sábado, 04 de mayo del 2024
 
Por Catón
Columna: De política y cosas peores
2015-03-23 | 10:15:23
Por primera vez la reina Victoria hizo el
amor con el príncipe Alberto. Al terminar
el acto dijo preocupada: “Espero que lo
que acabamos de hacer sea exclusivo de
la nobleza. Las masas podrían enviciarse
con esto”...
El cazador creyó notar que su guía
había extraviado el rumbo. Le preguntó,
inquieto: “Hubertino: ¿alguna vez se ha
perdido usted en el bosque?”. “Nunca, jefe
-respondió el sujeto-. Sin embargo debo
reconocer que alguna vez vagué por él
durante varios días bastante apendejado”...
La linda vendedora atendió al cliente:
“¿Qué le puedo ofrecer, señor?”. “Muchas
cosas, linda -contestó él-. Pero ahora estoy
buscando solamente una corbata”...
El marido contrató a un detective para
que siguiera a su mujer. El investigador
quiso saber: “¿Sospecha usted que su
señora está cometiendo adulterio?”. “No
-replicó el tipo-. Sólo quiero que me diga
dónde se encuentra cuando yo lo vaya a
cometer”...
Muy puestas en razón estuvieron las
palabras de Emilio Chuayffet Chemor,
secretario de Educación, cuando señaló
las omisiones del gobierno local de Oaxaca
para
llevar
adelante
la
necesarísima

Reforma
Educativa,
y
la
debilidad
que

muestra
el
gobernador
Gabino
Cue
ante

las
belicosas
mesnadas
de
la
CNTE.
Claramente Chuayffet manifestó que
con arreglo a la ley y a los compromisos
laborales asumidos por la secretaría a su
cargo, su único interlocutor legal y válido
es el Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Educación, motivo por el cual no le corresponde
atender
los
conflictos
causados

por
los
cenecistas,
cuya
organización
no

tiene,
ante
la
SEP,
ninguna
personalidad

jurídica.
Es penoso decirlo, pero la CNTE es una
de las mayores lacras entre las muchas que
sufre este país. Su capacidad para extorsionar
no
es
igualada
ni
siquiera
por
las

más
poderosas
organizaciones
criminales.
Con violentas acciones de presión que
dañan a ciento de miles de personas -sobre
todo
a
los
niños
y
jóvenes
a
quienes

deberían
educar-,
los
miembros
de
esa

voraz
agrupación
obtienen
de
la
lenidad

de
los
gobiernos
toda
suerte
de
indebidas

ventajas
y
prebendas,
e
incurren
en
actos

de
corrupción
ante
los
cuales
palidecen

las
corrupciones
oficiales.
Cosa muy buena es que la Suprema
Corte haya reconocido el derecho de los
ciudadanos a indagar los manejos que
se hacen para favorecer a los sedicentes
profesores y a sus pugnaces líderes, para
defenderse de esos agravios por la vía del
amparo.
Aunque sujeto ese recurso a los vericuetos
y
tardanzas
de
la
justicia
mexicana,
es

bueno
contar
con
él
en
medio
de
la
indefensión
de
la
sociedad
civil
ante
los
constantes
abusos
de
esos
malos
mexicanos

que
usan
a
la
niñez
y
a
la
juventud
como

instrumentos
para
tratar
de
concretar
sus

obsoletos
dogmas
y
sus
anacrónicas
ideas.

Permítanme
un
momentito,
por
favor.

Voy
a
apuntar
eso
de
“obsoletos
dogmas
y

anacrónicas
ideas”
para
usarlo
en
algún

discurso.
Gracias.
El navío de pasajeros escoraba peligrosamente.
El
capitán
del
barco
le
dice
a
la estupenda rubia: “Su marido ya saltó
el agua, señora Tetonina, lo mismo que
los demás pasajeros y la tripulación. Voy
ahora a enderezar el barco, y usted y yo
seguiremos solitos la travesía”...
En altas horas de la madrugada un policía
detuvo
a
Empédocles
Etílez.
“¿Puede

usted
explicar
por
qué
anda
en
la
calle
a

estas
horas?”.
Respondió
el
temulento:
“Si

tuviera
una
explicación
me
iría
a
mi
casa”...
El gerente le pidió a su secretaria que
hiciera su renuncia. Ella empezó a escribirla,
pero
de
pronto
se
detuvo.
“Perdone,

señor
-le
preguntó
al
ejecutivo-.
¿Cómo
se

escribe
‘acoso
sexual’?”...
Después de algunos días de que su
hijo faltaba de la casa el señor y la señora
recibieron una llamada de la policía: su
hijo adolescente había sido encontrado
durmiendo bajo un puente en compañía
de un perro callejero. “¡Qué barbaridad!
-se consternó la señora-. ¿Y la suciedad?
¿Y la pestilencia?”. Replicó el que llamaba:
“Parece que el perro ya se acostumbró”...
Uglicia, mujer más fea que el pecado
-que un pecado feo, digo, porque los hay
retebonitos-, acertó a quedar entre dos
hombres que bebían en la barra de la cantina.
Uno
de
ellos
sacó
un
revólver
y
se
lo

dio
al
otro:
“Perdone,
amigo
-le
dijo-.
Tome

mi
pistola.
Si
ve
que
empiezo
a
ponerme

romántico
con
esta
mujer,
por
favor,
pégueme
un
tiro”.
FIN.


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