lunes, 29 de abril del 2024
 
Por Bezale Berger
Columna: Puntos de vista
Don Bernardo Weitzner y Veracruz
2015-03-22 | 12:38:59
Estimado y querido Buseco.
Gritaba tu amigo Bonoso que es muy difícil, nacer veracruzano y además ser hijo de asturiano. Tu combinación es considerablemente más difícil de lograr. Hijo de una combinación ruso- polaco- judía y nacer en esta tierra, resulta insólita y difícil de igualar.

Fuiste el mexicano más mexicano, el jarocho más jarocho y el judío más judío que he conocido.
Coincidirás en que todos los seres humanos somos producto de nuestra circunstancia. Sufrimos y amamos a partir de cómo es que hemos vivido. Cada elemento de nuestra vida lo vemos a través de ese cristal que nos fue heredado y que ha sido determinado por donde nacimos, crecimos, nos enamoramos por vez primera, reímos y lloramos, y tú, querido amigo, fuiste hijo de esas circunstancias.

Cuando naciste, la luna era de plata, naciste con alma de pirata, rumbero, jarocho y trovador de veras y te fuiste lejos de Veracruz.

No podías ser de otro modo cuando en esta tierra bendita fue donde viste la luz primera y de cuyas raíces, jamás te desprendiste y menos olvidaste.

En memorable ocasión declamara Juan Maldonado: Aquí tus primeros pasos y primeros juegos; aquí tu primer beso y primer amor, aquí tus padres casaron y progresaron. Aquí tus primeras letras y primeros maestros. Aquí tus primeros éxitos y primeros fracasos. Aquí tus primeras risas y el sabor salobre de tus lágrimas. Aquí probaste tu propia sangre y conociste el sabor de la de otros.

Aquí yacen tus grandes amigos, aquellos que te enseñaron a amar esta tierra que según cantan… no hay sol que brille mejor, si aquí la Virgen Maria dijo que estaría, dijo que estaría mejor que con Dios y no lo diría nomás por hablar…, y sin embargo, hubiste de abandonarnos. La vida te llevó por otros rumbos y al término de tu viaje, tu cuerpo no descansa aquí. La tierra que tanto amaste, este puerto de pescadores que arrulla el mar; no cobija tu cuerpo.

Paradojas del destino. Religión y tradición marcaron tu destino final en otras tierras. Descansas al lado de tus padres y correligionarios. Tu alma regresó al Señor y esperará el juicio final, pero para quienes como el que esto escribe, nos queda el consuelo de tu memoria

En ocasión del Shloshim (aniversario de treinta días de tu partida) quisiera dibujar tu semblanza y hacer sentir a mis tres lectores, quién fue el señor Ingeniero Bernardo Weitzner Jonás, mejor conocido en el ambiente como Buseco.
No recuerdo jamás haberte llamado Bernardo, siempre Buseco y yo para ti siempre fui Yoyo.

Desde pequeño aprendiste a querer a este pueblo que sabe reír y cantar, abrevaste de sus personajes su esencia misma. El rasgar de una jarana, el pespunteo de la bamba, las voces aguardentosas de Pochencho, Juanelo, el Negro Paregrino y el quinteto Mocambo no te fueron ajenas. Ellos alegraron y acompañaron tus horas felices cuando cantabas. Amparo Montes y su Cueva eran tu segunda casa. Agustín Lara te distinguía con su amistad. Aprendiste a amar este manicomio con vista al mar. La mezcla de culturas, el producto de nuestras circunstancias, el sufrimiento y el amor, conformaron como un espejo, tu particular forma de ser.

Recuerdo una fotografía. Ador¬naba la sala paterna. Te ubicabas al centro, a tus lados abrazándote, Beto Ávila y Pedro Infante.
Pese al celo normal en una madre judía, tuviste la libertad de escoger a tus amigos y fuiste amigo de todo el mundo. No conozco a nadie que se expresara mal de ti, bueno si, don Roberto Chávez, alias Fidias, tu exmaestro de dibujo, te odiaba cordialmente.

Cliente asiduo del Corsario, Rincón Brujo, Arco Iris, La Parroquia, Diligencias y Prendes gozabas de la alegría típica de esos lugares. Bailaste al son del conjunto Anacaona y el Son Veracruz, tu simpatía natural te abrió todas las puertas. Cuando empezaste a manejar dinero, fuiste sumamente generoso con tus amigos. Tu mesa y tu cartera, siempre abierta, estaba al alcance de todos, amigos o no.

Gozaste de una inteligencia excepcional que te permitió graduarte sin mayores esfuerzos. Creo que nunca te vi estudiar para un examen. Cuando terminaste la Universidad, yo había regresado a México y nos separamos una buena temporada.
Conocí a tus novias, cuyos nombres me reservo para no herir susceptibilidades. Recuerdo a Georgette Figaredo, allá en la Universidad de Kansas. Al graduarte, regresaste casado de Venezuela y a tu segunda esposa no la conocí. Una de tus novias, guapísima por cierto, fue reina del carnaval.

Tú y yo fuimos compañeros desde la infancia, tu padre y el mío llegaron juntos de un poblado perdido en la Austria cedida a Polonia después de la primera guerra mundial. Huyeron de la desigualdad económica y social que los ahogaba, de la incomprensión y de la injusticia, llegaron a una tierra totalmente desconocida, con unos cuantos pesos en la bolsa y trabaja-ron muy duro para salir adelante. Lo lograron, aquí se establecieron y aquí terminaron sus vidas, pero la simiente sembrada logró frutos, tus hijos y los míos son hoy parte de este pueblo que tú amaste, admiraste y en cuyo progreso participaste.

Tu última batalla fue haber adquirido maquinaria sumamente costosa que permite perforar a grande profundidades y el problema real que confrontaste no era económico y sí familiar, tu hijo Jorge radica en Israel, casado y con 4 hijos debe permanecer en México para vigilar tu empresa. En la última ocasión compartimos tu preocupación por Jorge y de la lentitud con que el país pretendía sumarse al concierto internacional. Tu partida complicará más aún el problema.
La vida fue generosa con ambos y sigue siéndolo con el que esto es¬cribe. Alcanzaste los 85, yo espero hacerlo en unos cuantos meses.

En lo particular debo sentirme afortunado porque la vida me ha permitido llegar a viejo sin los achaques propios de la edad, sin embargo, la larga vida y que conste, no me estoy quejando, tiene su precio. Decirle adiós a muchos de mis queridos amigos y familiares, suele ser muy duro. La muerte de cada uno de ellos, te hace morir un poco. Con ellos desaparece el mundo que conociste, la música que amaste, los sueños y esperanzas, la gente con quien compartiste risas y lágrimas. De pronto notas que los recuerdos y las caras se desdibujan en el tiempo y solo te quedan los recuerdos que como fotos viejas, se desvanecen, se vuelven amarillentas y quebradizas.

Decía Alberto Cortez que cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. La muerte forma parte de la vida y en nuestro credo el luto más allá de los plazos concedidos se considera indebido. Lamentamos al igual que el autor tu partida, pero debemos aceptarla como lo que es, parte de nuestra existencia.

Lástima querido amigo que tus restos no descansen en la tierra que tanto amaste y donde tanta gente te amó. Creo que Veracruz merece que tus hijos arrojen al mar algún objeto que tú apreciaras y sabríamos todos que alguna parte de ti nos acompaña. Recién me enteré que tu hija Sandra compartió y realizó ese anhelo. En días pasados acompañada de fieles amigos arrojó a las aguas que bañan el muro sur, las llaves de tu casa. El sitio, la bocana, altamente simbólico, fue la entrada de miles de migrantes, entre ellos nuestros padres. Este gesto nos unirá por siempre y nos permitirá recordar que sigues con nosotros y soñar, como cantaba Agustín Lara… Veracruz, vibra en mi ser, algún día hasta tus playas lejanas tendré que volver


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