2015-03-23 | 21:15:20

Colosio vive

Las elites cupulares del país dominadas por los políticos que ya no pueden controlar el desfasamiento de la pobreza, la falta de oportunidades y la injusticia como una demanda que aumenta en su presión y no hay forma de revertir una dinámica maligna que tiene en la esquizofrenia a mucha gente que deja sus cómodas posturas para salir a retar al gobierno, pero tampoco lo hacen con las empresas de los grandes capitales que usufrutuan la miseria de la población.

Los enardecimientos, las molestias, las quejas y todo tipo de represalias en contra del sistema agónico no tienen eco en ninguna parte, pero lo más grave es que los políticos de todos los partidos y de los ámbitos gubernamentales, perdieron el rumbo y su esencia el de servir a la gente.

Nadie puede luchar en contra de la impunidad, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos y más aun, poco se puede lograr en el terreno de la justicia en su procuración y su administración, aunado al tema de la educación como una ausencia que marca el camino en donde la ignorancia domina y por lo mismo se convierte en una lucha desigual, pero al fin lucha en contra de quienes tienen los controles de la política.

En aquel tiempo, el PRI, en 1993, sacó a un candidato postulado desde los Pinos, por el entonces presidente Carlos Salinas en una reunión con el líder cetemista Fidel Velázquez.

Las fieras de inmediato salieron al ataque por la decisión. La mayoría de los cercanos al poder, pensaron que Salinas había equivocado en el nombre del personaje que lo sucedería.

Se trató de Luis Donaldo Colosio Murrieta, economista por el Instituto Tecnológicos de Monterrey y con una especialidad en educación que había estudiado en Argentina.

Colosio, había tenido un gran desempeño en diversos cargos importantes de la administración pública federal en la SEDESOL y como presidente del CEN del PRI.

Desde los demonios andan sueltos y el no se hagan bolas, Salinas se conflictuaba con su grupo cercano de colaboradores en donde dejó co-gobernar a José Córdoba Montoya, un personaje despreciable ajeno al país y a sus ciudadanos, a quien se le otorgó el poder omnímodo de mayor dimensión en la historia de moderna.

Luis Donaldo Colosio Murrieta, destapado en noviembre de 1993 como el candidato del PRI a la presidencia, de inmediato generó la insana competencia con personajes como Manuel Camacho Solís y Ernesto Zedillo, quiénes eran alentados desde los Pinos por Córdova y Patricio Chirinos.

Los efectos mediáticos en su contra operados por los colaboradores del presidente Carlos Salinas, se registraban sin que algo pudiera detener el magnicidio impulsado de forma natural desde sus detractores que se hacían pasar como sus amigos.

La corresponsal de la revista Proceso, en Paris daba cuenta desde Europa, que la campaña de Luis Donaldo Colosio, “no levanta”, y así por el estilo se comenzó a orquestar una campaña de medios en su contra y que nadie podía detener.

El candidato presidencial, siguió con intensidad su campaña política por todo el país, pero una mano poderosa parecía que se encargaba de cerrarle las puertas a Luis Donaldo, que estaba luchando en contra de un enemigo oculto.

Anduvo en varias entidades del país, y llegó a Veracruz, en donde ya molesto se enfrentaba severamente a su encargado de la seguridad y con el tono característico de los norteños, el hombre de Magdalena de Kino, Sonora, ya mentaba madres y endurecía el lenguaje ante su desesperación, en su visita a la televisión local preguntaba molesto al general Dómiro García, que se mantenía estoico al mal humor del candidato: “pero quien me va entrevistar, dígame como se llama”. Ante la atónita mirada del presidente del PRI en la entidad, Felipe Amadeo Flores Espinosa.

Siguieron los días y los acuerdos, se dio el fatídico discurso del aniversario del PRI en el monumento a la Revolución en la ciudad de México, un sólo orador, el candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio, a quién sus consejeros le indicaron dar un mensaje fuerte de despego del presidente Salinas, sumido en el ego y en la intensa campaña de promoción de su programa Solidaridad, en donde se hacían expresiones del “agua agua”, del drenaje, de la energía eléctrica y de las bondades de muchas acciones de obras en donde actúo la actriz veracruzana, Loló Navarro que se hizo aun más famosa al aparecer en los promocionales en los horarios estelares.

Retumbó en todo el país: el veo a un México con hambre y sed de justicia, de inmediato las especulaciones y la preocupación por el discurso que había mandado a los Pinos para su consulta y aprobación. Sin problema.

A contracorriente, Colosio, siguió en su lucha por conquistar el voto de los mexicanos y en diciembre de 1993, acuerda con dos veracruzanos, los embajadores de México en Francia y en Italia, Ignacio Morales Lechuga y Dante Delgado Rannauro, quienes se convertirían seguramente en sus futuros colaboradores de alto nivel.

Después estuvo en su natal Madalena de Kino y daba interesantes entrevistas a la radio y se le veía de mejor humor.

En su afán de levantar la campaña presidencial, se reunió con los enemigos de Salinas, Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, de inmediato las molestias en los Pinos, gracias al esfuerzo de los profesionales de la intriga cercanos al presidente que no se inmutaba.

A los siguientes días se dio el magnicidio por el asesino solitario, Mario Aburto, de la pistola Taurus, de la bala mágica que recorrió el cuerpo de Colosio desde la cabeza y de los hechos que indignaron al mundo y que cambiaron la historia de este país, por quien pensó en dar educación a los pobres y justica también, con mayores oportunidades laborales a los jóvenes y un freno a los esquilmadores de la pobreza.

Lomas Taurinas en Tijuana, quedó para marcar en un monumento, la muerte de un hombre como Luis Donaldo Colosio Murrieta, de quien su voz se sigue escuchando como una lucha inacabada y pendiente a 21 años de su martirio y de una intensa labor política junto a su esposa Diana Laura Riojas de Colosio. Ambos descansen en paz su legado ha sido grande y victorioso para los pobres de México. Así las cosas.