2015-03-14 | 08:40:10

“¿Cómo hemos acabado aquí? este lugar es horrible, huele a pelotas, lo teníamos todo… vamos a volver”, era principios de diciembre cuando vi la peli de Birdman, de la cual ahora muchos hablan. Antes de los Oscares, pocos sabían que estaba en cartelera. Cualquiera folla, no cualquiera hace el amor, así las pelis, hay muchas, pero con historia pocas y no me refiero a historia del guión, sino a la que pueda influir en el modo de vida o recuerdos de una persona. Los trailers eran poco entre confuso y surrealista, pero tenía ese “me late que te engancha”, vamos que de que es un actor que representó a un hombre pájaro que asociamos al hombre murciélago, una especie de realidad y metáfora fundidas magistralmente y que quiere montar una obra de teatro eso se entiende desde el principio, me refiero a la esencia, a eso que tiene que digerir el subconsciente como si fuera un rumiante y se podrá entender mejor. Relajado asistí al cine un poco dubitativo y tranquilo jajaja, lo que deduje en ese momento es que la peli estaba buena se entienda o no, hay que verla, cierto que tuvo momento de pausa aburridona como la charla de Norton y la chica donde grité Birdman, Birdboy, haha haha, el momento cumbre, cuando el pájaro le dice en pocas palabras que es la reata y Michael Keaton tuerce la boca haciendo como pájaro, ese es el plus
ultra de la movie y la apoteósica escena de los calzones por Times Square. A quien conozco la recomiendo, una peli con surrealismo mezclado con objetividad, subjetividad y la vanidad, que pasa de primera persona a omnisciente sin entrar en las demás como la sublimación de la naftalina o percepción de una toma a lo largo del film. La cuestión es que estando ya en Canarias y Valencia me preguntaban de qué trataba y les decía pues no sé pero mola, cierto, la había visto, sabía de que iba y a la vez no sabía nada, el interés por verla de nuevo superaba por mucho al de la primera ocasión, después de relajarme en las vistillas en Madrid y tomar algunas chelitas en el Bio, ahí cerca de plaza Santa Ana, caminando por la calle Preciados rumbo al hotel para ir a dormir como toda persona bien portada, resulta que había juego de Champions al día siguiente y como es costumbre, despapaye, como por lo regular en todo Puerta del Sol, en el trayecto se aprecia el maravilloso ni raza ni posición, en Madrid, todos somos iguales a compás de los violines de Vivaldi. Lo primero que se me ocurrió, ya alegrón, fue caminar moviendo los brazos cantando Crazy gritando yo soy Birdman, la ventaja que allá por lo regular no hay complejos de me miró feo y de los madrazos, buen rollo donde
y a la hora que sea, del jaleo lo único que recuerdo es un tipo que gritó ese tronco está reloco. Dos semanas antes del premio la volví a ver en el cine y reafirmé lo que había dicho antes, todos tenemos un Birdman, así lo dijo Iñárritu, de hecho me parece que ese es el objetivo detrás del film y seguro algo tendrá de él, todos de una u otra manara, realista o ficticiamente tenemos un trozo de la historia, si ese hombre con un coctail de depresión, timias, con todos los trastornos de personalidad unos más que otros, paranoias, síntomas positivos de esquizofrenia y psicosis con levitación y telequinesis, pero al final no es esto lo que lo hace triunfar, es su mente libre y pasar del que dirán, vivió. De hecho, no pensaba que fuera a ganar el Oscar, hace años es para películas patéticas sin ton ni son salvo alguna excepción como “12 años de esclavo”, lo de “Tierra hostil” fue una mentada de madre y no sigo. Iñárritu se merecía esto desde “Amores perros” como película extranjera, la de los chinos japoneses que ganó era una bazofia, la columna inicia con lo que puede ser del libreto de Birdman o del México que viene, el que queremos, el que dejamos atrás hace casi 115 años, morir o volar es cuestión de cada uno, al final Birdman… Yo solo pinto lo que veo.