sábado, 27 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Sí, pero no, dice el Papa
2015-01-21 | 09:55:29
Éste es el pícaro cuento del conejito y el topo. Sus
respectivas cuevas estaban cerca una de la otra.
Cierto día el topo le propuso al conejo: “Juguemos
unas carreras de mi casa a la tuya. Te daré una
ventaja: tú correrás por arriba de la tierra; yo iré
cavando por abajo.
El que llegue primero tendrá derecho a aprovecharse
carnalmente del perdedor”. El conejito
aceptó la apuesta, y el topo dio la voz de arranque.
El conejo echó a correr hacia el otro hoyo. Cuando
llegó ya lo estaba esperando ahí el topo.
En los términos de la apuesta -Vae victis!- el
conejito se sometió al erótico deseo del vencedor.
Acabado el trance el topo le preguntó: “¿Quieres
la revancha?”. El conejo aceptó el reto.
De nueva cuenta cuando llegó al otro hoyo
ya lo esperaba el topo, que otra vez lo hizo objeto
de su instinto. Lo mismo sucedió en tres o
cuatro ocasiones más: cuando el conejo llegaba
al hoyo ya estaba ahí el topo, que lo victimizaba
repetidamente.
Una zorra que veía aquello le dijo al conejito:
“¡Sí serás indejo! ¿No te has dado cuenta de que
son dos topos, cada uno en un agujero? Cuando
llegas ya te está esperando uno de ellos, y te hace
objeto de sus lujuriosos rijos. Ya deja esto”. “¡Ah
no! -respondió el conejito con atiplada voz y haciendo
un delicado ademán-. ¡Deudas de juego
son deudas de honor!”...
El Papa Francisco declaró que los matrimonios
católicos no deben llenarse de hijos, como los
conejos. Al mismo tiempo, sin embargo, reafirmó
la tesis de la Iglesia, contraria al uso de medios
artificiales para evitar la concepción. Es decir
adopta una postura de “sí pero no”.
Lo mismo hizo en el caso de los gays. Preguntó:
“¿Quién soy yo para juzgarlos?”. Su frase
hizo concebir esperanzas acerca de una mayor
apertura de la Iglesia en relación con las personas
de orientación homosexual.
Pero al regreso de su viaje a Filipinas habló
de insidiosas amenazas que se ciernen sobre la
familia, lo cual fue interpretado como alusión
al caso de los llamados matrimonios gays. Otra
vez sí pero no.
Dos facetas presenta Francisco: por un lado
asume una actitud aparentemente de avanzada
que algunos han llegado a calificar de populista;
por el otro se muestra tan conservador como el
pontífice que lo antecedió. Más temprano que
tarde tendrá que decidir entre ambas posiciones.
No se puede navegar a dos aguas; es imposible
dar gusto por igual a los progresistas y a los
partidarios de la tradición. Ni siquiera un jesuita
puede lograr eso. Yo espero que el Santo Padre
(así decía siempre mi inolvidable tío Refugio al
referirse al Papa) opte por una renovación que no
sólo ponga a la Iglesia a tono con nuestra época,
sino que también -más importante aún- concilie
su doctrina y sus acciones con el espíritu original
del cristianismo, que es de caridad, de compasión,
de amor.
¡En qué honduras te has metido, insensato
escribiente! No conforme con pretender orientar
a la República ahora te atreves a dar moniciones
a quien es cabeza de la Iglesia, alguien que aparte
de su sabiduría personal y del consejo de su curia
cuenta con la inspiración directa del Espíritu
Santo.
¡Habrase visto! Ea, limítate a cumplir en la
escasa medida de tus posibilidades el papel que
te corresponde, de juglar de pueblo, y después de
narrar dos o tres chascarrillos más busca algún
retirado apartamiento para hacer penitencia
por tu vanidad.
Un financiero sorprendió a su esposa en concúbito
irregular con un sujeto. Le preguntó, dolido:
“¿Por qué haces esto?”. Explicó ella: “La demanda
ha crecido últimamente, y tus posibilidades de
inversión se han reducido casi totalmente. Decidí
entonces entrar en el mercado libre”...
Una amiga de Babalucas comentó en el restorán:
“Los ostiones me saben a mar”. “Sí -dijo el
pasmarote-. Son bastante cariñosos”...
El papá de Pepito le preguntó: “¿Ya sabes
acerca de las abejitas y los pajaritos?”. Declaró
el chiquillo: “No sé nada acerca de ellos, y no
quiero saberlo”. Sorprendido inquirió el genitor:
“¿Por qué?”.
Respondió el chiquillo: “A los cuatro años
supe que el ratón de los dientes es mentira. A los
cinco me enteré de que la coneja de la Pascua es
invención.
A los seis descubrí que no hay Santa Clos. Si
ahora me dices que el sexo no existe perderé la
única razón que tengo para seguir viviendo”...
FIN.


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