domingo, 28 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Bob Pocoroba
2014-11-07 | 09:48:01
El cuento que abre hoy la puerta de esta columnejilla
es de color subido, tan subido que
por eso lo puse al principio: para salir de él
lo antes posible. En mi descargo aduciré que
el final del chiste queda librado a la imaginación
de quien lo lea. Eso, sin embargo, no
le quita sicalipsis.
Sucedió que un hombre estaba bebiendo
en cierto bar. Al mover el brazo hizo caer la
copa. Antes de que el camarero acudiera a
limpiar la mesa un señor muy elegante se
levantó de la suya, extrajo de su bolsillo una
jerga y con ella secó el líquido que se había
derramado.
El otro le preguntó lleno de extrañeza:
“¿Por qué lleva usted consigo ese trapo
limpiador?”. Respondió el caballero: “Me
lo dio el genio de la lámpara”. “¿El genio de
la lámpara? -se sorprendió el parroquiano-.
¿Todavía hay genios de la lámpara?”. “Aún
quedan algunos -contestó el del trapo-.
Éste que digo vive en su lámpara bajo una
baldosa en la esquina de las calles 9 y 32. Si
quiere vaya ahí y pídale un deseo. Nada más
tome en cuenta que el genio es algo sordo.
Háblele lo más fuerte que pueda”. El hombre
salió del bar apresuradamente.
Una hora después volvió, mohíno. Le contó
al elegante caballero: “Le pedí al genio que
me llenara mi casa de pesos. Cuando fui a
ella la encontré llena de quesos. Quesos de
todas clases: gruyére, manchego, roquefort,
oaxaca, cheddar, mozzarella, parmesano,
gouda, brie. ¡Le pedí pesos, y me mandó
quesos!”.
Le dice el elegante caballero, más mohíno
aún: “¿Y acaso cree usted que yo le pedí tener
una jerga de 12 pulgadas?”. (No le entendí).
Me ha apenado la falta de pudicia de
ese cuento. Para compensar su peladez y
restablecer el equilibrio moral del universo
contaré en seguida puros chistes blancos, o
a lo más levemente róseos.
El recién casado le dijo a su flamante mujercita:
“Cada comida que me hagas debería
ser una sorpresa”. Entonces ella les quitó las
etiquetas a todas las latas...
Frase cínica: “Una mujer se casa con un
hombre esperando que el hombre cambiará,
y el hombre no cambia. Un hombre se casa
con una mujer esperando que la mujer no
cambiará, y la mujer cambia”...
Cuando los alemanes tomaron París el
capitán de meseros del Maxim’s no perdió su
compostura. Le preguntó al general teutón:
“¿Mesa para 10 mil, Monsieur?”...
Las computadoras nunca serán verdaderamente
humanas sino hasta que aprendan
a culpar de sus fallas a otra computadora...
Un individuo fue llevado ante el juez. Se le
acusaba de haber robado un par de zapatos.
El juzgador revisó el expediente del sujeto y
le dijo con severidad: “Hace tres meses usted
estuvo aquí acusado de lo mismo: robo de
zapatos”. “Su Señoría -se defendió el tipo-:
¿tengo yo la culpa de que los zapatos duren
tan poco?”...
La esposa de don Languidio hizo todo lo
posible por poner a su feble marido en aptitud
de hacer obra de varón. Cansada ya le
dijo con disgusto: “Por lo que veo a ti no te
ha llegado el calentamiento global”. (Señora:
cómprele a don Languidio una cama de agua,
a ver si así sube la marea)...
Y ahora he aquí una desolada reflexión
final. Joseph H. Pocoroba, llamado por sus
amigos Bob, tiene 95 años de edad. A esa
edad todavía maneja su automóvil, incluso
por la noche. Él mismo se hace su comida, lava
y plancha su ropa y cuida su jardín.
Tiene una fantástica memoria y un gran
sentido del humor. Sus vecinos en la ciudad
de Brick, New Jersey, lo admiran y lo quieren.
Bob Pocoroba es héroe de la Segunda Guerra.
Al terminar la secundaria se alistó en el ejército
en un regimiento de caballería, pues le
gustaban mucho los caballos.
El primer día se enteró de que en el ejército
ya no había caballos: la caballería era motorizada;
usaba más bien tanques de guerra.
Antes de ir al frente Bob Pocoroba se casó con
su novia de la juventud.
“Entonces nos dividimos el trabajo -cuenta-.
Yo me encargaba de combatir y ella de
rezar”. Hace unos días Bob Pocoroba recibió
una carta: el gobierno de Francia acordó
concederle el título de Caballero de la Legión
de Honor por su heroísmo en los campos de
batalla.
“No soy un héroe -dice él-. Los verdaderos
héroes son los que no regresaron”. Pero no
es esto lo que yo quería decir. Lo que quiero
decir a propósito de Pocoroba es que ningún
político mexicano podría llevar nunca ese
apellido. FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
En estos días el otoño se ha puesto
muy otoño. Se ha puesto casi invierno.
Llueve una llovizna empecinada
que parece dispuesta a penetrar el
mundo hasta apagar todos los fuegos
que lleva en su interior. Cuando paso
por el corral las vacas me miran con
sus grandes ojos de diosas griegas como
preguntándome: “¿Sabes tú si esta
lluvia terminará algún día?”.
Yo he aprendido a tener la paciencia
de los montes que rodean el caserío del
Potrero. Ellos, callados, dejan que las
cosas pasen y se están ahí, sin moverse,
hasta que las cosas pasan, sean diluvio
o fuego.
Miro por la ventana y casi nada
miro. En la niebla el paisaje juega a
las escondidillas. No salgo de la casa
porque a lo mejor ya nadie me podrá
encontrar.
Me gustan estos días invernizos. No
me causan tristeza: me dan serenidad.
Fuera de mí veo poco, pero dentro de
mí lo veo todo claramente.
Y ahora discúlpenme por favor. Me
voy. Me voy a estar conmigo.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“Obama perdió el Congreso”.
Posiblemente te alegras,
pero a mí me da pesar:
Obama, hasta terminar,
se las va a estar viendo negras.


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