viernes, 03 de mayo del 2024
 
Por Flavio Morales Cortés
Columna: Letra capital
Se va el 2014
2014-12-26 | 21:44:20

En época navideña, pero sobre todo al finalizar un año, suele hacerse un recuento de lo acontecido en todos los ámbitos del orbe y del quehacer humano, sustituyendo aquella vieja costumbre de hacer un examen a fondo de la propia conciencia, como campo último de nuestra personalísima realidad desde donde concebimos y emprendemos toda palabra, decisión o acción, o donde intentamos justificar aquellas omisiones que pretendemos encubran la falta de compromiso, de responsabilidad, de rectificación ante lo que debemos, podemos y queremos realizar en la andadura de la vida.

Quiero decir una última palabra en este 2014, a modo de examen de conciencia, en relación con los condicionamientos abundantes que hoy nos bombardean incesantemente, a través de las redes sociales, auto concibiéndose libertarios, revolucionarios y plenos de sabiduría. Ni más ni menos, de todo aquello que se necesita para que México y el universo, sean diferentes, ahora.

Ante todo, celebro que, como nunca antes, exista la posibilidad de hacerse oír, de poder hacer llegar la propia opinión a, prácticamente, todos los rincones del planeta, al instante. Festejo el boom de libertad de expresión que nos envuelve. En esta era de la indignación, es una pieza clave del contexto democrático, aunque mezclada de abierta manipulación, supuesto espíritu libertario de algunos, y evidente desconocimiento de causa de la inmensa mayoría.

No es difícil descubrir en esa avalancha de ideas, que quienes quieren quedar bien a toda costa, pontificando y condenando, en torno a lo económico, político y social, resultan ser quienes más enjuician, reprueban, maldicen y ofenden a quién se atreve a contradecirlos. Reclaman libertades y desconocen las de los demás, eso sí: a nombre del sacrosanto pueblo, de los neomártires, de la justicia. Todo, aderezado de la más crasa indigencia ideológica y política, pero rebosante de visceralidad y sed de sangre… de los demás, por supuesto.

Tomando como materia todo género de coyunturas, basados en identidades culturales, ideológicas, étnicas o raciales, suelen anteponer ofensas, gritos y sombrerazos, a los argumentos que fortalecen nuestra pertenencia a la institucionalidad vigente, a sus reglas de juego, a la ciudadanía democrática, con todo lo que eso implica, lo que exige un mínimo compartido a partir de cuya aceptación podemos ser lo distintos que deseemos, en relación a los demás.

Es fácil acusar, lanzar invectivas; pero al hacerlo, como hoy es moda, se ignora en qué consiste la democracia, sobre todo cuando se habla mal de la política y se culpa de todos los males habidos y por haber exclusivamente a los políticos. Se escupe para arriba, pues en la democracia, nos guste o disguste, políticos somos todos y cada uno de su integrantes. Antipolíticos o apolíticos, como puede leerse en redes sociales, hay –sostienen– millones. Lo que faltan son auténticos ciudadanos, ciudadanos que hagan lo que les es propio: política.

Haciendo, como dijimos al inicio, un minucioso examen de conciencia, ahora que los problemas parecieran de una gravedad mayúscula, cuando pudieran tener solución con instituciones fuertes, solventes, todos aventamos la piedra, sin aceptar la parte de la responsabilidad que nos toca al no habernos preocupado en su oportunidad para que fueran eficaces, limpias de corrupción, justas y solventes en lo económico.

Es fácil acogerse al entusiasmo revanchista, a la socarronería o la denigración, convirtiendo la crítica en escándalo. Para no pasar al 2015 con más de lo mismo, precisamos de un esfuerzo propositivo de atención a lo que realmente necesitamos cambiar, de reflexión y de participación ciudadana para modificar y limpiar todo aquello que toca a lo común.

Si creemos que los últimos reprobables acontecimientos van a solucionarse a partir de provocaciones o de adoptar posturas realmente tiránicas o contrarias a las leyes y a las instituciones, únicamente estamos abonando a más injusticia, a más corrupción, a menos democracia.

Estoy convencido que debemos reconquistar nuestro componente político, todos sin excepción, en la democracia que por construir todavía que tenemos. Pero ser zoon politikón, para remediar los mil y un errores, en el marco de los intereses sociales en su conjunto, más que para linchar supuestos culpables, con arreglo a fines de grupo, o de partido. Nuestra esencia de seres políticos contiene todos los ingredientes de civilidad, racionalidad y organicidad para trascender la indignación y transformarla en creación, renovación, conocimiento de causas y efectos.

México, en 2015, debe pasar a escribir otros capítulos de su historia. No es quehacer únicamente de los gobernantes, si bien es su básica obligación, con nuestra responsabilidad y ejercicio ciudadanos, con la observancia estricta de las normas de la democracia que tenemos. Que quienes no han sabido cumplir con su tarea y han conducido al país a la violencia y la inseguridad, la pobreza y la insolvencia económica, no se escondan tras los insultos y la gritería que exige su renuncia. Empujemos a los cambios con toda pasión, sí, pero confeccionando una nueva realidad, bajo el imperio de la ley.


Feliz Navidad y año 2015.


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