lunes, 29 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Clero imprudente
2014-11-14 | 11:01:48
Algunos sacerdotes no pueden evitar
caer en culpa de soberbia. Desde el seminario
se les enseñó que son hombres
excepcionales, apartados de los demás
y superiores a ellos, pues están por encima
de los tres enemigos del alma: el
mundo, el demonio y la carne. No son
pocos los profesionales de la religión que
se sienten amigos personales de Dios, y
sus voceros.
Además los sacerdotes son de los
pocos especímenes humanos que en un
tiempo de estandarización igualitaria
pueden usar todavía una parafernalia
teatral de vestiduras especiales, brillantes
ornamentos, vistosos accesorios,
gorros de extrañas formas: bonetes,
capelos, tiaras, solideos, mitras; todo
lo cual les confiere un aire -un aura- de
sacralidad que da autoridad a sus palabras
aunque estén diciendo sandeces o
ñoñerías.
Eso lleva a algunos que se creen concesionarios
de Dios a caer en las peligrosas
tentaciones del protagonismo.
Tal se diría que están permanentemente
al acecho de una oportunidad propicia
al lucimiento personal. Ven cámaras y
micrófonos y corren hacia ellos como a
un panal de rica miel.
Sé de incontables sacerdotes, religiosos
y religiosas que realizan una
encomiable obra de bien, pero lo hacen
calladamente, sin buscar ref lectores,
premios o alabanzas. Caso muy diferente
es el de los showmen de la Iglesia,
que gustan demasiado de aparecer en
prensa, radio y televisión.
Lo hacen con ventaja, pues increíblemente
todavía hay en este tiempo muchos
que aceptan que tales hombres son
“representantes de Cristo en la tierra”,
y toman sus opiniones como venidas de
la divinidad.
Se les trata con un respeto y una deferencia
de que no gozan los miembros de
otros grupos sociales, y aun los espíritus
más críticos se detienen ante ellos con un
cierto temor reverencial. ¿Cuántos años
tuvieron que pasar, y cuántos dolorosos
sacrificios hubieron de hacer muchos,
antes de que se conocieran y reconocieran
los execrables abusos cometidos por
Marcial Maciel?
Pienso que el mejor servicio que los
laicos podemos hacer al clero es “desclerizarlo”,
vale decir desacralizarlo.
Recordarles a los clérigos su condición
meramente humana, que algunos de
ellos parecen olvidar, los acercaría más
a los hombres y les permitiría servirlos
mejor, con humildad mayor y mayor
espíritu de caridad. Sobre todo, les infundiría
más prudencia.
Todo eso lo digo a propósito de la conducta
del padre Alejandro Solalinde en
el doloroso caso de los jóvenes de Ayotzinapa.
Respeto a ese sacerdote, he elogiado
su labor en pro de los migrantes, pero
pienso que en esta ocasión ha incurrido
en varias acciones imprudentes.
Sabedor de hechos que al parecer
han sido confirmados fue a comunicar
irreflexivamente a los padres de familia
lo que sabía, en vez de hacerlo ante la autoridad
correspondiente. Luego acudió
a donde nadie lo llamaba -a oficiar una
misa en Ayotzinapa-, lo que motivó que
fuera expulsado de ahí por los dolidos
Clero imprudente
MIRADOR
››armando fuentes
aguirre
Llegó sin anunciarse y me dijo:
-Soy el número uno.
En mi ya larga vida he oído a muchos
decir que eran el número uno, y a fin
de cuentas resultaron ser el número
cero. No di, por tanto, mucha atención
a sus palabras. Pero él insistió:
-Soy el número uno.
Le pregunté entonces:
-¿Tiene alguna identificación que
lo acredite como tal?
Sacó una credencial y me la dio. La
revisé y le dije:
-Este documento muestra que es
usted el número 642.895.731.
-Es cierto -admitió él-. Pero por
brevedad menciono solamente el
número final.
Le di la espalda y me alejé. También
él, igual que muchos que dicen
ser el número uno, había salido con
su numerito.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Onda fría en todo el país...”.
Cierto crítico disiente
de dicha declaración,
y afirma con convicción:
“Guerrero está muy caliente”.
padres y por los estudiantes del plantel.
Seguidamente dio a conocer una versión
según la cual el alcalde de Iguala habría
sido aprehendido en Veracruz y “plantado”
luego, por razones de política, en Iztapalapa.
Todo eso debió hacerlo del conocimiento
de las autoridades en el momento
oportuno, con pruebas fehacientes para
avalar su dicho. Sobre todo creo que se
excedió cuando llamó a México “país de
porquería”.
Sus gobernantes pueden serlo, y sus
instituciones también, pero el país a que
se refiere es nuestra patria, y no merece
ese calificativo. Por cada hombre perverso
o corrupto hay cientos de miles de mexicanos
que trabajan cada día con honestidad
y empeño.
México es un país generoso, dueño de
grandezas de las que debemos sentirnos
orgullosos a pesar de los días oscuros
por los que ahora atravesamos. Hemos
de proclamar el amor a México, en vez de
denostarlo y renegar de él.
Es nuestra casa; no tenemos otra. Predicar
el desprecio a la patria es quitarles a
quienes oyen esa prédica valores que en este
tiempo son muy necesarios: la fe en nuestro
país y en nosotros mismos; la esperanza en
la patria y en su porvenir.
Injuriar a México no es obra de bien. Ya
se ve que no solamente los malos pueden
hacer labor de zapa en contra del país: los
buenos también pueden dañarlo cuando
no piensan lo que dicen. FIN.


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