de muchos estados.
Con menos víctimas, pero diarias y constantes, y
que la suma rebasa lo que nos asustaba en el sexenio
de Felipe Calderón, que en ese entonces sobrepasaron
los números rojos de casi todas las guerras
actuales en el mundo.
Ayotzinapa es la muestra del actuar de muchos
gobernantes que no quieren reconocer y tratan por
todos los ‘medios’, de ocultar esta realidad.
Ayotzinapa se funde y se vincula con Tlatlaya, en
el Estado de México, que inició como un enfrentamiento
y terminó con una ejecución de delincuentes,
con José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, un
niño de 13 años que murió a consecuencia de un
disparo en la cabeza en Puebla, porque en todos
los casos los ejecutores son las fuerzas públicas.
Y porque en todos los casos, el gobierno intentó
desvirtuar los hechos.
Ayotzinapa es sólo una muestra, igual de visible
que todas las demás, pero que llegó más allá de las
fronteras. La violencia y deshumanización, tanto
de los grupos delictivos como de las fuerzas oficiales
de seguridad y que, como en muchos casos, actúan
incluso de aliados en contra de la sociedad.
Ayotzinapa es un cerillo encendido sobre una
campo cubierto de hierba seca, de combustibles
listos para arder.
Por un lado reaparece el EPR buscando reflectores
y dice en su comunicado: “La masacre de
Iguala es la expresión fiel del grado de terrorismo
de Estado con el cual se trata de imponer de forma
incuestionable la criminalización de la protesta popular,
bajo la mascarada e instrumento jurídico de
‘regular’ marchas, plantones y la protesta popular,
para evitar que ‘actos violentos’ como los ocurridos
en Ayotzinapan vuelvan a suceder”.
El otro frente, el ERPI (Ejército Revolucionario
del Pueblo Insurgente) convoca “a generar una ‘Brigada
Popular de Ajusticiamiento 26 de Septiembre’
que le haga frente al grupo criminal ‘Guerreros
Unidos’” y de paso también incluye a la corriente
Nueva Izquierda de PRD, que es liderada por los
‘Chuchos’ de donde proviene el nuevo dirigente del
partido Carlos Navarrete.
La sociedad se siente desprotegida cuando se
entera, como ha sucedido en Veracruz y en muchos
lugares, que es la misma policía la que realiza los
‘levantones’ y entrega a las víctimas a la delincuencia
organizada.
Mario César González Contreras es padre de
César Manuel González Hernández, uno de los
estudiantes normalistas aún desaparecido, no obstante
las fosas plenas de cadáveres encontradas, él
cree que lo ocurrido la noche del 26 está relacionado
con lo que llama ‘acoso’ de las autoridades a los estudiantes
de la Normal de Ayotzinapa. Y señala: “los
hechos lo dicen, no puede llegar la policía municipal
a balacear a unos alumnos que están desarmados,
indefensos, que son chamacos (adolescentes). Lo
que no me explico es por qué el primer año, o sea el
camión del primer año fue al que atacaron”.
Para una entrevista de la BBC, Mario César relata
que habló con el gobernador de Guerrero, Ángel
Aguirre Rivero. No fue una buena entrevista. “Se
me hizo una de las personas…. no tengo palabras
para decir cómo es ese tipo”, confiesa.
Y es que hasta ahora no entiende por qué las
autoridades empezaron a buscar a los estudiantes
casi una semana después de las agresiones.
Los padres de los jóvenes desaparecidos agradecen
la ayuda del comité estudiantil de Ayotzinapa
y maestros o vecinos de Iguala, que les ofrecen
comida y un sitio para descansar.
Más de lo que hacen las autoridades estatales,
asegura Mario. “No entiendo cómo el gobierno no
ha dicho: allá están los padres, vamos a llevarles un
garrafón de agua. No señores, no han dado nada”.
“Si se lleva uno una tortilla a la boca es porque
queremos tener fuerzas para encontrar a nuestros
hijos, pero desgraciadamente nadie nos ha ayudado,
nadie. Ese es el gran problema”.
México yace hoy dentro de una fosa, todos saben
donde está, saben quien lo metió ahí, y apenas se
escuchan los gritos de indignación, hasta que el
cerillo toque ese suelo a punto de encenderse.
Comentarios, antorchas, cerillos
y demás a sacbe25@gmail.com


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