2014-10-14 | 21:58:31

Si usted tiene la fortuna de vivir en Xalapa y tuvo la decencia de levantarse temprano, posiblemente pudo observar el arcoíris doble que se vio por ahí de las ocho treinta a-eme. Hay quienes consideran que vivir más de una decena de años en Xalapa no convierte a nadie en Xalapeño, y en estricto sentido, en el sentido positivo, así es. Habiendo nacido en otro lugar no se podrá ser jamás Xalapeño al cien por ciento, pero eso no quiere decir que no se pueda querer a esta ciudad aún más que muchos nativos. Yo nací en Cosamaloapan, en la Cuenca del Papaloapan, zona que el sexenio pasado estuvo de moda y hasta los de Tres Valles querían llamarse cuenqueños. Ahora ya no, ya estamos out y olemos feíto. Nací, pero no crecí en la Cuenca. Eso no lo puedo cambiar. Dice mi señora madre que en una cama de la Clínica Santa Mónica de Cosamaloapan un hermoso bebé nació hace aproximadamente cuatro décadas; era un bebé hermoso, con unos ojos vivaces pero de tranquilidad griega, la sonrisa de un querubín y predestinado a grandes cosas, irradiaba dulzura y todas las enfermeras se volvieron locas de contentas y lo besaban como colibrís besan las flores… junto a ese bebé, ignorado por las enfermeras, estaba yo, prietito y con los pelos necios. Ese niño que tenía el sino de Aquiles no tengo idea dónde fue a terminar, pero yo me avecindé hace ya más de veinte años en Xalapa y, volviendo al arcoíris, desde entonces me he dejado deslumbrar por las bellezas de esta ciudad y la he hecho mía.

Este vientecito de octubre que nos trajo un frío bastante coquetón hace que me ponga romántico y desee, como escribió un buen amigo, hasta tener una noviecita para sacarla a caminar tomada de la mano. Tardes como ésta siempre me traen sorpresas y para muestra el chocolatote con pan dulce que mi siempre diligente esposa me trajo junto con una cobijita para que no se me enfríen los piecitos (uno que se porta bien). Ya me conoce y no es necesario que le lance indirectas para que sepa que el ambiente se está poniendo chocolatoso. Es lo bueno de vivir en Xalapa… eso y todo.

Ya vienen los fríos rudos, los fríos en serio. Lo de hoy sólo fue una probadita pues dicen los meteorólogos que ahora sí se nos van a congelar hasta las yemitas de los dedos, que será un invierno de mucho frío y de nevadas en el Cofre. Yo más allá de sacarle al parche me apunto a disfrutar del frío y ya estoy comenzando a quitarle la naftalina a mi ropa térmica y a limpiarle las telarañas a mis babuchitas. El frío me recuerda al Xalapa de hace veinte o treinta años, antes, mucho antes de que iniciáramos con las profundas y dolorosas ondas de calor cortesía del cambio climático. Y eso me pone nostálgico, pero para mí lo nostálgico no es malo, es bueno, porque pienso y repienso en lo que fui y en lo que viví. Justo hace unos días mi madre, siempre tan bella, me obsequió un perfume, un Farenheit, que era el que usaba en mis épocas de universidad.

Desde que me lo puse me llegaron en tropel los recuerdos, y si hoy, hasta donde estaba usted bien querido lector lectora, le llegó el golpe a tierra con perfume, la culpa fue de este airecito gélido que desdibujó entre las calles de Xalapa mi perfume.

Hay quienes le huyen al frío y que se ponen de malas y chocosos. Yo no. Yo lo espero con ansias y los inviernos no me defraudan. Hoy Toño Nemi tuiteó la foto del arcoíris doble. Hace unos días tuiteó una foto corriendo como saeta en la USBI y descubriendo nuevas zonas. Antes también tuiteó que tuvo la oportunidad de convivir con su familia en Córdoba. Son las “ventajas del ocio”, escribió. Qué envidia (de la buena). No siempre tenemos la oportunidad de detenernos “to smelltheflowers” (como dicen nuestros sangrones vecinos del norte). Hay que tratar de ir por la vida como si todo momento fuera de ocio, porque al parecer sólo en esos momentos nos damos la oportunidad de disfrutarla. No siempre se puede, pero hay que hacer el intento. Tómese cinco minutos de su agitada vida, abra bien grandes las fosas nasales para oler las flores y disfrute un rato de Las ventajas del ocio.

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