domingo, 28 de abril del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Pobre Guerrero
2015-01-23 | 09:54:36
El farmacéutico se preocupó bastante cuando
una clienta le pidió 100 gramos de arsénico.
Le preguntó: “¿Para qué quiere ese veneno?”.
Contestó ella: “Para matar a mi marido”. Al oír
la respuesta el boticario se inquietó aún más.
Le dijo: “No puedo venderle tal producto, y
menos sabiendo para qué lo compra. ¿Por qué
quiere usted asesinar a su esposo?”. Sin decir
palabra la señora sacó del bolso una fotografía
y se la mostró al de la farmacia.
En la foto aparecía el marido de la señora
haciéndole el amor a la mujer del farmacéutico.
“Ah, perdone -dijo entonces éste al tiempo
que le entregaba el arsénico a la compradora-.
Ignoraba que traía usted la receta”...
Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin
y desconsiderado. Cierta vecina suya le contó:
“Ayer llevé a mi hijo al zoológico”. “¿De veras?
-preguntó Capronio-. ¿Y te lo aceptaron?”...
¡Pobre estado de Guerrero, tan cerca de
la violencia y tan lejos de la civilidad! Los
extremistas han instaurado ahí un régimen
parecido al de la Revolución Cultural de Mao,
en China. Sus violencias son tales que avergüenzan.
Atentan contra la dignidad de las
personas en forma que toca los límites de lo
inhumano. Pretenden esos radicales hacer
una revolución que ellos mismos saben es
imposible.
Cierto: millones de mexicanos viven en situación
de injusticia que, como antes se decía,
clama al cielo. Todos sufrimos la existencia
de una casta de políticos que han olvidado
el fin último de la política, la búsqueda del
bien común, y la han convertido en ejercicio
de medro partidista o personal.
La inseguridad y los quebrantos de la
economía impiden la creación de fuentes
de empleo, y eso es causa de que aumente
la criminalidad. Sin embargo todo eso no se
puede remediar por la vía de la violencia. Las
instituciones de la República, en efecto, están
llenas de lacras y defectos.
La ineficiencia y la corrupción son signos
distintivos de la función pública. Pero a pesar
de todo debemos mantener esas instituciones
para poder mejorarlas. Ni los tiempos ni las
circunstancias hacen viable un movimiento
revolucionario. Además ya sabemos a dónde
han conducido en América Latina esas revoluciones:
a cambiar lo malo por lo peor.
En estos tiempos, y en un país como el
nuestro, la organización y participación política
de los ciudadanos son el único camino
para construir una sociedad más libre, más
democrática, más justa. En el caso de que los
radicales de Guerrero lograran su propósito de
impedir que haya elecciones, la democracia y
el estado de Derecho sufrirían un rudo golpe.
La autoridad local ha sido rebasada ya por
la violencia de esos extremistas, y por el terror
con que tienen sometida a la población. La
autoridad federal debe intervenir a fin de
evitar que se cometa ese atentado contra el
derecho que los ciudadanos tienen de elegir a
quienes los gobiernan, y a sus representantes.
Esto no sería represión: sería aplicación
recta de la ley a quienes por medio de la violencia
quieren imponer su voluntad. Si no
hay elecciones en Guerrero, si con cualquier
pretexto se suspenden o posponen, sabremos
que no sólo el estado y sus municipios, sino
el país también, han caído en la ingobernabilidad.
Las consecuencias que de eso pueden
derivar son incalculables.
Dijo un norteamericano: “El estado donde
vivo es el más pobre del país. Nuestra silla
eléctrica es de cuerda”...
Un matrimonio oriental llegó a vivir en
la Ciudad de México. El primer día la señora
fue a la tienda de la esquina a comprar leche.
No hablaba una sola palabra de español, de
modo que frente al dependiente se oprimió
las bubis una y otra vez, como se hace cuando
se ordeña a una vaca.
El muchacho entendió la seña y le entregó la
leche. Al día siguiente la señora quería muslos
de pollo. Fue a la tienda, y levantándose la falda
le mostró los muslos al tendero imitando al
mismo tiempo la voz del pollo.
El de la tienda le dio lo que pedía. Al día
siguiente la señora fue a comprar salchichas.
Por más señas que le hizo al dependiente éste
no entendió lo que la mujer quería. Entonces
ella fue por su marido y regresó con él a la
tienda.
¿Qué hizo el hombre? Le pidió al encargado
las salchichas, pues él sí hablaba español. O
¿qué pensaste tú?. FIN.


MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Llega el viajero al campo de Castilla
y le parece estar en las planicies del
norte mexicano. El paisaje se pinta de
gris y ocre; aún sus cercanías están
lejos.
El viajero recuerda antiguas lecturas
de Cervantes y Machado. En este
horizonte vive el espíritu de España.
Eterno es ese espíritu; tiene la misma
eternidad del hombre.
Mirar estas inmensidades es penetrar
en el alma de las cosas. Aquí
el silencio se oye y lo invisible se ve.
De pronto llega el viento. El polvo
de la tierra se levanta, y con él se alzan
los siglos y milenios, las edades del
mundo. El viajero no sabe si sentir
que es nada o sentir que es todo. Es
un hombre. Eso es decir que es nada.
Es el hombre. Eso es decir que es todo.
El campo de Castilla es su cuerpo y
es su alma, hechos del mismo polvo
y de la misma eternidad.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...Escaseará el agua...”.
Un señor con ligereza
comentó en tono informal:
“Eso no importa, con tal
que no falte la cerveza”.


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