2014-12-05 | 21:35:44

La expresión fue lapidaria: el presidente Enrique Peña Nieto no tiene corazón. Así lo dijo Javier Sicilia en entrevista con Carmen Aristegui, cuando la periodista le cuestionó sobre el llamado del presidente a los mexicanos, a “superar” la amarga experiencia de los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos.

Sicilia recordó durante la entrevista, la reunión que sostuvieron hace dos años con los entonces candidatos presidenciales, entre ellos Peña Nieto, y la impresión que este último le dejó de aquella reunión fue un hombre frío ante el dolor de los familiares de personas desaparecidas o asesinadas recordó el poeta.

Justo cuando el país convulsiona en medio de tanta infamia provocada por la impunidad, al presidente de la República y a sus asesores, solo se les ocurre llamar a una resignación con tintes de amnesia.

Esto evidenció la ausencia absoluta de sensibilidad en Peña, ajeno totalmente al dolor de las familias mexicanas. Ante esto, el análisis de Sicilia y Aristegui fue impecable, no hay condiciones para semejante solicitud, cuando la respuesta del Estado ante el secuestro de los estudiantes ha sido el autismo.

El llamado resulta una bofetada ante la nula garantía de que esto no se repetirá jamás y sobre todo, cuando aún no se da certeza al paradero de los jóvenes, cuando sus padres no tienen ni siquiera sus despojos para despedirlos humanamente.

“No es posible que pretendan que aceptemos que desaparecieron así nada más”, ha dicho y no le falta razón.

Es en este contexto que Peña Nieto y su corrupción que lo desborda y según se ve, le ha sacado de sus cabales, profundiza el divorcio con los mexicanos, el cual inició el mismo día en que el entonces IFE lo declarara el ganador de las elecciones.

Lo hemos dicho aquí una y otra vez, la sociedad mexicana de manera paulatina, pero sostenida viene cambiando, lo cual parece que no acaban de entender ni asumir los políticos de todas las fuerzas partidistas del país, pero principalmente los priistas.

Apenas van dos años de presidencia y la debacle, que normalmente suele aparecer al finalizar el quinto año de gobierno ya se hizo presente en la administración peñista. Nadie que quiera a México desea que le vaya mal, pero que tampoco esperen incondicionalidad ante las malas prácticas de gobierno.

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