2015-02-02 | 10:30:37

Faltan 668 días. 95 semanas. 22 meses
Un Estado Democrático falla, si no cuenta
con suficiente representatividad y participación,
reales y efectivas.
Imprescindibles legalidad y legitimidad
en todas y cada una de las actividades del
gobierno.
Es más, la democracia se debilita y
transforma, pierde su esencia y objetivo,
hasta convertirse en una suerte de totalitarismo
o despotismo, de persona o pandilla,
cuando le afecta delincuencia electoral, así
como simulación, ineficiencia y corrupción
gubernamental, que encubre y protege la
impunidad.
Una de las ideas centrales, generalmente
aceptada en la democratización de los sistemas
gubernamentales, es evitar la centralización
del poder, en una persona; asegurándose
corresponsabilidad y respeto obligado entre
quienes gobiernan y las oposiciones del momento;
fortaleciéndose la plena vigencia plena
de los Derechos Humanos y la responsabilidad
ambiental, así como las garantías mínimas y
el permanente respeto a las minorías.
Al mismo tiempo, asegurar operación y
evolución tanto de la división de poderes,
como de los ámbitos de gobierno y los órganos
autónomos. Esto, desde luego, en un contexto
de libertades y derechos característicos de
una sociedad plural.
Sólo para introducirnos al amplio y complejo
tema, vale la pena canalizar y comentar
uno de sus importantes aspectos.
Esto es principio constitucional, piedra
angular de organización del Estado Mexicano
y su expresión imperativa legal es muy clara y
precisa… “No podrán reunirse dos o más de
estos Poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial),
en una sola persona o corporación, ni
depositarse el Legislativo en un individuo…”.
¿Qué sucede en la vida diaria? ¿Hasta
dónde ha llegado la deformación, desviación
y simulación al respecto?
Por qué esto no sólo no sucede, sino se
apoya y alienta lo contrario. Como por ejemplo
y para empezar, la notoria concentración
de facultades de hecho y atribuciones extra
derecho, en una sola persona.
Por lo tanto de la real realidad surgen
imparables las preguntas, ¿Cuáles ámbitos
de gobierno? ¿Cuál equilibrio de poderes?
¿Cuáles Órganos Autónomos?
Es más, si la democracia es el gobierno
de las mayorías, bien se sabe que la nuestra
es de “mayoría relativa”; esto es, de minoría
mayor o de alianza entre minoritarios,
dispuestos para la política de la tranza.
Lo cierto es que en innumerables casos,
por costumbre la mayoría absoluta no importa,
la calificada menos.
En fin, no se tiene el respaldo popular
necesario y suficiente. Y últimamente,
tampoco se cuenta con las obligadas credibilidad
y confianza públicas, componentes
esenciales de esa legitimización
permanente.
Eso lo saben y comprueban, quienes designados
o electos, favorecen de inmediato,
la política de “el que no tranza, no avanza”.
De ahí que para ganar no es raro advertir,
desde comportamientos propios
de la delincuencia electoral, hasta la incorporación
al presupuesto o atracción
convenida, de muchos otrora considerados
y señalados radicales opositores, irreconciliables
enemigos o representantes de ideas
e ideologías, que política y electoralmente,
con razón o sin ella, se juzgaban inaceptables
y condenables.
Frente al reparto del poder y presupuesto
públicos, agua y aceite se unen y mezclan.
Viaje sin retorno al cinismo y falta de
ética política, a la convenenciera y costosa
incongruencia entre el decir y el hacer, al
menosprecio de militantes y simpatizantes.
En el colmo, en el uso y abuso de los
recursos y atribuciones gubernamentales,
hay quienes sostienen que para garantizar
permanencia en el gobierno, hay que hacer
todo, incluso pagar por ello, total “si cuesta
dinero, sale barato”. Si el dinero es público,
mejor.
Urge representación mayoritaria efectiva.
Segunda vuelta y más.
¡Por lo pronto elecciones a la vista!
Dios se apiade de nosotros y de los votos.
*Academico.IIESES-UV
@RafaelAriasH
Facebook:
VeracruzHoydeRafaelAriasHdez.