viernes, 03 de mayo del 2024
 
Por Sergio Sarmiento
Columna: Jaque mate
'Ya se que no aplauden'
2015-02-08 | 14:04:21
Políticos y periodistas llevan una convivencia obligada pero necesaria para ambos. Los unos se quejan de los otros y los otros de los unos. Pero los políticos necesitan la cobertura de los medios para obtener reconocimiento y votos mientras que los periodistas necesitan a los políticos para su información.

La incómoda cercanía se manifestó con claridad este 3 de febrero. El presi¬dente Peña Nieto presentó en Los Pinos al nuevo secretario de la función pública, Virgilio Andrade, y le pidió púbicamente que lo investigue a él, a su esposa y al secretario de hacienda. Al terminar la ceremonia, que quizá por premura se hizo sólo con reporteros de la fuente y no con funcionarios o invitados especiales, el presidente se alejó del podio y comentó todavía al alcance del micrófono: “Ya sé que no aplauden”.

No sé lo que estaba pensando el presidente, pero el comentario parece marcado de amargura. Un jefe de go¬bierno está acostumbrado al aplauso fácil. Supongo que hacer un anuncio importante sólo con la presencia de re¬porteros que no aplauden debe sentirse como un cubetazo de agua fría.

En realidad no sorprende que los re¬porteros de Los Pinos no aplaudan. No lo hacen los periodistas profesionales en ningún lugar del mundo. Una conferen¬cia de prensa no concluye con aplausos ni en la Casa Blanca en Washington ni en el Palacio del Elíseo en París. Los presidentes de Estados Unidos y Francia saben también que los reporteros no aplauden.

Una conferencia de prensa no es --no debe ser-- un discurso que se selle con aplausos. Las conferencias de prensa en el mundo son ejercicios informativos y no políticos. El funcionario quizá ofrezca algunas palabras de introducción o lea un comunicado, aunque no un discurso, y aporte datos concretos. Al final hay una sesión de preguntas y respuestas. Incluso el presidente de Estados Unidos, quizá el funcionario más poderoso del mun¬do, entiende la necesidad de escuchar y responder preguntas de los reporteros.

En México, en cambio, no tenemos verdaderas conferencias de prensa. El presidente o los altos funcionarios suelen ofrecer discursos. La posibilidad de preguntas y respuestas ni siquiera se considera. El presidente de México sólo da verdaderas conferencias de prensa en el extranjero o cuando recibe en nues¬tro país a otro mandatario… porque los cuerpos de reporteros de otros países considerarían un insulto que una confe¬rencia de prensa y su sesión de preguntas y respuesta fueran reemplazan con un discurso político.
No sólo el presidente de México se siente extraño en actos con reporteros. Muchos periodistas se muestran incó¬modos en informes de gobierno o en actos públicos de funcionarios. Aunque abstenerse de aplaudir no debe ser una cuestión de principio, los verdaderos pe¬riodistas procuran no hacerlo. A los ac¬tos políticos asisten como observadores y no como simpati¬zantes. Es muy co¬mún, sin embargo, que los asistentes que aplauden a ca¬da párrafo los miren como si estuvieran cometiendo un acto de abierta grosería al no aplaudir.
Estas diferencias son inevitables. Los políticos y los periodistas están condenados a convivir, pero no necesa¬riamente se tienen simpatía. Con mucha frecuencia he escuchado expresiones de menosprecio de los políticos hacia los reporteros que cubren sus presenta¬ciones. “No tengo sesión de preguntas y respuestas –me explicaba uno—porque los reporteros no tienen el nivel”.

El menosprecio, sin embargo, es mutuo. Muchos reporteros expresan en privado comentarios negativos de los políticos que deben cubrir. Quizá por eso no se preocupan mucho de que no haya sesiones de preguntas en las supuestas conferencias de prensa. Algunos periodistas, de hecho, lo pre¬fieren. Sienten así más libertad para “golpear” a los políticos cuando tienen oportunidad.

La gran deuda

Hay una enorme preocupación por la deuda pública de Grecia que alcanza 175 por ciento de su producto interno bruto. Pero un estudio de McKinsey Global Institute nos dice que el mundo tiene una deuda total (pública y privada) de 286 por ciento del PIB.
Twitter: @SergioSarmiento


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