sábado, 04 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
Políticos 'mil usos'
2015-02-19 | 09:47:17
“No quiero cena. Quiero sexo”. Así le decía el recién
casado a su mujercita cuando llegaba a su casa por
la noche y ella le preguntaba qué quería de cenar.
Dicho eso la cargaba en sus brazos en arrebato de
pasión y subía con ella la escalera en el más puro
estilo de Clark Gable. Todas las noches sucedía
lo mismo.
En cierta ocasión llegó el muchacho y se sorprendió
al ver que su joven esposa se deslizaba una
y otra vez por el barandal de la escalera. Inquirió
asombrado: “¿Qué haces?”. Con una gran sonrisa
respondió ella: “Te estoy calentando la cena”...
El médico británico le preguntó al beduino
del desierto: “¿Practican ustedes el sexo seguro?”.
“Naturalmente -respondió el nómada-. Marcamos
con una tiza blanca a las camellas que tiran coces”...
Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida,
contrajo matrimonio con una muchacha sabidora
llamada Pirulina. La noche de las nupcias le preguntó:
“¿Con cuántos hombres has estado antes
de estar conmigo?”. Respondió ella: “Con dos”.
“Ah, vaya -se tranquilizó el boquirrubio-. Han sido
pocos”. “Sí -dijo Pirulina-. Con esto de la boda el
día estuvo muy tranquilo”...
Admiro mucho a Héctor Suárez, gran actor. Su
personaje el Tirantes, en “Lagunilla, mi barrio”, es
inolvidable. A otro personaje dio vida el extraordinario
comediante, también digno de recordación:
el Milusos. En él representó al mexicano pobre
emigrado del campo a la ciudad y obligado a hacerlo
todo -a serlo todo- para ganar el pan de cada día.
Otra acepción tiene el calificativo: nuestros
políticos son también Milusos. Sirven lo mismo
para un barrido que para un fregado. Hacen de
dulce, de chile y de manteca. De un puesto saltan
a otro con la suprema habilidad de los funámbulos.
No cuenta en ellos la capacidad para desempeñar
tal o cual puesto: importan sólo la coyuntura
política y la habilidad para adaptarse con raro
mimetismo a cualquier situación que se presente.
Hoy están aquí, mañana allá, y luego acullá. Ahora
son investigadores, luego procuradores, en seguida
embajadores, y pueden convertirse después en
ministros de suprema corte, si bien no de corte
supremo.
La política toma el lugar que debería ocupar la
eficiencia en la atención de las cuestiones públicas.
Así las cosas, y en el mismo contexto, propongo mi
candidatura para dirigir el Instituto de Astrofísica
Cosmocibernética Ultramegatrónica Nuclear.
Una incauta mujer conoció en cierto bar de mala
muerte a un individuo de fea catadura, y éste la
invitó a dar un paseo con él en su pick up. Aceptó la
invitación la fémina, imprudente. El sujeto condujo
el vehículo a un apartado bosque, y le pidió a la mujer
que lo acompañara a internarse en él.
Oscuro y ominoso era aquel bosque; tenía semejanza
con los que dibujaba Walt Disney en sus
películas, donde los árboles parecen tener ojos de
furia y amenazantes brazos. La mujer dijo: “Tengo
miedo”. Respondió el tipo: “Y eso que no vas a tener
que regresar solo, como yo”...
El encuestador le preguntó a una vedette: “¿Qué
opina usted acerca del condón?”. Respondió ella:
“Me interesa más su contenido”...
Lord Feebledick regresó a su finca rural después
de la cacería de la zorra, y sorprendió a su mujer, lady
Loosebloomers, en apretado consorcio de libídine
con mister Whoopie, un norteamericano vendedor
de productos agrícolas. “Bloody be! -exclamó milord
en paroxismo de ira al ver así a su esposa-. ¡Y con
un comerciante!”. Uniendo la acción a la palabra -a
las seis palabras, para ser exactos- descolgó su rifle
Magnum, el mismo que había usado en la cacería
de tigres en la India, y le apuntó con él al follador.
Mis cuatro lectores entenderán el espanto del
tal Whoopie al verse así amenazado. De pie sobre
la cama, cubierto sólo por una aplicación
de la loción que usaba para después de
rasurarse , tendió las manos, suplicante,
y rogó con deprecativo acento: “¡No dispare,
milord! ¡Por favor, no dispare! ¡Tengo
muchos pedidos pendientes de entregar!”.
Intervino lady Loosebloomers: “Hazle
caso, marido. No dispares. Después de todo
él no había disparado todavía”. “Está bien”
-accedió lord Feebledick, magnánimo. Y
dirigiéndose al yanqui le dijo sin dejar de
apuntarle: “Le voy a dar una oportunidad.
Abra las piernas y balancéelos”. FIN.

mirador
››Armando
Fuentes Aguirre
Variaciones opus 33 sobre el tema
de Don Juan.
Murió Don Juan y fue al Cielo.
Había pecado mucho, es cierto,
pero había amado más, y ésa fue
su salvación.
San Pedro, el portero celestial,
lo dejó entrar de mala gana. Él no
había vivido la vida plenamente,
y los que han vivido así sienten
envidia y celos de quienes han
sabido vivir con plenitud.
Sucedió, sin embargo, que
pocos días después Don Juan
desapareció. El apóstol de las
llaves lo buscó inútilmente por
todas las salas de la morada celestial.
Desesperaba ya de hallarlo
cuando pasó frente a la puerta de
la sala donde estaban las Once Mil
Vírgenes. No lo sabía San Pedro,
pero eran ellas las que habían
secuestrado a Don Juan.
Entonces San Pedro oyó estas
palabras:
-Once mil.10 mil 999. 10 mil
998. 10 mil 997. 10 mil 996.
¡Hasta mañana!...
manganitas
››POR AFA
“...Peña Nieto presentó una terna
para designar a un ministro de la
Suprema Corte...”.
De tres que son, ya sabrás
que el que quiere el presidente
entrará seguramente.
Los otros están de más.


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