sábado, 04 de mayo del 2024
 
Por Jorge Zepeda Patterson
Columna: No, mejor que Peña no renuncie
No, mejor que Peña no renuncie
2014-12-08 | 10:07:33
Esta no va a ser una columna del
agrado de los lectores y colegas de
izquierda o del 62 por ciento de los
mexicanos que reprueban la gestión
de Enrique Peña Nieto (y sospecho
que son mucho más: las encuestas que
miden el rechazo al Presidente fueron
realizadas hace semanas y todavía no
tenían el efecto “Casa Blanca”).
El problema es que a partir del 1 de
diciembre se cumplieron dos años de
gobierno, lo cual significa que ante la
ausencia del ejecutivo por renuncia o
fallecimiento la constitución establece
que este sea designado por el Congreso
de la Unión. Es decir, la decisión no
pasa por los ciudadanos ni por las
urnas, sino por la partidocracia.
Peor aún, el PRI y sus partidos
satélite elegirían a uno de los suyos
sin necesidad siquiera de que el perfil
resulte atractivo a los votantes, como
tienen que hacerlo cada seis años.
Se me dirá que la renuncia de un
presidente como resultado del repudio
de la calle sería un logro histórico; sentaría
un precedente y la clase política
tendría que enmendarse en el futuro.
Asentaría la noción de que el poder
reside en última instancia en personas
de a pie y no en los políticos engreídos
de sí mismos. En la práctica, lo que
sucedería es que los políticos nombrarían
a un colega, cambiarían un rostro
por otro, y la gente se iría muy contenta
de regreso a casa.
La élite asumiría que la pareja bonita
que forman Peña Nieto y Angélica
Rivera no les funcionó, y optarían por
otra mezcla para apaciguar los ánimos
y retomar el control. Al final poco
habría cambiado, salvo la exaltación
popular por el triunfo momentáneo.
Yo preferiría otro desenlace. Si los
poderosos van a ceder algo como resultado
de la presión popular preferiría
que no fuera un cambio de rostro sino
una transformación de instituciones.
Esto es lo único que tendría un impacto
duradero en el México desigual
e injusto que padecemos.
En el régimen de Ernesto Zedillo,
luego de la crisis del 95, el repudio generalizado
al PRI obligó al gobierno
a conceder cambios sustanciales en el
entramado institucional. Reconocimiento
de la oposición, un IFE ciudadano
(aunque efímeramente), mayor
autonomía a la Suprema Corte, proliferación
de comités de regulación,
fortalecimiento de la CNDH, etc.
La mayor parte de estos espacios se
cerrarían con el tiempo, pero mientras
duraron fueron suficientes para dar
un vuelco en la historia electoral del
país con la derrota del PRI y abrieron
una pequeña ventana de oportunidad
para una “primavera democrática”
mexicana.
Ciertamente desperdiciamos esa
oportunidad con Fox y con la apatía
ciudadana que nos caracterizó durante
los siguientes doce años, pero eso no
quiere decir que no podamos abrir otra
andanada de modificaciones de fondo.
Luego tendremos que hacer la tarea
para hacerlas irreversibles, pero esa
será una tarea para el segundo tiempo.
En el primero hay que meter los
goles; en el segundo los defendemos.
El tema de fondo es que este país no va
a mejorar mientras sigamos creyendo
que la solución consiste en encontrar
a la persona adecuada para gobernarnos
o, en su defecto, en quitar del poder
a la inadecuada, por más que tenga
un efecto tan liberador en el espíritu.
Prefiero que por ahora sigan los que
están y eso alimente la rabia popular
y sostenga el pulso de la calle. No
es confiando en la honestidad de la
condición humana como habremos de
construir una sociedad menos injusta.
La única posibilidad reside en la
instalación de un entramado de instituciones
que permitan muchos ojos
y una incesante rendición de cuentas
en la cosa pública para que deje de ser
la “cosa nostra” de esa casta que ha
tomado el poder.
Yo prefiero que Peña Nieto siga allí
permanentemente acosado por la opinión
pública y por las redes sociales
para obligarlo una y otra vez a recorrer
la mojoneras y entregar espacios públicos
al escrutinio y a la intervención
de los ciudadanos.
Hasta ahora ha creído que bastaba
con el maquillaje de 10 puntos
sobre inseguridad y a poner ante las
cámaras a su esposa para ofrecer una
explicación.
Pero no tengo duda de que si los
ciudadanos siguen presionando y
poniendo a la autoridad contra la
pared comenzaremos a ver concesiones
importantes para evitar que los
contratos vayan a parar a los amigos
o para ventilar lo que hasta ahora se
hace en secreto.
Y no lo harán por graciosa concesión
sino por tratar de salvar el pellejo frente
a la presión. No se trata de que un
ex gobernador o un líder sindical sea
metido a la cárcel (ya sucedió con Mario
Villanueva, Granier o Elba Esther
Gordillo). Se trata de instalar los mecanismos
que impidan que esos y otros
canallas se enriquezcan a mansalva y
que si lo hacen no exista impunidad.
El sistema no puede salirse con la
suya mediante el simple expediente
de entregar a uno de los suyos a la picota.
Sea un ex gobernador o incluso
el propio presidente.
En suma, prefiero ver a Peña Nieto
allí, sudando la gota gorda por la
presión popular que sudando en una
terraza el sol de Miami tras ser sustituido
por una versión similar.
Si no desmayamos los ciudadanos,
los blogueros y los medios de comunicación
críticos en una de esas conseguimos
a tirones y jalones algunos
de los cambios tan necesitados por el
país. Tomado de Sin Embargo.


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