sábado, 18 de mayo del 2024
 
Por Uriel Flores Aguayo
Columna: Seguridad pública
Seguridad pública
2015-02-15 | 11:37:16
Entre las múltiples crisis que azotan a los mexicanos, es la de inseguridad y violencia la que más nos toca y aterra. Lo peor de todo es que no se avizora una salida institucional y que la confianza en las fuerzas policiales es casi nula. Ya se instalaron como algo normal un cúmulo de delitos sin que se tomen medidas serias para combatirlos.
Es un problema generalizado en nuestro país, con acento mayor en cier¬tas regiones, incluyendo a Veracruz y Xalapa. La corrupción, la impunidad y la antidemocracia son el sustento máximo de este escenario de terrorífica incertidumbre. Convivimos en ciuda¬des y regiones sin ley, con autoridades omisas o cómplices, y con policías de papel.

El diagnóstico es duro y difícil, no puede ser de otra manera; en asuntos de seguridad lo peor que se puede hacer es simular y esconder los problemas debajo de la alfombra. Desde un pun¬to amplio el problema es político, de estado de derecho y de democracia; tiene que ver con los tipos de gobierno, su concepción del servicio público, su rendición de cuentas y su relación con la sociedad.

Es el colmo que también en estas áreas hagan negocio, regateando re¬cursos para las policías y exprimiendo los presupuestos destinados a sus equi¬pos y a las percepciones salariales. Sin gobiernos democráticos y sin la parti¬cipación ciudadana no habrá buenos resultados en materia de seguridad pública. Ni siquiera en un contexto de autoritarismo, de supuesta mano dura, han entregado buenas cuentas.

Me preocupa Veracruz, me afecta más Xalapa; a cada rato nos desa¬yunamos con noticias de violencia: extorsiones, asesinatos, asaltos, etc. No tenemos información confiable sobre los índices delictivos, tampoco de las estrategias de seguridad de las autoridades competentes.

Si hay alguna política de seguridad, poco se sabe más allá de los discursos y actos de escenografía, es ineficaz. Temo que hay poco, que solo se admi¬nistran los problemas y que, en algunos casos, conviven con la delincuencia. Son visibles las muestras de la simu¬lación en muchos casos.

Tomemos el caso de Xalapa: policías viales armados, mezcla de uniformes, retenes estorbosos, caravanas de pa¬trullas, etc. No parecen medidas serias, al menos son ineficaces. Si tenemos que evaluar a la policía estatal por esas muestras, la calificación seria repro¬batoria. Siempre queda la sensación de engaño, de farsa.

Uno puede cuestionarse la razón por la que los policías viales dirijan el tránsito vehicular con metralletas, es de obviedad una tontería pero se hace; bastaría separar funciones e identificar específicamente a los agentes viales, evitando una imagen más de violencia.

Casi lo mismo se puede decir de las caravanas de patrullas con policías apuntando a los peatones, con el riesgo de que se les escape una bala; es tan inútil andar contaminando y estorban¬do a la circulación como intimidante y reiterativo de una imagen violenta; peor aún sí los policías andan enmas¬carados.
Los famosos retenes de las salidas de la ciudad son asunto aparte y de exageración, constituyen un monu-mento vivo a la inutilidad, obstruyen el tráfico vehicular y dan la impresión de que estamos en guerra. En todos esos casos se proyecta una imagen de zozobra e inseguridad.

Una duda razonable sería porqué se procede de una manera tan tosca e ineficaz. Habrá varias respuestas segu¬ramente, más vale que las busquemos, es por nuestra tranquilidad. Se puede observar un desprecio a la gente local, un desapego a nuestras raíces, evasivas y afanes de negocios.

Fuera del oropel, todo pareciera organizado para cubrir apariencias, cumpliendo con lo elemental y admi-nistrando los tiempos. Mientras se colo¬quen a los cuates en este tipo de cargos no podemos esperar buenos resultados. Se juega con asuntos vitales para la sociedad. No hay seriedad ni respeto.

En el caso particular de Xalapa, además de alentar la participación ciudadana, con espacios y mecanis¬mos concretos y f luidos, es exigible un mayor compromiso al cabildo; no debe escudarse en las disposiciones legales que ponen a la fuerza pública a las órdenes del ejecutivo estatal por ser la capital del estado, no, está obli¬gado a desplegar una mayor iniciativa y coordinación para dar garantías de seguridad a sus gobernados.

Si el Ayuntamiento no se involucra en estos problemas se desliza a un nivel de inutilidad y de enorme irresponsabi¬lidad política; no debe dejar en manos ajenas la totalidad de las acciones de seguridad para Xalapa.
Salvando todo lo escenográfico de la policía estatal y reconociendo el papel tan vital que desempeñan sus elementos, es perfectamente posible aplicar algunas medidas sencillas pero concretas para mejorar sensiblemente las condiciones de nuestra vida pública. Los policías deben presumir menos sus armas, dar la cara y atender con respeto las inquietudes y denuncias de la gente.

Es fundamental que se desarrolle la carrera policial, que sean profesionales bien pagados, que se les respete y reco¬nozca en todo su valor social. No deben ser utilizados como carne de cañón y alejarlos de todo tipo de manipulación partidista. Debemos estar conscientes de que los funcionarios, de estas y otras áreas, se van y nos dejan sus fallas, raterías y omisiones. En ese sentido, debemos ser muy exigentes con ellos; exigir y dar, reclamar y participar.

Recadito: El primero de marzo el congreso del MOPI lo volverá estatal.
ufa.1959@gmail.com


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