lunes, 29 de abril del 2024
 
Por Alfonso Villalva P.
Columna: Nuestros bueyes
Nuestros bueyes
2015-03-06 | 09:52:24
Es improbable que, en caso de que la
voluntad de Dios se dirija, inapelable
e inclemente, hacia los bueyes de un
determinado compadre, a nosotros, o
sea, el compadre del otro lado del corral,
se nos espante el sueño o se nos arrugue
alguna parte de nuestro cuerpo como,
por ejemplo, el corazón.
Y es cierto, porque nuestra frenética
post modernidad no nos está dejando
espacios últimamente para considerar
siquiera, con un soslayo de seriedad, la
existencia o el destino de los mentados
bueyes del compadre en desgracia.
Si nosotros pudiéramos elegir, pues
serán sus bueyes, y no los nuestros, los
que se comprometan en los designios
del destino, pues siempre orientamos
las fuerzas del mal al ganado ajeno,
con frases muy de “mire-usted”, cejas
enarcadas y caras de pampurria, pero
con la tranquilidad de que en todo caso,
las plagas bíblicas serán sufridas en
lugar distinto a la comodidad de nuestro
hogar, nuestros privilegios, nuestras
islas de poder y esparcimiento.
Visto así, el fenómeno pudiera ser
censurable como solidaridad humana
y nuestra corresponsabilidad en el progreso
comunitario. Así. Pero las cosas
cambian cuando el compadre de los
bueyes resulta ser el de la voz, y quien
toma decisiones es un tercero que mantiene
lo suyo muy cuidado, muy sano y
muy numeroso.
Cuando ese que encausa la némesis
contra nuestro corral, sonríe condescendiente
y nos recuerda que hay que sufrir
para alcanzar la gloria -por supuesto,
con voz engolada y desde la comodidad
de un asiento de piel, bien perfumado y
con una tarjeta de crédito corporativa
con cargo al erario, cuya viabilidad
supone precisamente el sacrificio de
nuestros bueyes-.
Recorte presupuestal, reducción
de gasto público, terminación masiva
de empleos, financiamiento caro,
emprendimientos que desaparecen
como golondrinas en otoño… La crisis
petrolera y la mala puntería en los pronósticos
de crecimiento de la economía
nacional. Imponderables... La corrupción,
la violencia… Fenómenos fuera
de nuestro control. No podemos gastar
más de lo que ingresamos. ¿Parece de
Perogrullo, no?
Elemental. Es impecable la decisión
de bajar costos. Y no es ciencia oculta,
verá usted: a menor ingreso, menor
gasto. La fórmula de sustentabilidad,
crecimiento y progreso. Seguro la suscribiría
cualquiera con un conocimiento
elemental de finanzas, o con un ápice de
sentido común.
Alguien que venda fruta en una central
de abasto, que borde ropa típica en
Oaxaca; una madre de Guadalajara que
administra sueldo mensual, el director
de finanzas de una empresa multinacional,
en fin.
Nadie puede negar que el arte de
la productividad es eso -seguramente
espetaría a mi cara el genio que diseño el
plan de recortes del Gobierno Federal-.
Ni tampoco podemos negar –quizá
me recriminaría alguno de estos señores
que pretenden heredar las glorias de los
Chicago Boys- que ese elemental conocimiento
es vital ante los avatares de la vida
que presentan una sorpresa tras otra,
cambiando los escenarios previsibles y
que, de no recortar, las consecuencias
pudieran ser, tan catastróficas que en
nuestro balance solamente abonen pena
y no gloria.
Y perdonarán los superdotados de
las finanzas públicas mi tozudez, pero
el problema es de principio cuando
solamente sus bueyes, sí, los de usted,
son los que se ponen en la mesa de los
recortes sin medir las consecuencias
de las decisiones tomadas en un escritorio
que hace las veces de laboratorio
experimental.
Los recortes presupuestales son necesidad
que salta a la vista y hacen sentido
cuando todos los bueyes -de todos
los compadres, sin excepción-, se vuelven
destinatarios de la ira de Dios, o en este
caso de los mercados internacionales.
Hacen sentido cuando se diseñan
en una base de prioridades colectivas
que reconocen los valores de la sociedad
como los activos a proteger, y excluyen
la posibilidad de que un grupo u otro
pueda escapar a los recortes en perjuicio
lastimero de los demás.
Hacen sentido cuando siguen aspirando
al desarrollo humano aún ante
las circunstancias, cuando implican la
reasignación de partidas para lo que es
verdaderamente relevante para usted, y
la cancelación de aquellas otras frívolas
de las que se benefician grupos hegemónicos
para promoverse cargando al
patrimonio de todos.
Solamente pueden hacer sentido
cuando comprendemos que el sacrificio
tiene consecuencias que hay que atender.
Una familia sin ingreso enfrenta la
imposibilidad de financiar educación,
alimento y salud, la necesidad de incorporarse
a la economía informal, el
riesgo de engrosar las filas del crimen
organizado como fuente desesperada de
ingresos, la desarticulación del núcleo
familiar, la migración a otras ciudades
o países en busca de una oportunidad.
Cuando usted decide suprimir en
casa la televisión por cable, por ejemplo,
necesariamente imagina un sucedáneo
de entretenimiento, quizá actividades
deportivas, juegos de mesa, televisión
por internet. ¡Un sucedáneo! No una
supresión arbitraria sin un plan de
contención, sin un manejo de la crisis.
Habrá miles de desempleados.
Sumaremos a las condiciones nacionales
otra necesidad apremiante que
desquicia lo que queda de fibra social.
Así, contemplando cómo la voluntad de
Dios siempre, pero siempre, se hace en
nuestros bueyes y nunca, pero nunca,
en los de otros compadres…
Twitter: @avp_a
columnasv@hotmail.com


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