sábado, 18 de mayo del 2024
 
Por Fernando Vázquez Rigada
Columna: Aristegui
Aristegui
2015-03-18 | 10:02:25
La crítica al poder, descarnada,
desafiante, agoniza.
Se fue Leñero. Se fue Scherer.
Ahora se va Aristegui. El espacio
que sacudió las estructuras del poder
público está, diría Sabina, cerrado
por derribo.
Con todos sus defectos –que los
tienen-; con todo su protagonismo
–que no los abandona-, México no
sería lo que es sin Proceso. Sin el
espacio reciente de Aristegui.
La edición primera de Proceso,
aparecida con Luis Echeverría
aún en el poder, era más que una
novedad editorial: era un grito de
rebeldía. El poder –igual que ahora
a Aristegui- había echado a la calle
a un grupo notable de periodistas e
intelectuales, tras dar un golpe en
Excélsior.
Scherer y su grupo se fueron
porque eran incómodos al poder.
Porque en el México de los setentas
no había cabida para la crítica. Para
la investigación. Para el hallazgo.
Hoy es Carmen Aristegui. Se va
por razones idénticas. Hubo errores,
cierto, en su forma de conducir el tema
de Mexi-Leaks, pero la reacción
de la empresa parece apuntar a que
se dio el paso en falso que se esperaba
para despedirla. El mensaje, no para
Carmen, sino para la sociedad, no
pudo ser más siniestro. Antes que
ella, debían irse los reporteros que
habían destapado el escándalo de la
Casa Blanca.
Así es México. En lugar del Premio
Nacional del Periodismo, el despido.
Se va Aristegui porque no hemos
terminado de entender en México
que los medios son un poder y que,
como tales, deben ser regulados. No
por el capricho, sino por la ley. No
por el embute, sino por la transparencia.
No por otro poder, sino por
la sociedad.
El inicio de una descomposición
política comienza cuando se pretende
acallar, al costo que sea, a quienes
alzan su voz crítica.
Es el reflejo desmoralizante de
una sociedad moderna con un gobierno
premoderno. De ciudadanos
críticos e informados con empresas
mediáticas que buscan adormecer.
Tenemos un establishment cuya
forma de concebir el poder es apostando
al deterioro, a la repetición ad
nauseam del ciclo abuso/protesta/
olvido.
Igual que contra Excélsior, la duda
envuelve a la operación escoba. Igual
que en Excélsior, el puño que golpea
es de un esquirol. Igual que en Excélsior,
se prostituirán los espacios
del medio para complacer al cliente
y esperar su paga.
A diferencia de Excélsior, México
es otro. Y nosotros también.
El ataque que atestiguamos no
es contra Aristegui: es contra todos
nosotros. Contra la libertad de
expresarnos. Contra el derecho a
informarnos. Contra la posibilidad
de saber y, por tanto, de pensar.
La víctima que cuesta más trabajo,
confiesan los sicarios, es la primera.
Los demás son rutina pavorosa.
El gran hermano está de vuelta.
Los mejores están en la calle.
Veremos por cuánto tiempo y qué
precio tendremos que pagar para
que vuelvan.
@fvazquezrig


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