lunes, 06 de mayo del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Honorable para el respetable
Honorable para el respetable
2014-11-07 | 09:49:24
Cada quien a su aire, pero últimamente
todos andamos con
el garrote en la mano. Denuncias,
inmolaciones, ridiculizaciones
ingeniosas. El timón
del país vacila de un extremo a
otro: si no vibra la ovación, sin
escalas viajamos al estruendo
del abucheo, a la ignominia de
la intransigencia.
Estos momentos nacionales
parecen impedir el arribo
del equilibrio. El país que fue
tratado como menor de edad
por décadas, ya logró la adolescencia,
pero se resiste a cruzar
la frontera de la madurez.
En la vitrina mexicana, se
presenta prominente el caso
de nuestros legisladores quienes,
con mucha vocación de
escándalo, soltaron amarras
del muelle centralista para
derrotar sin compás hacia
latitudes insospechadas.
Ya no tienen más líder espiritual
que su jefe de “bancada”.
Por ello, al unísono desbordan
sus pasiones, alimentadas
algunas con ideas de Estado,
pero otras con frustraciones,
limitaciones, alucinaciones
dogmáticas, que no les permiten
más que intentar inútilmente
ser célebres, vengando
lo que antes no pudo ser.
Algunos tienen oficio, pero
no todos lo usan conforme a su
mandato. Otros, simplemente
dejaron la porra para vestir de
traje alegórico y, con corbata
estrambótica –de seda, eso
sí- y zapatos de charol, arengar
ininteligiblemente. Otros
más que luchan por ganar el
concurso de los ignorantes, y
los que se sientan resignados
en su curul a esperar otra
legislatura que les permita
desahogar sus iniciativas legítimas
y educadas que en algo
construya un proyecto serio de
nación incluyente.
Cada partido tiene armas
de negociación bajo la
manga, pero aún con líneas
partidistas –o revanchistas-,
se contradicen senadores y
diputados. Salvo los asuntos
de posibilidad histriónica,
parecen haber cedido su individualidad
en beneficio del
proverbial voto en bloque.
El contenido no es crucial,
pues lo relevante es obstruir
al opositor o proclamar que
ese ente que llaman “los pobres”,
–aunque no hayan visto
alguno uno de carne y hueso,
en sus días- tiene un baluarte
legislativo, siempre y cuando
cuenten con su voto.
Hay debates interminables
de asuntos con mayor perfil,
y en recesos, entre café y café,
elaboran dictámenes exprés
de cuestiones técnicas, rezagadas
por gobiernos anteriores.
El Honorable Congreso
de la Unión tiene que reagruparse,
convertirse en una
institución cuya pluralidad
enriquezca el cuerpo legislativo
y garantice mejores reglas
de convivencia. El Congreso
debe pasar a la siguiente etapa
para que con profesionalismo,
independencia y pluralidad,
su trabajo produzca frutos
que permitan a cada quien
dedicarse a lo suyo, y construir
su propio futuro según
sus convicciones.
El Honorable Congreso de
la Unión tiene que dejar de
ser el reducto del golpe bajo;
sacudirse a quienes no estén
preparados para semejante
responsabilidad; quitarse el
yugo de la ignorancia y la ineptitud.
No puede ser la tabla
para jugar partidas de ajedrez
ideológicas o electorales, que
reparten poder en función de
la administración pública.
Últimamente, en todo el
país las autoridades ofician
más de tamiz moral o de salvaguarda
de delincuentes,
que de servidores públicos.
Por ello, el Congreso debe
transformarse sin retrasos
en el foro representativo de la
diversidad nacional, con un
objeto muy claro: construir un
país en el que todos quepamos.
No lograremos nada vociferando
con un laurel cernido
en las sienes. El camino es –
tiene que ser- un desempeño
prudente y respetuoso para
que así algún día se apruebe
algo más de lo que solicitó el
presidente del Partido.
Los que por lustros condenaron
el bloque, ahora hacen
lo mismo y, paradójicamente,
aquellos que el ciudadano no
prefirió más por ejercer el poder
sin limitaciones, ahora se
dedican a señalar con índice
de fuego las atrocidades de
un gobierno que comenzó en
la catástrofe que heredó.
Entendemos bien que,
como en los toros, el matador
pretende la gloria para él, y solo
para él, pero no debe olvidar
en su lidia, que su existencia
se debe a los aficionados que
cada domingo pagan las entradas.
Por ello, su obligación
es imprimir el arte que ellos
exigen.
Así, seguramente, el respetable
le regalará sus palmas,
recibirá su parte y le dará su
afecto. En el trance le va la
vida, pero cada tarde, al arrimarse,
recuerda que hacer su
trabajo sin pensar en la gloria,
le garantiza una nueva oportunidad
de salir en hombros por
la puerta grande.
El primer espada sabe que
el triunfo radica en ser honorable
en beneficio del respetable.
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