sábado, 04 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
La mayor tragedia
2015-01-30 | 09:01:09
Dulciflor, hija de familia, muchacha honesta y
casta, tuvo la desdicha de prendarse de un tal
Pimpo, sujeto de arrabal que solía aprovecharse
de sus enamoradas. Le dijo el barbaján: “Si en
verdad me quieres deberás ir a todos los departamentos
del edificio en que vivo, empezando
por el primer piso.
Ofrecerás tu cuerpo a sus ocupantes a cambio
de un pago de mil pesos, que me entregarás.
Sólo si haces eso creeré en tu amor”. Respondió,
vehemente, la enamorada joven: “¡Por ti daría la
vida, cuantimás las éstas!”. (De dudoso gusto es
esa expresión, sobre todo en labios de doncella).
Efectivamente, Dulciflor recorrió todos los
departamentos de la primera planta ofreciéndose
a la lascivia de los inquilinos. El tal Pimpo, que
conservaba un resto de humanidad, se conmovió
al ver el sacrificio de la joven. Le dijo: “Con eso
es suficiente. Ahora sé que me amas”. “¡Ah no!
-protestó ella-. ¡Todavía me faltan los otros
cuatro pisos!”. (Eran cinco)...
Una amiga de doña Chalina le preguntó:
“¿Supiste el chisme acerca de la vecina?”. “Claro
que sí -respondió ella-. Yo lo inventé”...
Hay quienes dicen que el mundo ya se va
acabar. Para hacer ese oscuro vaticinio se basan
en ciertos indicios ominosos: el calentamiento
global; la caída en el precio del petróleo; el pez
diablo con forma de marciano aparecido en las
playas de Cuitlatzin.
A mí esas señales no me inquietan: he visto
otras ebulliciones del planeta, otras debacles
petroleras y otros monstruos, como el famoso
Chupacabras y algunos ex presidentes. Hoy, sin
embargo, se me presenta una evidencia clara
del final del mundo: la publicación aquí de la
vitanda narración conocida con el nombre de
“Sentimiento de una madre”.
Ese engañoso título oculta una de los más
sicalípticos relatos en la historia de la picardía
universal. Recomiendo a mis cuatro lectores
evitar la lectura de tan tremenda badomía. En
relación con ella sucedió un acontecimiento
extraordinario: los tórculos se negaron a imprimirla.
Para poder ponerla en el papel fue necesario
importar una prensa desconocedora del idioma
español, a fin de que no se percatara de la enorme
escabrosidad que iba a poner en el papel. Si
aquellas inertes máquinas rechazaron ese cuento
¿pondrán en él los ojos los seres dotados de razón?
La supradicha narración viene al final de esta
columnejilla. Cada uno es libre de leerla o no.
Un fantasma recorre México: el escepticismo.
(Nota de la redacción: lo dudamos). Nadie cree ya
en nadie, y viceversa. Él no le cree a ella cuando le
jura que es el primero, y ella no le cree a él cuando
le promete que será la última. El Gobierno es la
entidad que sufre el descrédito mayor.
Si un funcionario -el Procurador General de
la República, por mencionar un caso- dijera a
pleno sol, a las 11 de la mañana: “Es de día”, las
personas de elevada condición responderían:
“No doy crédito”; las de clase media contestarían:
“Dúdolo”, y las del pueblo dirían en el campo:
“¡Adió!”, y en la ciudad: “¡Voy voy!”.
No es de extrañar por eso que la versión oficial
sobre la tragedia de Ayotzinapa haya sido
rechazada por los padres de los estudiantes
desaparecidos. Ellos rechazarán, ahora y en
los años por venir, todas las versiones que del
Gobierno vengan.
Se aferrarán a la esperanza de que sus hijos
estén vivos, presos en algún cuartel militar,
secuestrados por el narco o remontados en la
sierra guerrerense para emprender una revolución
armada.
Los familiares de los jóvenes abrigan la ilusión
de que un día su ser querido aparecerá de pronto,
les dará un gozoso abrazo y todo volverá a ser como
antes. Esa triste esperanza es otra tragedia. La
de México, en cambio, es que se está perdiendo
la esperanza. He ahí la tragedia mayor.
Sigue ahora la anunciada narración: “Sentimiento
de una madre”. Las personas con espíritu
moral deben suspender aquí mismo la lectura.
Pepito desesperaba a su mamá. Sus travesuras
y malas acciones habían llegado a ser intolerables.
Un día la señora estalló. Hecha una furia le gritó
al tremendo crío: “¡No sé qué hacer contigo! ¡Ya
me tienes harta!”. Contestó, burlón, el chiquillo:
“¿No dices que algunas veces me quieres comer a
besos?”. Respondió con encono la señora: “Debí
comerte, sí, pero en vez de concebirte”. (No le
entendí). FIN.

MIRADOR
››armando
fuentes aguirre
Historias del señor equis y de su
trágica lucha contra La Burocracia.
El Funcionario del Estado hizo
llamar al señor equis y le preguntó:
-¿Cuál es tu color favorito?
-El rojo -contestó el señor equis.
-Es el color equivocado -dictaminó
El Funcionario-. Irás a prisión.
Pasaron algunos años, y de nueva
cuenta El Funcionario del Estado
hizo que el señor equis compareciera
ante Él.
-¿Cuál es tu color favorito? -le
preguntó de nuevo.
-Ningún color es mi favorito -respondió
tembloroso el señor equis.
-Eres indeciso -decretó El Funcionario-.
Irás a la cárcel.
De esto han pasado muchos años.
Periódicamente El Funcionario del
Estado hace llamar al señor equis y
le pregunta cuál es su color favorito.
El señor equis ha dicho que es el
verde, el azul, el amarillo, todos.
Ninguno satisface al Funcionario:
el señor equis acaba por ir siempre
a la prisión.
Si el Funcionario del Estado te
llama será seguramente para preguntarte
cuál es tu color favorito.
No vayas. Huye.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS
››por afa
“...El PAN, dividido...”.
Aunque la nota que citas
algunos la negarán,
la verdad es que ese pan
ya está hecho migajitas.


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